Padres e Hijos – Trastornos Emocionales Simples de los Niños 1

 

 

Estos tipos de trastornos hacen referencia a perturbaciones emocionales o de conducta que no obedecen a causas orgáni­cas ni a la acción de agentes físicos o enfermedades somáti­cas.

Esto les otorga el carácter de funcionales o reversibles, es decir, de cuadros que poseen buen pronóstico con muchas posibilidades de ser corregidos o superados. En efecto, por tratarse de fenómenos afectivo emocionales de diverso grado y con múltiples combinaciones, pueden oscilar entre simples manifestaciones aisladas como crisis de llanto inmotivadas, te­rrores nocturnos o inapetencia, hasta cuadros más complejos como conductas fóbicas, agresividad y tartamudez.

Otro aspecto que explica con frecuencia la confusión entre actitudes que pueden ser normales o anormales, según sea su intensidad, duración y frecuencia, es el hecho de ser casi siempre expresión de un conflicto entre el niño y su medio, entre las propias tendencias en pugna por prevalecer y las exi­gencias de la educación y las reglas familiares. Aquí es deci­siva la relación afectiva de los padres hacia el niño, el clima de amor y confianza que impere en el hogar será fundamental para el desarrollo del infante.

Toda desproporción, carencia o desviación en estos lazos esenciales para el normal desarrollo de la personalidad del niño, así como cualquier situación traumática o conflictiva que presione al pequeño en la familia o en el grupo social puede ser motivo suficiente para desencadenar una reacción emo­cional.

Estos trastornos expresan una dificultad de la adaptación, un desajuste en la relación del niño con su ambiente o una difi­cultad en los vínculos interpersonales. Los síntomas son la exteriorización del conflicto o la puesta en juego de mecanis­mos de defensa o compensaciones destinadas a restablecer el equilibrio perdido. El niño es particu­larmente sensible a toda actitud negativa de quienes lo rodean y suele expresar su frustración con reacciones hostiles, retraimiento o múltiples perturbaciones afectivas y emo­cionales.

El niño se muestra triste, decaído, irritable, apático, o por el contrario, inquieto, indisciplinado o agresivo. Como el estado anímico se expresa en el comportamiento, estas acti­tudes se engloban en la tan conocida denominación «trastornos de conducta», concepto ambiguo y superficial que alude a un com­portamiento atípico o indisciplinado.

Dicho comportamiento puede deberse a diversas causas, entre ellas a estas reacciones emocionales que se acompañan de inquietud motora, hiperactividad y agresividad. El niño evidencia trastornos o problemas de conducta habi­tuales y de diversa índole, tales como rebeldía, celos, hostilidad, egoísmo, dependencia excesiva y tantas otras formas en que pueden manifestarse las variables de su personalidad.

Los cambios propios de las distintas edades y el frágil equilibrio de sus relaciones con el mundo adulto, pueden revestir o no un carácter patológico. Esto dependerá de su intensidad y duración, de las características del medio familiar, y especial­mente, del conjunto de hechos que hacen a la conducta, el carácter y las condiciones de vida y de salud.

Los síntomas más frecuentes son apatía, indiferencia, tristeza o ciertas mani­festaciones de excitación como irritabilidad, agresividad, ansiedad, agitación motora (hiperkinesia) y actos de rebeldía o desobediencia que en la escuela se traducen como indisci­plina y dan lugar a sanciones que, por lo general, sólo con­siguen empeorar la situación.

Si los factores que ocasionan estas alteraciones emocionales desaparecen o son corregidos, la evolución de las mismas es favorable y prácticamente no dejan secuelas o pueden quedar como simples rasgos del carácter. Si por el contrario, la presión ambiental o los hechos causales persisten y a ello se suma una predisposición hereditaria o una personalidad frágil, el cuadro se irá consolidando en trastornos de conducta y desadaptaciones más severas o dará lugar a conductas neuróticas más estructuras.

 

Resumen de los Síntomas Posibles.

  • Trastornos de conducta
  • Hiperactividad
  • Celos
  • Egoísmo
  • Tristeza
  • Agresividad
  • Apatía
  • Rebeldía
  • Hostilidad
  • Dependencia excesiva
  • Indiferencia
  • Irritabilidad
  • Ansiedad

 

Los Síntomas por los que Comúnmente Consultan los Padres.

1. Hiperkinesia.

Esta alteración hace referencia a aquellos niños que están en constante movimiento, como si no pudieran quedarse quietos (hiper = mucho; kinesia= movimiento).

Este síntoma comienza a partir del año y medio de edad y culmina por lo general, en la pubertad. En este cuadro la ansiedad se expresa a través de la acción motora; el niño se mueve o actúa impulsado por la necesidad de sacarse de encima la ansiedad y colocarla en otros. Si bien en un principio, la hiperkinesia no es una con­ducta agresiva, puede llegar a serlo.

La hiperkinesia se debe a la dispersión de la atención, y se asienta en los mecanismos maníacos, ya que los actos hiperkinéticos no logran organizarse y su objetivo es más bien fas­tidiar a las personas que en ese momento están con el niño.

Constituye el trastorno de conducta que más perturbaciones ocasiona en la escuela, llegando a veces a límites insoporta­bles. La impulsividad es otro rasgo característico de estos niños, junto con la tendencia a la fantasía, la fabulación y la mentira, que utiliza para encubrir sus travesuras. 

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Dejadlos Venir a Mí”

Por Daniel Bravo

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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