1. Ayude en la toma de decisiones prácticas. En ocasiones nos tocará hacer el papel de «mente fría». Cuando están pasando por la angustia, las personas pueden tomar decisiones equivocadas que no ayudan y, en algunos casos, hasta provocan problemas adicionales. Debido al hecho de que nos tienen confianza como su pastor, ayudémosles a tomar buenas decisiones. No a imponernos en sus decisiones, sino para ser de ayuda y apoyo durante el tiempo de emergencia.

A mi esposa y a mí nos tocó vivir una trágica noticia que afectó a toda una familia de tres hijitos pequeños. La mamá de estos niños estaba tan devastada por lo que ocurrió que no podía razonar bien y estaba en estado avanzado de crisis. Las personas a su alrededor también estaban en shock y no sabían cómo responder a las muchas decisiones que tenían que ser tomadas en el plazo inmediato. Cuando nos llamaron, ya habían pasado unas veinticuatro horas o más. Les había dado pena llamarnos y por eso dejaron pasar todo ese tiempo. Para cuando nos insertamos en el asunto, me enteré de que la mamá se estaba desmayando a cada rato. Los que estaban a su alrededor decían que la querían llevar a la sala de la emergencia porque no sabían cuál era su situación. Con una pregunta sencillísima, solucioné el problema: «¿Cuándo fue la última vez que comió?». Todos se miraron y la mamá me contestó: «No he comido desde anteayer». Ahí estaba el problema. Yo sabía que en momentos de crisis, todos los sistemas en el cuerpo dejan de funcionar de manera normal y se dedican a proteger las emociones y el sistema nervioso. Dado el hecho de que la señora estaba viviendo en modo de crisis, no sentía hambre, así que dejó de comer, pero su cuerpo siguió requiriendo del combustible que el alimento nos provee. He ahí la razón de los desmayos. El asunto se resolvió tan pronto mandé a traer electrolitos de la farmacia que empezó a tomar la señora, y dentro de un par de horas se encontraba mucho más estable. Ese ejemplo lo utilizo para ayudarnos a entender que, como pastores, existirán momentos en los que tendremos que tomar esa clase de decisiones, sencillas pero cruciales. Tenemos que estar dispuestos a darles dirección a las personas cuando no pueden pensar adecuadamente debido a la crisis que están pasando.

  1. Abrace con liberalidad pero con propiedad. Es importante mantener corrección y compostura en todos nuestros tratos consoladores. Es triste la necesidad de hacer esta aclaración, pero demasiados ministros y pastores han cometido el error de no mantener dominio propio a la hora de consolar y se meten en terribles problemas. Por ejemplo, un abrazo que se extienda más de lo aceptable tiene el potencial de volverse inapropiado. Recordemos que las personas que requieren consolación están muy sensibles, emocionalmente hablando. Se han dado casos en los que una palabra de consuelo se interpreta por algo inapropiado, debido a la sensibilidad de la persona en crisis. Asegúrese de ser muy correcto y propio a la hora de dar el consuelo. No sea demasiado familiar. En especial, vigile su comportamiento cuando se trata de miembros del sexo opuesto. Lo ideal es ir acompañado siempre de otra persona cuando ejercita el ministerio de consolación. Jesús mismo envió a sus discípulos de dos en dos. Hay sabiduría en esa práctica. Haga lo mismo.

Lo más importante es ser siempre conscientes de que el Espíritu Santo está constantemente buscando a quienes consolar. Seamos agentes de Su consuelo. Abra su corazón y sus brazos para permitir que entren en ellos aquellas personas que tanto lo necesitan. Cuando consolamos, restauramos. De hecho, en la traducción al inglés, ese versículo del salmo 23 se lee de la siguiente manera:                                             «Restaurarás mi alma», y eso es debido a que, en efecto, la consolación es restauración. Las dos cosas son lo mismo.

¿Quién de nosotros no ha necesitado consuelo alguna vez? El mismo apóstol Pablo afirmaba: «Firme es la esperanza que tenemos en cuanto a ustedes, porque sabemos que así como participan de nuestros sufrimientos, así también participan de nuestro consuelo» (2 Corintios 1.7, NVI), en referencia a los hermanos que le daban ánimo a él, y por eso como conclusión a este capítulo podemos afirmar: los líderes espirituales son siempre personas que tienen el hábito de consolar. ¿Por qué? Porque están poseídos y llenos del gran Consolador.

Mi querido líder, siempre permitamos que Dios nos utilice, como pastores, en la tarea de consolar y restaurar a las personas que en Su gracia y misericordia ha puesto bajo nuestro cuidado.

Extracto del libro “Los 8 Hábitos de los Mejores Líderes”

Por Marcos Witt

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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