Mujeres Cristianas – Mujeres Independientes 3

 

Continuemos.

Jesús dijo que la niña “no estaba muerta”, de la misma manera la palabra que una vez recibiste no murió, está esperando ser reconocida y te dice: estás prosperada, te veo empresaria, frente a un negocio, multimillonaria, hablando a las naciones completas. Tenés una palabra que aún no se manifestó.

La deuda es una ley contraria que trabaja para achicarte y Dios quiere que te agrandes, transfórmala para que trabaje a tu favor. Si decís “hoy no tengo con qué”, estás haciendo de tu problema algo transitorio.

 

Para que la Ley te Favorezca debes tener en cuenta:

1. Paciencia Activa. “Esperar en el Señor” es la declaración de una espera activa no pasiva, significa “en movimiento”.

2. Perseverancia. Es sostener el deseo y seguir con las acciones. En este punto es donde fallamos muchas veces las mujeres porque queremos, hacemos, seguimos queriendo, pero cortamos el hacer. Comenzamos con el deseo, hacemos todo lo posible para obtenerlo pero no somos perseverantes y tiramos todo abajo.

Perseverancia es no desmayar, y en su tiempo cosecharás. El tiempo dependerá de la dimensión del proyecto y, especialmente, la perseverancia debe ser en los momentos de dificultad.

El deseo más profundo de Demóstenes era ser un gran orador pero nació tartamudo y, para poder lograrlo se colocó piedras en su boca, agrandando así su dificultad. Él pensó que si podía hablar con las piedras en la boca, cuando las quitara, la tartamudez desaparecería y no le costaría hablar normalmente. Amplió su limitación. O sea, para vencer la limitación agrandó su problema y si lo resolvía, su dificultad pasaría a ser secundaria. A veces, para que el problema te parezca sencillo, deberás agrandar tu dificultad.

Ampliando tus limitaciones encontrarás la verdadera medida de tu poder. Descubrirás un poder mayor del que pensabas tener. Quizás tengas que ceder algunas comodidades, dormir menos horas, trabajar más, salir de un trabajo para ir a otro o a tu negocio, mantener dos tareas paralelas. O, como Demóstenes, voluntariamente agrandar tu dificultad para ser independiente, hacer un esfuerzo más, trabajar más horas, hacer gimnasia, ejercitarte en algo, ampliar tu límite y dirás: “la dificultad que tenía era insignificante, una tontería”.

Podés lograr aún más de lo que estás haciendo, te dice Dios. Más ganancias, mejor salud, mejor cuerpo, mejor vida emocional, mayor crecimiento espiritual. Exteriorizá el poder que Dios puso en tu interior y lo arduo desaparecerá, ya no te costará lo mismo, al ampliar el conflicto entrarás en un círculo de poder.

Ser independiente es trabajar sin red. Las mujeres nos arriesgamos siempre que haya un sostén, una red debajo. Red es lo que da seguridad: “lo hago si mi marido me aprueba”, “me arriesgo si mi hijo tiene el dinero para cubrirme”, “si alguien me apoya y felicita entonces me atrevo”.

Ser independiente es trabajar sin la seguridad que hoy tenés. La vida dependiente nos hace aferrar de las seguridades ajenas; para hacer algo buscaremos todo el tiempo en los demás para que nos aporten lo que nos corresponde, porque en definitiva nada es seguro, un esposo, los hijos, un trabajo, la salud pueden ser seguros o no. Pero al ser independiente dirás: “Sólo me tomo del Señor, mi única dependencia es de Él, quítenme la red que hasta ahora me trajo seguridad”.

Arriesgate, sé independiente, buscá qué hay en tu casa. Rompé el espíritu de “no tengo con que”, porque todos tenemos. “Al que tiene se le dará”. Tengo inteligencia, dinero, finanzas, riquezas, sabiduría, alegría, es decir “tengo con qué”.

Ponerme en movimiento para alcanzar lo que deseo no depende de Dios sino de mí; Él quiere darme todo. Debo tener mente de hija no de miseria; una hija sabe que tiene una herencia y por lo tanto debe accionar para recibirla.

Todo lo que observemos en el plano espiritual, lo recibiremos luego en el plano natural. Si tomás la herencia que te corresponde en el plano espiritual declarando “a mí no me falta nada”, lo verás hecho en el plano natural. Por eso hacé que la deuda trabaje a tu favor; pensá en la cifra que adeudás e invertí el proceso, no declares que lo debés sino que tenés ese dinero para pagar, que lo cancelarás en unos días y que te sobrará aún en el nombre de Jesús.

Por Alejandra Stamateas

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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