Si nos quedamos «atorados» en la puerta, nunca experimentaremos la plenitud del Reino que el Padre ha preparado para nosotros. Tenemos que dar un paso hacia delante, pasar la puerta para descubrir un mundo completamente nuevo de riquezas y gloria que espera delante. Recuerde que Jesús dijo: «Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo. Se moverá con entera libertad, y hallará pastos (…) y (…) vida en abundancia» (Juan 10:9-10). El Reino es un lugar en donde podemos experimentar vida en abundancia.

¿Puede imaginarse a alguien que hereda una maravillosa propiedad con una bella mansión, pero que está tan absorto con la puerta que nunca pasa a través de ella? «¡Te amo, puerta! Tú eres una puerta tan hermosa. Tienes paneles tan graciosos, un vidrio tan adorable. ¡Eres tan maravillosa!». Jesús es nuestra puerta al Reino de Dios. Es vitalmente importante que deposite­mos nuestra fe en Jesús para salvarnos y perdonar nuestros pecados, pero también es importante que después de eso avancemos por la puerta para participar y disfrutar ese Reino al máximo.

Jesús dijo: «… yo soy la puerta de las ovejas» (Juan 10:7), pero también dijo: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (v. 11). Los pastores cuidan sus ovejas. Las guían, las protegen y las llevan a lugares en donde pueden hallar comida y agua. Los pastores no les dan el pasto a sus ovejas, sino que las guían a donde las ovejas pueden encontrar el buen pasto. Jesús es mayor que el Rey Arturo, y su Reino es más glorioso que el de Camelot.

Jesús es el pastor que nos lleva a los pastos abundantes del Reino de su Padre, pero cuánto alimento y refresco recibamos depende de nosotros. El Señor no nos alimentará por la fuerza. Él quiere que nosotros participemos de los beneficios y las bendiciones de su Reino, pero no lo hará contra nuestra voluntad. El grado en el que disfrutemos de nuestra ciudadanía del Reino dependerá del nivel de disposición que tengamos a ser valientes y reclamar lo que es nuestro, lo que Jesús restauró para nosotros a través de su muerte y resurrección.

Desafortunadamente, muchos están varados en el patio exterior y nunca han podido salir de las inmediaciones externas del glorioso Reino de Dios. Ellos nunca se han aventurado a entrar al lugar santísimo donde vive el Rey y donde su Reino es plenamente manifestado.

Imagine por un momento que usted es dueño de una zapatería que se especializa en calzado costoso, elegante, de estilo y bien moderno, de la más alta calidad. Usted ha invertido un par de millones de dólares para construir una elegante y hermosa zapatería, y ha gastado miles de dólares más para adquirir el stock de zapatos más refinados posibles. Su deseo es alcanzar a la mayor cantidad de personas con la noticia de los excelentes zapatos que pueden encontrar en su negocio. ¿Qué hace usted? Segu­ramente hará publicidad, por supuesto. Publicitar es una buena forma de predicar; usted está extendiendo el «evangelio», las «buenas nuevas» sobre el calzado que tiene a la venta.

Suponga que su aviso dice algo así como: «Hola. Quiero invitarlo a visitarnos en el Mundo Internacional del Zapato, donde encontrará solo la más fina calidad en calzado para toda su familia. Estoy seguro de que se enamorará de nuestro local y particularmente de nuestra puerta. Tenemos una hermosa puerta hecha de roble macizo, forrada con láminas de oro y con bisagras de plata esterlina. Una elegante ventana de vidrio espejado y bordes biselados se halla en la mitad superior de la puerta. La puerta tiene dos metros y medio de alto y un metro ochenta de ancho, y es una puerta verdaderamente asombrosa y magnífica. Le aseguro, amigo, que por nada del mundo querrán perderse esta puerta. Ella los hipnotizará. Simplemente, no podrá creer la belleza de la puerta que contemplará. ¡Esperamos verlo pronto!».

¿Cuántos zapatos usted cree que vendería con un aviso como ese? ¿Cuán­tos clientes atraerán a su comercio? Quizás consiga un puñado de curiosos que vengan a mirar su puerta y luego se marchen mascullando y sacudiendo sus cabezas, pero no logrará ganar mucho dinero. El objetivo de hacer publicidad es lograr que los clientes pasen de la puerta y entren al local donde puedan ver la mercadería que tiene para que ellos compren.

Lo mismo es con el Reino de Dios. No habremos cumplido todo lo que el Señor desea hasta que avancemos dentro y aprovechemos todo lo que el Reino tiene para ofrecernos. Solo entonces podremos comenzar a alcanzar el potencial que Dios ha depositado dentro de nosotros. Sí, Jesús murió por nosotros, pero murió para obtener algo para nosotros: la entrada al Reino de su Padre. Jesús dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14:6). La vida que Él nos da es la vida abundante de su Reino, un Reino que tiene todo lo que podemos llegar a necesitar o desear, un Reino de superabundan­cia y provisión inagotable.

Extracto del libro Redescubriendo el Reino

Por Myles Munroe

Lee Experimentar el Cielo en la Tierra

 

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

2 Comentarios

  1. Gracias Edgardo por este devocional. Comparto plenamente lo expuesto. Yo creo que lo que está de la puerta hacia adentro es El Fruto del Espíritu: Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio (templanza). Un estilo de vida que te hace feliz en Cristo Jesus.
    Dios bendiga tu ministerio.

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