Las mujeres muchas veces solemos disfrazar nuestras palabras porque nos cuesta mucho decir lo que queremos o lo que pensamos. Pensamos que siempre nuestras palabras deben ser correctas y adecuadas, y en verdad esto no tiene que ser así. Cuando no podemos decir aquello que nos molesta, que nos lastima, nuestro cuerpo será el receptor de todas esas emociones negativas que escondemos y terminará enfermándose. Nuestro cuerpo comenzará a dar el mensaje que nuestra boca no puede dar. El cuerpo se hace cargo de los conflictos emocionales que la mente no puede resolver, y las enfermedades hablarán por sí solas. El silencio no es salud. Si no hablas, tu cuerpo se volverá más vulnerable a ciertos tipos de síntomas y enfermedades:

  • Asma.
  • Várices.
  • Diabetes.
  • Osteoporosis o artritis.
  • Dolores permanentes de cabeza.

Y de repente te preguntas: «¿Cómo es que de golpe me vino todo esto? Si yo siempre fui sana». Pero el hecho es que tu cuerpo se resintió, no sólo por lo que hablamos todos los días, sino por lo que hemos silenciado durante años: la infidelidad, el maltrato, el desaire, la falta de respeto de tus hijos, temas que quedaron pendientes y nunca hablaste.

Cada vez que surge la oportunidad de decir lo que piensas o sientes, debes hacerlo, de lo contrario estarás entregando tu poder. Muchas cosas saldrán de tu vida y otras sanarán física y emocionalmente, el día que digas lo que hace mucho tiempo callas. Habla en el momento justo y con la persona correcta; no hagas silencio.

Por años, a las mujeres nos enseñaron a «callar para que todo esté en paz». Esto es un error. Cuando nos llenamos de miedos, de enojos y de broncas, hablamos en el momento incorrecto y con las personas equivocadas. No es necesario guardar silencio para mantener la paz, sino hablar con sabiduría. La palabra dicha con sabiduría puede revertir cualquier crisis que estés viviendo. Habla con confianza, con seguridad, y practica decir «no» las veces que sea necesario. Sé firme contigo, aprende a decir «no» a algunas cosas y estarás preparada para decirle «no» a los demás. Tú puedes transformar lo negativo que tienes que decir en positivo; encuentra la manera para decir lo doloroso, pero háblalo.

Cada vez que hablemos con firmeza y con amor, aunque lo que digamos sea movilizador, traeremos paz a nuestra vida y a los que están con nosotros. Y un plus: ¡lo que estaba pasando también va a cambiar a favor!

¿CÓMO MEJORAR LA COMUNICACIÓN EN UNA PAREJA?

Las mujeres poseemos la capacidad de hablar y tenemos que aprender a usarla. Muchas veces no decimos lo que pensamos por miedo al ridículo, a equivocarnos, por vergüenza, rechazo o miedo a que no nos entiendan o no nos escuchen.

El miedo básico de muchas mujeres es a ser abandonadas, y por eso nos aferramos a las personas (especialmente cuando se trata de hombres). Ese tremendo temor a perderlos hace que en muchos momentos prefiramos el silencio, no hablar nada que sea contrario a lo que él dice o piensa. Pero hoy necesitamos comenzar a hablar. En el silencio perdemos nuestro poder.

Debemos dejar los miedos de la vida y seguir adelante. En lo emocional, las mujeres tenemos mayor capacidad expresiva que los hombres (un hecho que antes se veía como algo negativo), por lo que nuestras relaciones interpersonales son mayores. Como dijimos antes, los hombres sólo se relacionan con los demás cuando necesitan mostrar sus logros. Por eso tú piensas: «no me quiere», «no tiene nada para decirme», «me va a decir algo feo», «me va a decir que anda con otra mujer». Y no es así, el hecho es que no tiene que mostrarte ningún logro porque tú los conoces bien.

Si nos liberamos de los mensajes negativos («no me van a creer», «no me van a escuchar», «se van a reír», «me voy a equivocar»), diremos: «No me importa, voy a hablar lo que creo, lo que pienso, lo que opino; voy a expresar la convicción que tengo».

El otro puede reírse, burlarse, no atenderte, criticarte. Todos tenemos libertad de hacer lo que queremos. Lo importante es que al liberar el poder de la palabra habrás soltado algo nuevo y diferente en tu vida. Y al hacerlo habremos entendido que lo importante es poder verte cómo eres, sin máscaras, sin mentiras, sin juegos y sin miedos. Cuando lo hagas sabrás que si algo está fallando en la pareja no es tu culpa, la pareja se hace de a dos, ambos ganan y ambos pierden, ambos se comunican claramente y ambos dejan de dialogar.

Necesitamos saber que el único comportamiento que podemos modificar es el nuestro. Confiemos en nuestra capacidad para comunicarnos. Permítele conocer al otro que este vacío de comunicación, este modelo de vida, no es ni tu sueño ni lo que elegiste para tu vida. No seas buena, sé justa. Y si hay algo que no te gusta o con lo que no estás de acuerdo, no te calles: suéltalo y exprésalo. Tú estás a cargo de tu propio futuro, y debes aceptar la responsabilidad de ser feliz. No esperes que los otros sean quienes decidan y hablen por ti.

Es tiempo de comenzar a estimarnos, a darnos el verdadero valor que tenemos, es tiempo de crecer, de tomar decisiones, de progresar, de ver concretados nuestros sueños. Es tiempo que nos demos el uno al otro respeto, amor, escucha, validación. Es tiempo de dejar de lado las excusas, los enfrentamientos, para poder así reconocer el lugar que el otro ocupa en nuestra vida y darle el amor y el reconocimiento que merece. Comencemos a hablar con un «nosotros» porque sabemos que a pesar de que cada uno tiene metas propias por alcanzar, como pareja, también tenemos un proyecto, y ambos festejamos y nos alegramos con el triunfo y el éxito del otro.

Extracto del libro Estoy Casada Pero Me Siento Sola

Por Alejandra Stamateas

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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