Guerra Espiritual – Desarrollando la Vida de Oración Personal 2

 

Continuemos.

«Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Dig­no eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; par­que tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos, has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pue­blo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra» (Apocalipsis 5:9, 10).

Los miembros redimidos de la raza humana, la única raza en toda la creación que fue hecha a la imagen de Dios, serán quienes constituyan esta compañera eterna, y ya que la misma habrá de compartir el trono del universo con su Amante y Señor, debe ser enseñada, educada y preparada para desempeñar su regio cargo. Sí, Dios tenía algo infinitamente grande en mente cuando planeó el sistema de la oración.

 

Aprendizaje Para el Trono.

Al delegar su autoridad en ella para que; admi­nistrara sus decisiones e impusiera su voluntad sobre la tierra, Dios puso a la iglesia en un aprendi­zaje con el propósito de que luego compartiera la soberanía eterna con Cristo.

Practicando en sus cá­maras de oración la imposición de las decisiones ce­lestiales en los asuntos terrenos, la iglesia está si­guiendo dicho aprendizaje para convertirse en soberana juntamente con Cristo sobre su imperio universal. Debe aprender el arte de la batalla espi­ritual, de cómo vencer a las fuerzas del mal, a modo de preparación para su exaltación al trono.

Con objeto de capacitarla para aprender la téc­nica de la victoria, Dios diseñó el plan de la ora­ción. Y para su aprendizaje, Dios delegó en ella la autoridad de imponer su voluntad aquí mismo, en la tierra. Con el fin de hacer posible que adquiriera el carácter y el conocimiento práctico que necesita­rá como soberana, le ha otorgado el privilegio, la responsabilidad y la autoridad de imponer la vo­luntad de Dios y administrar sus decisiones en los asuntos terrenales.

Dese cuenta de cuán a menudo se subraya la tierra como su esfera de acción: «Todo lo que atares en la tierra»; «Todo lo que desatares en la tierra»; «Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra» (Mateo 16:19; 18:19). Esta delegación de autoridad y responsabilidad ad­ministrativa para los asuntos terrenales constituye el mayor honor para la iglesia, y la eleva al rango más alto entre todos los seres creados.

 

El Propósito Original de Dios.

Decir esto puede parecer irreverente, pero es verdad que Dios no puede exaltar más alto a la hu­manidad redimida en el designio divino sin infrin­gir en la Deidad. Aunque debemos comprender que lo infinito separa al Creador de lo creado, aun así, desde el principio, Dios planeó en Jesucristo un puente tan completo sobre dicha separación, que la humanidad redimida acaba siendo un miembro ge­nuino (genérico) de la familia de Dios, sentada con Cristo en el trono del universo como su novia y compañera: «Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono» (Apocalipsis 3:21).

Esto no fue una idea posterior. Se trataba del plan de Dios desde la eternidad: «Según nos esco­gió en él antes de la fundación del mundo» (Efesios 1:4). Este era el propósito original de Dios al crear el universo y a la raza humana; el programa de oración es su método para preparar a la novia para que tenga este rango supremo en su reino.

 

La Única Razón de Ser de la Oración.

Permítame repetirlo: Creo que la única razón por la cual se concibieron, iniciaron y están en ope­ración el sistema y la práctica de la oración, es el plan magistral de Dios para producir vencedores para el trono. La oración nunca es para persuadir o asistir a Dios.

Él se ha ligado voluntariamente a las oraciones de su iglesia, con el propósito de propor­cionarle a ésta el ejercicio que necesita en cuanto a vencer, para aumentar su rango eterno y eficiencia. Por lo tanto, el orar tiene simplemente el propósito de un aprendizaje; no se puede comprender en nin­gún otro contexto.

Una clara ilustración de lo mismo se encuentra en Ezequiel 22:30-31: «Y busqué entre ellos hom­bre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé. Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor».

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Destinados a Vencer”

Por Paul E. Billheimer

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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