minhkoi.net-472-12Predicaciones Cristianas – Cristianos de Palabra 2

 

Dios Quiere Que Seas Integro en tu Hablar (2º parte)

También han oído que se dijo a sus antepasados: «No faltes a tu juramento, sino cumple con tus promesas al Señor.» Pero yo les digo: No juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer que ni uno solo de tus cabellos se vuelva blanco o negro. Cuando ustedes digan «sí», que sea realmente sí; y cuando digan «no», que sea no. Cualquier cosa de más, proviene del maligno. (Mateo 5:33-37. Nueva Versión Internacional).

Este texto forma parte del Sermón del Monte. Un poco antes, Jesús ha dicho que no vino a quitar las enseñanzas del Antiguo Testamento (esto significa la expresión “la Ley y los Profetas”), sino a cumplirlas y a explicar su verdadero sentido, alcance y profundidad, para que sus discípulos también las cumplan cabalmente. La entrada al Reino de Dios está reservada para quienes tienen esta clase de obediencia (Mateo 5:17-20).

A continuación Jesús se refiere a la enseñanza del Antiguo Testamento. El primero es la proscripción del homicidio. Ciertamente, no hay que asesinar; pero el enojo mismo ya es digno de condenación (Mateo 5: 21-26). El segundo es el matrimonio. La Ley de Moisés prohibía la infidelidad conyugal. Jesús añade que existe un adulterio del corazón, tan serio como el físico. Afirma además que, si bien la Ley antigua permitía el divorcio, éste solamente se justifica por causa de infidelidad (Mateo 5: 27-32). En otra parte declaró que el divorcio fue una concesión, pero la voluntad de Dios es la perpetuidad del vínculo conyugal (Mateo 19:1-12).

A primera vista, al lector moderno puede parecerle que, luego de plantear semejantes desafíos tan actuales, la cuestión de los juramentos es de importancia relativamente menor. Puede haber sido importante para los primeros oyentes, pero ¿en el siglo XXI? Después de todo, ¿quién de ustedes anda por ahí jurando por el cielo, por la tierra o por Jerusalén?

No obstante, si el tema era tan serio para nuestro Señor Jesucristo, seguramente debe de ser importante para nosotros hoy. Como encargado de trasmitir la Palabra de Dios, estoy obligado a decirte que esta enseñanza, correctamente entendida, tiene para ti y para mí tanta trascendencia como las anteriores, o incluso mayor. Es vital para nosotros, aquí y ahora. Si de veras entiendes lo que Jesús quiere decir, te aseguro que experimentarás un profundo cambio en tu vida y en la vida de los que te rodean. Para que te quede bien claro, sin embargo, es necesario examinar lo que el Antiguo Testamento enseñaba sobre los juramentos. Es un camino indirecto, pero vale la pena un pequeño esfuerzo cuando hay tanto por ganar. No se trata de fórmulas, sino que está en juego nada menos que la verdad.

 

Los Juramentos en el Antiguo Testamento.

Excepto en situaciones judiciales (Levítico 5:1), proferir un juramento o hacer un voto no era un asunto obligatorio, sino voluntario. Un juramento podía ser testimonial (declarar la verdad de algo) o promisorio (comprometerse a hacer, o a no hacer, algo). El capítulo 30 de Números está enteramente dedicado al tema. En una obra de referencia se explica:

Jurar en el Antiguo Testamento era dar la propia palabra sagrada e inquebrantable en testimonio de que quien juraba realizaría fielmente alguna obra prometida, o se abstendría fielmente de realizar una mala acción (…) Ocasionalmente alguien juraba que reconocía libremente una verdad y la seguiría reconociendo en el futuro.

Los juramentos eran hechos por hombres y mujeres para atestiguar su inocencia delante de los jueces (Éxodo 22:11); para hacer votos de realizar alguna acción futura (Josué 2:17, 20…); para renovar su devoción al Señor (1 Crónicas 15:15) y para declarar lealtad a un personaje importante (Nehemías 6:18). (Harris y col., 2: 900, 901).

Un hecho fundamental para entender el verdadero sentido de las palabras de Jesús es que en el Antiguo Testamento es Dios mismo quien ordena que los israelitas solamente juren por Él:

«A Yahveh tu Dios temerás, a él servirás, por su nombre jurarás. A Yahveh tu Dios temerás, a él servirás, vivirás unido a él y en su nombre jurarás». (Deuteronomio 6:13; 10:20, Biblia de Jerusalén).

Esto significa que cada vez que alguien juraba, estaba literalmente poniendo a Dios como testigo de su veracidad y sinceridad. Más aún, según Génesis 22:16 (y otros textos) Dios jura por sí mismo. En Hebreos 6: 13-20 se nos explica que esto tenía el propósito de trasmitirnos la más absoluta certeza de la promesa divina. Mientras que los hombres juran por Dios, que es mayor que ellos, Dios no puede jurar por nada más santo ni más grande que sí mismo.

Podría añadirse mucho más, pero lo dicho debe bastar para intrigarnos ante las palabras de Jesús: “Pero yo les digo: No juren de ningún modo…”. Aunque sea difícil de digerir, es fácil de ver cómo Jesús, en el caso del homicidio y del matrimonio, completó lo que la Ley no decía. Pero en el tema que nos ocupa, pareciera que Jesús quisiera cambiar la Ley, cosa inconcebible según sus propias palabras (Mateo 5:17-20).

En este sermón Jesús dice antes a sus oyentes que no ha venido para abolir la Ley, sino para cumplirla. En Jesús se encarna el cumplimiento de la Ley. Ya no es meramente un código escrito que apunta a la rectitud – se le da un corazón. Es  vivida desde el mismo ser de Jesús y así, ahora refleja perfectamente la propia rectitud de Dios en forma humana. (Deddo y Deddo, Matthew 5:33-37).

¿En qué consiste “cumplir la Ley” en el tema que nos ocupa? Algunos cristianos han pensado que, lisa y llanamente, los discípulos de Jesús no deben jurar nunca y por ninguna razón. Tal es la enseñanza y la práctica de la Sociedad de Amigos, más conocidos como los Cuáqueros. Lo mismo creen los Testigos de Jehová.

Sin embargo, con el debido respeto, creo que el asunto no es tan simple. Un estudioso del siglo XIX explicó muy bien por qué es dudoso que se trate simplemente de una prohibición de jurar:

1) Porque, si fuera cierto, entonces en este caso nuestro Señor estaría directamente repudiando parte de la ley moral dada por Moisés, en lugar de completarla y expandirla, como en el caso de los mandamientos sexto y séptimo. [Jesús] estaría destruyendo, no cumpliendo.

2) Porque nuestro Señor mismo contestó, cuando antes había guardado silencio, a una abjuración formal solemne (Mateo 26: 63-64)1 y San Pablo emplea repetidamente tales formas de testimonio (Romanos 1:9; 1 Corintios 15:31; 2 Corintios 1:23; Gálatas 1:20; Filipenses 1:8).

3) Porque el contexto muestra que el pecado que nuestro Señor condenó fue el uso liviano de juramentos en la conversación común, y sin verdadera reflexión sobre su significado. Tales juramentos en la práctica implicaban irreverencia, y eran por tanto inconsistentes con el temor de Dios. (Plumptre, p.28).

Si lo anterior es correcto, ¿a qué se refiere este autor cuando menciona el “uso liviano” de juramentos? ¿No enseñaba el Antiguo Testamento que eran declaraciones extraordinariamente solemnes?

(CONTINÚA…)

Por Dr. Fernando Saraví

Tomado de deloslibres.org.ar

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