EL ABRAZO CONSOLADOR PUEDE SER TAN MILAGROSO EN EL CORAZÓN DEL TRISTE, COMO CUALQUIER OTRO MILAGRO.

Yo temo que por andar buscando muertos para resucitar hemos pasado por alto muchas oportunidades de abrazar a gente necesitada, que aún vive. Hay miles de necesitados a nuestro alrededor y es hora de ejercer parte de nuestro llamado y cumplir con esta extraordinaria tarea de mostrar consuelo y confortar el alma de aquellos que sufren.

Por si no queda claro, creo absolutamente en el poder restaurador y sanador de la consolación. No tan solo porque lo veo como ministerio legítimo en la Biblia y por el hecho de que Jesús dedicó gran parte de su ministerio consolando al necesitado, sino por lo que mis ojos han visto como resultado de implementar programas específicos, diseñados con el único fin de consolar y ayudar al necesitado. Domingo tras domingo, cuando abrazaba a las personas después de las reuniones semanales, me alegraba mucho el ponerlos en contacto con los diversos ministerios permanentes de consuelo que teníamos implementados en la congregación. Más adelante le daré detalles de algunos de ellos.

TEMO QUE POR ANDAR BUSCANDO MUERTOS PARA RESUCITAR HEMOS PASADO POR ALTO MUCHAS OPORTUNIDADES DE ABRAZAR A GENTE NECESITADA.

Quiero enfatizar que el ministerio de la consolación no es algo que sucede por coincidencia. Tenemos que planearlo. Tenemos que ser intencionales y preparar a otros líderes para discernir la eficacia de consolar. También debemos levantar ministros que servirán en este hermoso propósito de manera más específica. En este caso, no puede ser cualquier persona. Tienen que ser personas que no solo tengan una carga especial por los necesitados, sino que se capaciten en consejería y sean líderes que también posean el don de abrazar y llorar con los que lloran y reír con los que ríen. Debemos enseñarles la conducta ética de un ministro de consolación, ya que escucharán muchas cosas y presenciarán otras que tendrán que saber sobrellevar. No es un ministerio para neófitos y recién ingresados al Reino. Es una obra que requiere de madurez, disciplina, entrega e, incluso, profesionalismo. Por eso, como pastores, tenemos que preparar a nuestros ministros para llevar correctamente el ministerio de la consolación. Debe ser algo planeado, enfocado y al que le dedique usted, como pastor, tiempo, esfuerzo y dinero. En la medida en que hagamos bien la tarea de consolar al necesitado, estaremos alcanzando más efectivamente a nuestras ciudades. La voz correrá cuando el testimonio persistente sea que en nuestras congregaciones se encuentra consuelo.

Un día el Señor me despertó a la necesidad de entender que cuando lloramos con el que llora en su momento de necesidad, esa persona jamás olvidará a quien lloró con ella. Es un hecho, uno nunca olvida a quien nos acompañó en nuestro momento de crisis y necesidad. El haber llorado juntos, en ese momento tan especial, creó un vínculo en nuestros corazones que jamás se olvidará. Por eso es tan importante este ministerio. Le enseñaba a nuestra congregación que lloraran con las personas aun si estas no asistían a la congregación. Mi convicción es que si nos despreocupáramos un poquito más de cuántos asisten o no a nuestras reuniones, podríamos lograr mejor la tarea del Espíritu Santo y consolar a las personas, solo por virtud del ministerio mismo. Qué triste es que existan iglesias que se reservan el abrazo solo para aquellas personas que asistan con frecuencia. Como si dijeran: «Los que no asisten a esta iglesia regularmente, a ver dónde pueden buscar sus abrazos. No hay para usted aquí». En el libro de los Hechos leemos que Jesús sanó e hizo bien a todos (Hechos 10.38), no solo a los que eran miembros de «su iglesia» o pertenecían a su pequeño grupo de discípulos. De la misma manera debemos comportarnos usted y yo, en representación del Señor Jesús. Que no nos importe si la gente asiste, asistió o asistirá a nuestra congregación. Que nos importe ser las manos, los brazos y besos del Espíritu Santo.

Extracto del libro “Los 8 Hábitos de los Mejores Líderes”

Por Marcos Witt

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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