mwide_73Sanidad Interior – La Ley de las Palabras 2

 

Continuemos.

 

2. El poder de las palabras.

Nada sucederá hasta que no lo determines. Declarate sano, prosperado, restaurado y bendecido. No nos movemos por lo que vemos, nos movemos por fe.

Todo lo que confieses con tu boca, con fe, todo lo recibirás.

A. Palabras que traen maldiciones.

B. Hablar en positivo.

Dios le dijo a Abraham: “Te bendeciré y serás bendición”. Habló en positivo. Mencionó lo que haría, no lo que no haría.

Confesar, declarar y determinar en positivo siempre te impulsará a la conquista de tus éxitos. Tus palabras tienen que ser las palabras de Dios. Necesitamos aprender la palabra para poder confesarla.

Confesá una y otra vez la Palabra, no te cansés de hacerlo. Cuando leas la Biblia, leé en voz alta. Hablá la verdad y declarála.

Hablá las palabras que Dios habla y descubrí el poder de pronunciarlas y creerlas.

La batalla de David contra Goliat fue una batalla de palabras.

El poder de Goliat no era su tamaño, sino su voz que infundía miedo, preocupación y terror. Pero David también sabía que la victoria estaba en su boca (1º Samuel 17).

El poder de tu problema no es el tamaño que ese problema pueda tener sino qué hablás y declarás sobre él.

Guerra espiritual no es ungir con aceite por todos lados, sino: Dios te dijo, el diablo te dijo, Dios te dijo. El que se mantiene con la palabra correcta y el que habla la palabra correcta vence.

Por lo tanto, necesitás salir del nivel de la emoción: “Yo opino”, “a mi me gusta”, “a mi me emociona”, “no estoy de acuerdo”, “no sé que me pasó”, “mis nervios me afectan”, etc. Todo esto es del alma. Pero tenés que elevarte al plano de la fe.

Necesitamos aprender a hablar fe. Fe es hablar lo que Dios habla. Lo que él prometió lo hará. (Josué 1).

 

3. La claridad y la veracidad de la información recibida.

Toda palabra que sale de tu boca debe ser clara. Debe ser una declaración que no traiga confusión ni dobles mensajes. Quitá de tu vocabulario el “tal vez”, “quizás”, “puede ser”, “no sé”, “no estoy seguro”, y cambialos por “yo sé”, “yo declaro”, “yo determino” lo que la Palabra dice que soy, lo que tengo y poseo por ser un hijo de Dios.

Dios piensa en planes y cuando te habla, te dará una Palabra que irá completando los planes que tengas en cada área de tu vida.

Necesitamos aprender a entrar en la presencia de Dios, a amar su presencia, para que se nos sea revelado lo que el Señor tiene para nosotros.

Habla como Dios habla y tendrás resultados extraordinarios y el milagro que estás esperando llegará a tu vida.

 

4. Nuestro hablar debe ser igual al hablar de Jesús.

A. Jesús tenía autoridad (Lc.4:32).

B. Sabía cómo decir las cosas, tenía gracia (Lc.4:22).

C. Era una fuente de ideas inspiradas (Mr.12:37).

Pensaba bíblicamente.

D. Tenía palabras de vida (Jn.6:66-68). 

E. Sus palabras eran fe.

Jesús pasó por la traición, el abandono, la crueldad, el dolor físico y emocional, la oposición, el desengaño, el ataque, la calumnia, el abandono, etc., pero sus palabras siempre fueron: “Sé sano”, “levántate”, “quiero, sé limpio”, “cállate, enmudece”.

Es tiempo de que mastiqués la Palabra, que la pensés, que la hablés, que la soltés y te calibres a ella. Si en tu boca están las palabras de Dios siempre estarás en victoria y todo lo que hagás prosperará (Sal.1).

De día y de noche revisá tus pensamientos para que sean los pensamientos de Dios. Que la palabra esté en tu espíritu y en tu mente y todo te saldrá bien.

Extracto del libro «Las 7 Leyes de la Sanidad Interior»

Por Bernardo Stamateas

Adaptado por Edgardo Tosoni

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