Matrimonios Cristianos – El Lenguaje del Amor: Tiempo de Calidad 3

 

Continuemos.

Conocí a Patrick cuando tenía 43 años y había estado casado por 17. Luego de presentarse brevemente a sí mismo, se inclinó hacia adelante y dijo, con gran emoción:

—Doctor Chapman, he sido un tonto, un verdadero tonto.

—¿Qué lo llevó a esa conclusión? —le pregunté.

—He estado casado por 17 años —dijo—, y mi esposa me ha dejado. Ahora me doy cuenta cuán tonto he sido.

—¿En qué manera has sido un tonto?

—Mi esposa venía a casa de su trabajo y me contaba los problemas de su oficina. La escuchaba y luego le decía lo que pensaba que debía hacer. Siempre la aconsejaba. Le decía que tenía que confrontar el problema. «Los problemas no desaparecen. Tienes que hablar con las personas involucradas o con tu supervisor. Tienes que tratar con los problemas».

Al siguiente día venía a casa del trabajo y me contaba los mismos problemas. Le preguntaba si había hecho lo que le había sugerido el día anterior. Sacudía su cabeza y decía que no. Así que le repetía mi consejo. Le decía que esa era la manera de tratar con la situación. Venía a casa el siguiente día y me contaba los mismos problemas. Nuevamente le preguntaba si había hecho lo que le había sugerido. Sacudía su cabeza y decía que no. Después de tres o cuatro noches así, me enojé.

Le dije que no esperara ninguna comprensión de mi parte si no quería aceptar el consejo que le daba. No tenía que vivir bajo esa clase de estrés y presión. Ella podía resolver el problema si simplemente hacía lo que le decía. Me dolía verla vivir bajo tal estrés, porque sabía que no tenía que ser así. La próxima vez que me trajera el problema le diría: «No quiero oírlo. Te he dicho lo que debes hacer. Si no vas a escuchar mi consejo no quiero oírlo».

—Entonces me aparté y me dediqué a mis asuntos —continuó—. ¡Qué tonto fui! Ahora me doy cuenta que ella no quería mi consejo cuando me contaba sobre sus dificultades en el trabajo. Quería simpatía. Quería que la escuchara, que le brindara atención, que le hiciera saber que yo podía entender su estrés, su dolor, su presión. Quería saber que la amaba y que estaba con ella. No quería consejo. Solamente quería saber que yo entendía. Pero nunca traté de entender. Estaba demasiado ocupado dando consejos. Y ahora ella se ha ido.

¿Por qué no se pueden ver estas cosas cuando uno está pasando por ellas? —preguntó—. Fui ciego a lo que estaba pasando. Solamente ahora entiendo cómo le fallé.

La esposa de Patrick había estado suplicando conversación de calidad. Emocionalmente, anhelaba que él pusiera su atención en escuchar su dolor y frustración. Patrick no se preocupaba por escuchar sino en hablar. Escuchó solamente lo suficiente para oír el problema y formular una solución. No escuchó lo suficientemente bien para oír el clamor por apoyo y entendimiento.

Muchos de nosotros somos como Patrick. Estamos entrenados para analizar los problemas y buscar soluciones. Olvidamos que el matrimonio es una relación, no un proyecto para ser completado ni un problema para ser resuelto. Una relación pide un escuchar comprensivo, con el propósito de entender los pensamientos, sentimientos y deseos de la otra persona.

Debemos estar dispuestos a dar consejo sólo cuando es solicitado y no de una manera condescendiente. La mayoría de nosotros tiene poco entrenamiento para escuchar. Somos mucho más eficientes en pensar y hablar. Aprender a escuchar puede ser tan difícil como aprender un idioma extranjero, pero debemos aprender si queremos comunicar amor. Eso es especialmente verdad si el lenguaje principal de amor de su cónyuge es tiempo de calidad, y si su dialecto es conversación de calidad. Sugiero el siguiente resumen de informaciones prácticas.

 

A. Mantenga Contacto Visual Cuando su Cónyuge Habla.

Eso impide que su mente se distraiga y le asegura a él o ella que tiene toda su atención.

 

B. No Escuche a su Cónyuge y Haga Algo Simultáneamente.

Recuerde: el tiempo de calidad da a alguien su atención total. Si usted está mirando, leyendo o haciendo algo en lo que está profundamente interesado y no puede sacar de allí su atención inmediatamente, diga a su esposa la verdad. Una manera positiva podría ser: «Sé que tratas de hablar conmigo y yo estoy interesado en escucharte y quiero darte toda mi atención. No puedo hacer eso ahora, pero si me das diez minutos para terminar esto, me sentaré y te escucharé». La mayoría de las esposas respetarán tal petición.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Los Cinco Lenguajes del Amor”

Por Gary Chapman

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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