La Oración – Viva en Grande Para Dios 3

 

Continuemos.

Al entrar a una plaza pequeña, ocupé una mesa de un restaurante al aire libre y pedí una taza de café. Pocos mi­nutos más tarde oí la voz de un hombre detrás de mí.

—¿Usted viene en el crucero? —al levantar el rostro vi un hombre joven que caminaba hacia mí.

—Sí —le respondí—. Y usted, ¿de dónde viene?

Contestó que era un estadounidense que vivía en la isla y luego preguntó si podía sentarse a mi mesa. Se lla­maba Terry. En el curso de pocos minutos se puso a con­tarme su historia. Resultó que su matrimonio estaba por terminar. En realidad, ese era el último día, pues su esposa le había dicho que se iba al atardecer.

Ustedes saben lo que pensaba en ese momento, ¿ver­dad? «Muy bien, Señor, creo que esta es mi cita Jabes. Y la acepto».

Le pregunté: —Terry, ¿quiere que su esposa se vaya? —No —respondió.

—¿Está dispuesto para aceptar un par de ideas? —le dije. Ante la respuesta, supe que era la confirmación del Señor para otra «experiencia Jabes». Dediqué la hora si­guiente a compartirle varios principios bíblicos clave para tener un matrimonio feliz. Terry no había oído ninguno de ellos antes. Cuando terminé, él estaba tan ansioso de probar estos principios y ver si tenía una oportunidad de salvar su ma­trimonio que saltó de alegría para irse y ponerlas en prácti­ca inmediatamente.

—Escuche, Terry —dije—. En realidad hoy mismo quiero enterarme de cómo sigue todo entre usted y su esposa. Cualquier cosa que suceda, venga al barco antes que zarpemos para que me cuente. ¿Está bien?

Estuvo de acuerdo, agitó la mano y se fue. Hacia el atardecer, todos habían vuelto a bordo. Anduve por la cu­bierta mientras esperaba. Aún me sentía solo, como frus­trado y empecé a imaginarme cosas que podían haber sucedido en el interior de Terry al finalizar nuestra charla. Cuando el capitán ordenó el toque de sirena definitivo que anunciaba nuestra partida, me fui a la popa del barco don­de los marineros se ocupaban en retirar las amarras de la nave. Y allí, en carrera hacia nosotros, a lo largo de la pla­ya, venía una pareja de jóvenes tomados de la mano. Cuando se acercaron lo suficiente para distinguir que me inclinaba sobre la borda, comenzaron a gritar: —¡Funcionó! ¡Funcionó! ¡Otra vez estamos juntos!

El resto del viaje estuve tan alegre y lleno de gozo por lo que Dios había hecho que me sentía como si flotara des­de el barco sin ayuda de ninguna clase. Dios concertó un encuentro entre aquel joven y yo. Y Él nos puso uno frente al otro desde el momento en que supliqué por una vida con mayor disposición para su servicio.

 

Viva de Acuerdo a las Matemáticas de Dios.

Sin importar cuáles sean nuestros dones, cultura académi­ca o vocación, nuestro llamado es hacer la obra de Dios sobre la tierra. Si quiere, se le puede llamar vivir nuestra fe para los demás, ministerio o el trabajo diario de todo cristiano. Pero cualquier nombre que se le quiera dar, Dios busca personas que quieran siempre hacer más, porque tristemente, casi todos los cristianos parece que se niegan a vivir en este nivel de bendiciones e influencia.

Para casi todos nosotros la ambivalencia se origina en la consecución correcta de las cifras, pero con una práctica pésima de la aritmética. Por ejemplo, cuando calculamos qué tamaño de territorio puede tener Dios en mente para nosotros, mantenemos  en nuestros corazones una ecuación donde se suman los factores siguien­tes y se obtiene algo así como esto:

Mis Habilidades + Experiencia + Enseñanzas y Entrenamiento Recibidos

+ mi Personalidad y Apariencia + mi Pasado + las Expectativas de los Demás =

al Territorio que se me Asigna.

No importa cuántos sermones hayamos oído sobre el po­der de Dios para obrar por medio de nosotros, simplemente nos disculpamos con el significado de tres palabras sencillas: «por medio de». Con certeza decimos que naturalmente, sí que­remos que Dios obre por medio de nosotros, pero en realidad lo que queremos decir es «por o en asociación con». Pero el re­cordatorio de Dios para nosotros es el mismo que dio a los ju­díos cuando regresaron de la cautividad a una patria diezmada: «No por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos» (Zacarías 4:6b).

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “La Oración de Jabes”

Por Bruce Wilkinson

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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