Familias Cristianas – Padres Que Oran 4
Continuemos.
Cuando la Respuesta No Llega
Posiblemente la parte más difícil de orar por nuestros hijos, es aguardar las respuestas a nuestras plegarias. En ocasiones la respuesta llega rápido, pero muchas veces no. Cuando esto no sucede, nos podemos volver desanimados, desesperados o enojados con Dios. Todo parece sin esperanza y deseamos rendirnos. En ocasiones, a pesar de todo lo que hemos hecho por ellos y todas nuestras oraciones, nuestros hijos toman decisiones equivocadas y luego enfrentan las consecuencias. Esas ocasiones son difíciles para los padres, no importa la edad de los hijos.
Si tu hijo ha tomado decisiones equivocadas, no te reproches a ti misma ni dejes de orar. Mantén las líneas de comunicación abiertas con tu hijo, continúa intercediendo por él o ella y declara la Palabra de Dios. En lugar de rendirte, resuelve ser aún más dedicada a la oración.
Ora con otros creyentes. Mantente firme y di: «Tan solo he comenzado la lucha», manteniendo en mente que tu parte en ella es orar. En realidad Dios pelea la batalla. También recuerda, que tu lucha no es con tu hijo, es con el diablo. Él es nuestro enemigo, no nuestros hijos. Párate firme en oración hasta que veas una victoria en la vida de tu hijo.
Una de las Escrituras que exhorta más en cuanto a tal perseverancia es el Salmo 18:37-39. Él no se detuvo hasta que el trabajo estaba terminado y nosotros también debemos hacer igual. Es necesario seguir orando hasta que veamos la respuesta.
Si tienes enojo o falta de perdón hacia Dios o tus hijos, sí, aun los padres amorosos pueden tener estos sentimientos, díselo a Dios con toda honestidad. Si te sientes desanimado y sin esperanzas, establécelo con claridad. No vivas con emociones negativas y culpas que pueden separarte de Dios. Comparte todos tus sentimientos honestamente con Él y luego pídele que te perdone y te muestre cuál debe ser tu próximo paso. Sobre todo, no permitas que algún desencanto por oraciones no contestadas te impida orar.
Dije «Orar», No Ser «Perfectos»
Cuando las cosas van mal en la vida de nuestros hijos, nos culpamos a nosotros mismos. Nos reprochamos no ser padres perfectos. Pero no es ser una madre perfecta lo que hace la diferencia en la vida del hijo, porque no hay padres de esa condición. Ninguno de nosotros es perfecto, entonces ¿cómo pretender serlo como padres? Lo que hace la diferencia es ser padres que oran.
Y eso es algo que todos podemos ser. De hecho, ni siquiera tenemos que ser padres. Podemos ser un amigo, maestro, una abuela, tía, prima, vecina, un guardián, o incluso un extraño con un corazón de compasión o preocupación hacia un niño. El niño puede ser alguien del que hemos oído o leído en el periódico; el niño puede incluso ser un adulto por quien sentimos con un corazón de padre o madre.
Si te enteras de un niño que no tiene padres que oren, tú puedes ponerte en la brecha ahora y responder a la necesidad. Tienes la posibilidad de efectuar un cambio en la vida de cualquier niño que te preocupe, Todo lo que necesitas es un corazón que diga «Dios, muéstrame cómo orar de forma que yo haga una diferencia en la vida de este niño».
Comienza sometiéndote a Dios y pidiéndole a ayuda para que te transformes en el padre o madre intercesor que Él desea que seas.
Ora por tu hijo según el Espíritu Santo te dirija, a medida que escuchas sus impulsos en tu corazón.
ORACIÓN.
“Señor, me someto a ti. Entiendo que el ser padre de un hijo de la forma que tú deseas que yo lo sea, está más allá de mis posibilidades humanas. Sé que necesito tu ayuda. Deseo asociarme contigo y participar de tus dones de sabiduría, discernimiento, revelación, y guía. También necesito tu fortaleza y paciencia, junto con una generosa porción de tu amor fluyendo a través de mí. Enséñame a amar así como tú amas. Donde yo necesite ser sanado, libertado, cambiado, madurado o hecho nuevo, te invito a que lo hagas en mí. Ayúdame a caminar en justicia e integridad ante ti. Enséñame tus caminos, capacítame a obedecer tus mandamientos y hacer tan solo aquello que te produzca complacencia. Que la belleza de tu Espíritu sea tan evidente en mí, que yo sea un modelo de santidad a seguir. Concédeme la comunicación, enseñanza, habilidades de crianza que preciso tener. Hazme el padre o madre que deseas que sea y enséñame a orar e interceder de verdad por la vida de este niño. Señor, dices en tu Palabra: «Y todo lo que pidieres en oración, creyendo, lo recibiréis» (Mateo 21:22). En el nombre de Jesús te pido que aumentes mi fe para creer y orar por todo lo que tú has puesto en mi corazón, en cuanto a este niño se refiere”.
Extracto del libro “El Poder de los Padres Que Oran”
Por Stormie Omartian