cristo-responde-a-nuestra-necesidad-de-amorMatrimonios Cristianos – Cristo Responde a Nuestra Necesidad de Amor 2

 

Continuemos.

Aunque sucedió hace más de 25 años, re­cuerdo que le dije a mi futura esposa tres semanas antes de la boda: «Imagínate, Peg, tres semanas más y vamos a compartirlo todo. Compartiremos las cosas hermosas y las feas. Compartiremos las cosas difíciles y las fáciles. Compartiremos juntos todo lo que es la vida».

Después de 25 años de matrimonio, tengo que admitir que cuando mi hijo vomita a las tres de la mañana y mi esposa está limpiando la suciedad, no tengo deseos de compartir con ella. No sé cómo hace usted, pero por lo general me doy vuelta en la cama simulando que todavía estoy dormido. Por la mañana mi esposa excla­ma: ¡Bart se vomitó anoche! Respondo con sorpresa fingida: ¿Cierto?

Sospecho que mi esposa me hace lo mismo cuando soy yo el que se levanta para limpiar la suciedad.

Hay otra historia que puedo contar que evidenciará la declinación de mi romanticismo. (Debo admitir que es una de mis favoritas.) Una noche venía de Nueva Jersey con mi familia de regreso a casa,  cuando de repente mi esposa, que había estado sentada en silencio a mi lado, exclamó patéticamente: ¡Míranos! ¡Míranos!

¡Estoy mirando! — respondí yo —. ¿Qué pasa?

¡Mira donde estás sentado!

-Estoy conduciendo el auto — respondí yo —. Cuando estoy conduciendo el auto, encuentro que es mejor sentarme detrás del volante. ¿Qué te molesta?

Ella apuntó al auto enfrente y dijo: — ¡Míralos! ¡Míralos a ellos!

Miré al auto que iba delante y el conductor parecía tener dos cabezas, y supe lo que mi esposa estaba pen­sando. Sin pronunciar otra palabra conduje hasta que encontré un lugar para estacionar el auto en uno de esos puntos especiales diseñados para las parejas. Estaba en la mismísima orilla del río. Los que estaban en los otros autos se ocupaban sin duda en el «juego del amor». (No había manera de saberlo porque todas las ventanillas estaban empañadas). Nuestros hijos todavía estaban dormidos en el asiento de atrás. Apagué el motor, encendí las luces de estacionamiento, estiré los brazos y abracé a mi esposa. En la acción de halarla hacia mí, le di vuelta para recibirla en mis brazos. Lamentablemente, en el proceso se golpeó la cabeza con el volante.

¿Qué haces? — preguntó ella.

Estoy mostrándome romántico — dije yo.

Llévame a casa — respondió disgustada.

-No puedo ganar — dije consternado—. Si no soy romántico, lloras; y si me pongo romántico, te disgustas.

No me interprete mal. Sólo porque no soy del tipo que la vuelve loca no significa que no la ame. Todo lo opues­to. Hoy estoy más enamorado de ella de lo que estaba el día que me casé. Además, debo preguntarme seriamente si de veras la amaba el día de nuestra boda. Yo estaba románticamente estimulado cuando ella desfiló por el pasillo y llegó hasta mí en el altar. Pero ahora tengo que dudar si todos esos sentimientos románticos eran amor o no.

No es que yo no entienda el romance o no logre apreciar su maravilla y su emoción. Sencillamente quiero afirmar que el amor llega más profundo que el romance. Además, el lenguaje bíblico establece la diferencia. Tiene palabras distintas para el amor, y cada una de ellas tienen una connotación diferente de la experiencia emocional.

Muy cerca de nuestro concepto de romance está la palabra griega erós. Es la palabra de donde obtenemos el término «erótico». La segunda palabra griega para amor es phileó. Esta segunda clase de amor es el que se desarrolla entre dos personas comprometidas con igua­les metas y propósitos en la vida. Es el que surge entre personas que comparten creencias e intereses comunes. Es un amor que une a dos personas que establecen un compromiso en su vida. La tercera clase de amor del que hablan los griegos es ágape. Esa es una clase especial de amor que produce valor en el objeto de amor. Nos valdría la pena analizar con cierto detalle los dos últimos tipos de amor.

Platón dijo algunas cosas interesantes acerca del amor que nos ayudarán a comprender el significado de la palabra phileo. Él nos pide que imaginemos un triángulo. A lo largo de la base de ese triángulo imaginario, Platón pide que arreglemos todas las cosas en la vida que consideramos significativas e importantes. A medida que la base del triángulo se mueve hacia el ápice, dice él, la base se hará más y más pequeña, dejando espacio cada vez para menos cosas.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Es Viernes Pero el Domingo Viene”

Por Tony Campolo

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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