UNA CLAVE DEL REINO: PREDICAR EL EVANGELIO

Si Jesús no ha venido todavía es porque nuestra comisión de predicar el evangelio y hacer discípulos en todo el mundo no ha sido cumplida aún. ¿Cuántas iglesias, hoy, están predicando el evangelio del Reino activamente y a conciencia? Predican de la prosperidad, predican sobre sanidad, libera­ción, predican sobre las lenguas, pero ¿cuántos predican del Reino de Dios?

No cualquier mensaje lo hará. Estos son temas legítimos, pero secundarios cuando los comparamos con la proclamación del mensaje del Reino. Jesús regresará solamente cuando el mensaje del Reino haya sido proclamado en toda la Tierra, y esa proclamación es responsabilidad de la Iglesia.

Hablando en términos generales, la Iglesia como un todo ha decaído en esta responsabilidad. Todo lo que tenemos que hacer es mirar alrededor nuestro para ver que esto es cierto. ¿Por qué tenemos tantos musulmanes, hinduistas, budistas, sintoístas, cienciologistas, animistas, ateístas y todos los otros «istas», buscando inútilmente a Dios? ¿Por qué hay tantas personas que pasan toda su vida con poco y nada de conocimiento de su Reino y lo que él puede significar para ellos? Es porque la Iglesia no ha hecho su trabajo.

Dios sabe lo que cada persona en la Tierra necesita y lo que está buscan­do, aun cuando nosotros no lo sabemos. La posibilidad de su salvación está contenida en el mensaje del Reino. A través de todo su ministerio terrenal, Jesús se enfocó en la predicación y enseñanza acerca del Reino (Mateo 9:35-38).

¿DÓNDE ESTÁN LOS OBREROS?

Jesús dijo que la cosecha estaba lista. Hay una abundante siega de granos maduros y listos para la hoz del segador. Él estaba rodeado por todas partes de multitudes que estaban «agobiadas y desamparadas», gente que estaba va­gando sin esperanzas o dirección, gente que estaba madura para ser recogida.

Lo que fue real en los tiempos de Jesús, hace dos mil años, es todavía real en nuestros días: nuestro mundo está lleno de personas que están bus­cando la verdad, gimiendo por Dios y tropezando en la penumbra de la oscuridad espiritual. No hay nada «malo» con estas personas; simplemente ellas están maduras para ser cosechadas. Ya sea que se den cuenta o no, la gente precisa ser cosechada. Todos necesitan saber que la vida tiene un significado y propósito y que tienen un Padre celestial que los ama y se interesa por ellos. No tenemos que «madurar» a un budista o a un hindú o a un musulmán o a cualquier otro para la cosecha. Ellos ya están maduros, y lo han estado por dos mil años.

El problema radica no en el grado de preparación de la cosecha, sino en la disponibilidad de los segadores. Cuando Jesús dijo: «La cosecha es abun­dante pero son pocos los obreros», no estaba hablando solo de la cantidad de los obreros, sino de su calidad también. Existe un doble problema: muchos creyentes que deberían estar trabajando en el campo de la cosecha no lo están, y muchos de los que sí están trabajando no están haciendo un buen trabajo. El mundo entero está maduro para el Reino de Dios, pero nosotros, que somos los ciudadanos y representantes de ese Reino, estamos fallando en nuestra responsabilidad de levantar la cosecha (Marcos 3:14).

Hay un tiempo para sentarse a los pies de Jesús y disfrutar de su presencia pero también hay un tiempo en que somos enviados a predicar este evangelio del Reino. Ese tiempo es ahora. Muchas personas que vienen a la iglesia son salvas porque quieren «un seguro contra incendio». Quieren asegurarse de que no irán al infierno. Por eso, vemos tantas personas que se apartan o tantas «bajas» espirituales. Al­guien tiene temor del fuego y viene a una reunión en donde el predicador le dice cómo evitar el infierno volviéndose a Cristo. Por causa del temor, esa persona corre al frente en la iglesia, confiesa sus pecados, acepta a Jesús y obtiene su póliza de seguro contra incendios a la que llama «salvación». Luego de un par de meses, eventualmente se vuelve frustrado, aburrido y deprimido con esta cosa de su nueva «religión» y acaba volviéndose al mundo. ¿Por qué? Porque el mundo promete la misma cosa que él esperaba encontrar en la iglesia, pero que esta no supo darle: poder para vivir. El Rei­no de Dios se trata de poder, pero muchos creyentes y otros se lo pierden, porque hay pocas iglesias que realmente lo enseñan.

Todos queremos poder en nuestras vidas. A todos nos gusta estar en control. Por eso, resistimos los intentos de los demás por dominarnos. Por eso, detestamos deberles dinero a otros, porque al que le debemos es quien nos controla. Estamos en la búsqueda del poder para controlar nuestras cir­cunstancias. La búsqueda de poder de la humanidad es lo que hace que el mensaje del Reino sea tan atractivo. El reino de Dios representa poder.

Durante su ministerio terrenal, miles de personas de toda clase se sentían atraídas hacia Jesús, conducidas a Él, porque todo en Él hablaba de poder. Él demostró su poder sobre la enfermedad, poder sobre la naturaleza, poder sobre la muerte, poder sobre el pecado. Todos venían a Él -ricos, pobres, no importaba- porque se sentían impotentes en sus circunstancias. Cada uno de ellos, a su manera, estaba buscando el Reino.

Extracto del libro Redescubriendo el Reino

Por Myles Munroe

Lee Nico en la Noche

Artículo anteriorEstudios Bíblicos – Myles Munroe NICO EN LA NOCHE
Artículo siguienteEstudios Bíblicos – Myles Munroe VOLVER A PENSAR EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS
Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingresa para comentar!
Por favor ingresa tu nombre