los-cinco-elementos-del-mensajePredicaciones – Los 5 Elementos Insustituibles del Mensaje 4

 

Continuemos.

Uno puede tener muchos elementos valiosos en su vida. Podemos tener talentos y habilidades adquiridos o desarro­llados, así como dones del Espíritu Santo, pero la Biblia dice que si no tenemos amor nada somos y de nada nos sirve. Un cristiano saturado por el amor de Cristo es uno de los más poderosos atractivos para conducir a la gente hasta la puerta del Reino de Dios.

En nuestro mundo de habla castellana se han levantado numerosos «predicadores de condenación». Algunas veces es imposible ir a escucharlos sin tener uno guantes de boxeo: desparraman tantos golpes a diestra y a siniestra que es mejor defenderse. Hay algunos de estos predicadores, por lo general gritones, que en vez de una Biblia en la mano parecen tener un látigo. «Yo no soy siquiatra ni hijo de siquiatra», pero temo que muchos de estos que se la pasan condenando los pecados ajenos, golpeando al rebaño en un intento por hacerlos «volver a la pureza de la Iglesia Primitiva», lo que están haciendo es revelando sus traumas internos no sanados todavía… y en algunos casos, sus pecados escondidos.

Por supuesto que aborrecemos el pecado, pero amamos entrañablemente al pecador. Fue a los religiosos de su época a quienes Jesús trató rudamente: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!» Etimológicamente hipócritas quiere decir enmascarados, personas que por fuera representan una cosa, pero que por dentro su realidad es otra. Por lo menos en trece ocasiones Jesús los llama hipócritas, ciegos, insen­satos, necios, sepulcros blanqueados, Inicuos, serpientes, generación de víboras y les pregunta: «¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?»

Un día estos mismos líderes religiosos le llevaron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. Querían pro­bar a Jesús. La Ley de Moisés era clara, contundente: la mujer debía morir a pedradas. Pero cuando Cristo los confrontó con su mismo pecado, la dejaron tranquila, se fueron. «¿Dónde están los que te acusaban? … Ni yo te condeno, vete, pero no peques más». ¡Qué diferencia! Cristo, que por la santidad de su vida tenía el derecho de tirarle piedras, no las tiró. Al contrario, le mostró amor, misericordia, si bien la exhortó con la firmeza del que tiene autoridad. ¡Cuando la autoridad se ejercita con misericordia, siempre es bien aceptada!

 

E. La Invitación Evangelística.

Este es un punto culminante y requiere de honestidad y fe. Aquí no puede haber lugar a manipulaciones. No nos intere­san los números sino «frutos que permanezcan» para Dios.

¿Qué debe ser la Invitación? ¿Invitación al cielo? ¡Quién no va a querer ir al cielo! ¿Invitación a recibir una bendición? ¡Quién no va a querer una bendición! ¿Invitación a ser sanado? ¡Quién no va a querer ser sanado! ¿Invitación a que el evangelista ore por su vida? ¡Quién no va a querer que alguien ore por su vida! ¿Invitación a ser feliz y tener éxito en la vida? ¡Quién no va a querer ser feliz y tener éxito en la vida! ¿Invitación a qué, nos preguntamos? Debe invitarse a los presentes a colocarse bajo el señorío de Jesucristo y convertirse en uno de sus discípulos. Debe invitárseles a entregar a Cristo el gobierno central de sus vidas. No hace falta nada más. Al que primeramente busca y encuentra el Reino de Dios y su justicia, todas las demás cosas le son añadidas.

La invitación barata produce frutos baratos. La invitación no puede ser superficial, se debe alinear con la Palabra de Dios. No debe ir tras espectáculos, ostentación, o emocionalismo falso. No debe asustar a la gente ni buscar efectos lacrimógenos. No debe hacer promesas falsas. La invitación debe depender estrictamente del Espíritu Santo; es como si «Dios hablara por medio de nosotros: reconciliaos con Dios».

Deseo decirle algo a modo de conclusión. La verdadera evangelización es mucho mas que grandes e inspiradoras reuniones, mucho más que enormes movimien­tos de masas, mucho más que números de profesiones de fe y testimonios de milagros. Aun es mucho más que ganar miembros para la institución llamada Iglesia. La verdadera evangelización significa atraer a los seres humanos a una relación dinámica con el Espíritu de Dios, conducirlos a situarse bajo el señorío de Cristo, en el entendimiento de que aceptar a Cristo implica darle a Él el gobierno total de la vida.

La persona debe convertirse en genuina adoradora de Dios. Y esto incluye una intensidad espiritual y costo a pagar que no se encuentra en otro tipo de ministerio cristiano. El que quiera conducir a las gentes al terreno de la entrega, tiene que vivir permanentemente en el terreno de la entrega.

La predicación del Evangelio no concluye con la invitación. Esta es una faceta importantísima del ministerio evangelístico. La otra faceta comienza a desarrollarse en el seno de la iglesia local, donde el nuevo convertido debe llegar a ser un verdadero discípulo del Señor Jesucristo.

Extracto del libro “El Poder de su Presencia”

Por Alberto Mottesi

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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