Poesías Cristianas – El Carpintero
El cepillo acaricia las vetas,
de aquel cedro perezoso y dolido,
dando a luz espectros de madera
que nacen, se encorvan, besan la tierra,
cediendo al empuje certero
de las manos firmes del carpintero.
Blanco el almendro. Verde aquel olivo.
Y el álamo gimiendo al ritmo…
sereno, del cincel bajo el martillo.
Marcos y sillas, arcas y mesas;
sueños que brotan de aquellas maderas,
y de sus manos, caudal de asperezas.
Nazaret conoce al carpintero.
Creció junto a los cedros del sendero;
creció entre sonrisa y juegos;
entre formones, cepillos y metros.
Labrando y dibujando el madero
jugaba el pequeño al carpintero.
Transcurrieron años de aquel ayer.
Sus manos deseosas de aprender
sujetaron clavos y martillos.
El boj, cansado de intentos fallidos,
aguarda el surco del clavo enemigo.
¡Certero el golpe! Niño has aprendido.
El carpintero labra la madera
Dándole forma de cruz siniestra.
La demanda del imperio apremia.
En el horizonte aparecen fantasmas,
seres inmóviles que presagian
vileza, tiranía y desgracias.
Los pensamientos del carpintero
se proyectan, sujeto a aquel madero.
La cruz refleja su propósito eterno:
Juicio, amor, libertad del averno.
Una cruz que hoy se rinde gimiendo,
anticipando el amor y el tormento.
Escribí esta poesía en el año 1993 (¡cuánto tiempo!) porque siempre me llamó la atención esa etapa de la vida del Señor. Un adolescente trabajando en la carpintería de su padre adoptivo, aprendiendo el oficio, pero con un propósito de vida establecido desde la eternidad. Cuántas cruces habrán construido, padre e hijo, para el Imperio Romano, y en una de ellas nos reconciliaría con Dios.
Por Edgardo Tosoni