Familias Cristianas – Trastornos Relacionados con el Abuso Físico en Niños 4
Continuemos.
C. Medidas Preventivas que los Padres Pueden Tomar.
Siempre esté alerta para detectar este tipo de problema y enseñe a su niño lo que es.
Asegúrese de que su hijo sepa que debe informarle a Usted o a algún adulto de su confianza cualquier intento de abuso por alguien, sin importar quién sea esta persona.
Decir al niño, «si alguien trata de tocar tu cuerpo y de hacer cosas que te hacen sentir raro, di que no a esa persona y dímelo enseguida».
Enseñar a los niños que respeto no quiere decir obediencia ciega a los adultos y a la autoridad; por ejemplo, no diga a los niños: «Haz todo lo que te diga la niñera o la maestra».
Apoye programas de prevención en la iglesia, comunidad y en el ámbito de la escuela. La indiferencia es la peor enemiga.
La mejor forma de evitar el riesgo de que un niño abusado desarrolle problemas más serios como adulto es proveyendo ayuda profesional tan pronto como sea posible.
El terapeuta infantil puede ayudar al niño a recobrar su autoestima y aliviarle sus sentimientos de culpa acerca del abuso.
Puede ayudar también a los miembros de la familia a entender cómo puede colaborar con el niño para que supere el trauma.
3. Abuso Emocional.
El abuso emocional se presenta típicamente bajo la forma de hostilidad verbal crónica como insultos, burlas, desprecios, críticas o amenazas de abandono y constante bloqueo de las iniciativas infantiles que puede llegar hasta el encierro o confinamiento por parte de los padres.
También podemos hablar del abandono emocional como la falta de respuesta a las necesidades de contacto afectivo del niño, ausencia de contacto corporal, caricias, e indiferencia frente a los estados anímicos.
El abandono se considera el mayor grado de negligencia, pudiéndose encontrar indicadores físicos por falta de cuidado como retraso del crecimiento, accidentes repetidos, malnutrición, ausencia de vacunaciones, carencias básicas en higiene y ropa, entre otros.
Los mensajes hablados son, para el niño, otra forma más de describirse a sí mismo. Si luego de una travesura, la madre siempre describe al niño como «malo», «torpe» o «estúpido»; él concluirá que esa es una de sus cualidades e inmediatamente se pondrá a sí mismo ese rótulo.
No cabe duda de que las palabras tienen gran poder, pueden servir tanto para construir como para derrumbar el respeto propio. El niño que es víctima constante de difamación verbal, llega finalmente a la siguiente conclusión: «Debo ser una persona insignificante, mala y torpe».
Cabe preguntarse, entonces, en qué medida se daña a un niño al exponerlo persistentemente al ridículo, a constantes humillaciones o incluso a la amenaza de abandono o separación.
Como ya hemos dicho, todo niño se valora a sí mismo tal como haya sido valorado por sus padres o personas más cercanas. Por lo tanto, para verse a sí mismos como adecuados y capaces, para sentirse completamente bien por dentro, los niños necesitan experiencias vitales que prueben que ellos son valiosos y dignos de ser amados.
Síntomas que Presentan los Niños Víctimas de Cualquier Tipo de Abuso:
Un niño que se desarrolle en una familia que genere cualquier tipo de abuso puede tener los siguientes síntomas:
A. Sentimientos de culpa: El niño puede sentirse que es el causante de los problemas de su familia.
B. Angustia o ansiedad: Puede estar continuamente preocupado por la situación del hogar, llorar sin causa aparente, mostrar constantemente actitudes melancólicas, etc.
C. Vergüenza: Los padres pueden dar el mensaje de que hay un secreto terrible en el hogar. Un niño avergonzado no invita a sus amigos a la casa y teme pedir ayuda a alguien.
D. Incapacidad para mantener relaciones interpersonales: El ensimismamiento, la soledad, la incapacidad para comunicarse, serán actitudes constantes.
E. Confusión: Esto se asocia con los estados de ánimos cambiantes de los padres. Muchas veces la conducta de los padres cambia repentinamente: de cariñosos pasan a ser personas irritables, independientemente de la conducta del niño.
(CONTINÚA…)
Extracto del libro “Dejadlos Venir a Mí”
Por Daniel Bravo
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