Predicaciones Cristianas – El Efecto de las Palabras en el Mundo Natural 3

 

Continuemos.

Con frecuencia los cristianos bien intencionados, pero demasiado celosos, que no usan el sentido común, han afectado negativamente a otras personas que los ven como seres extraños, venidos del espacio exterior.

No olvidemos que nosotros los cristianos hablamos un lenguaje que el mundo no entiende. No sería conveniente decirle, por ejemplo, a un no creyente: «Bueno, bendito el Señor, el diablo pensará que me enfermó, pero yo no le recibo la enfermedad, porque he sido sanado por las heridas de Cristo»

Esta forma de hablar no muestra amor o consideración por la persona que pregunta, especialmente si sabemos que él o ella  no comprenden lo que les decimos.

La gente ha utilizado ese tipo de lenguaje conmigo, y aunque yo sé de qué hablan, siempre lo siento como una cachetada en mi cara. Generalmente estas personas son muy ásperas en su actitud y sus modales. Se obsesionan tanto por la sanidad que son insensibles al Espíritu Santo. No se detienen a considerar cómo sus palabras pueden afectar a quienes sólo están procurando mostrar amor a través de su preocupación e interés por su salud.

Aun entre creyentes, que nos entendemos unos a otros, podemos actuar «no estando de acuerdo con la enfermedad», pero sin ser ásperos.

Muchas personas que creen actuar en niveles muy altos de fe, no muestran ningún fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23), especialmente el fruto del amor, el camino más excelente, del cual nos dice el apóstol Pablo que no se irrita ni hace nada indebido (1º Corintios 13:5).

Debido a que la fe actúa por el amor, según Gálatas 5:6, dudo que mi fe produzca resultados y que pueda recibir mi sanidad si soy descomedida con otros.

La gente no tiene la intención de ser descomedida, sencillamente han perdido el equilibrio. Piensan que si admiten estar enfermos, están haciendo una confesión negativa. Si están enfermos y ese hecho es obvio ante todos, ¿por qué razón negarlo?

La verdad es que Jesús es nuestro Sanador, y la verdad tiene más poder que los hechos.

Mi vida era confusa como resultado de haber sufrido abuso la mayor parte de ella. El asunto ahora es que soy sana por el poder de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo. No tuve que negar en dónde estaba para llegar a donde estoy ahora. Tuve que descubrir cómo hablar de mis circunstancias de manera positiva, y permitir que mi conversación se llenara con esperanza en lugar de desesperanza, y con fe en lugar de la duda.

Como imitadores de Dios debemos hacer lo que Él hace: hablar de las cosas que no son como si fueran (Romanos 4:17).

Podemos hacerlo sin ofender a las personas que quizá no lo comprenden. Podemos «proclamar e! decreto» en privado; luego, cuando alguien nos haga preguntas, con seguridad encontraremos la manera de continuar siendo positivos sin que la persona piense que los cristianos son seres raros del espacio exterior, cuyas creencias son todas extrañas.

Las personas no espirituales necesitan recibir enseñanza, y nosotros también.

El apóstol Pablo lo entendió así. Eso es lo que quiso decir cuando le escribió a la iglesia de Corinto: «Pero el hombre natural, no espiritual rehúsa, a aceptar, recibir o admitir en su corazón los dones, enseñanzas y revelaciones del Espíritu de Dios porque le son locura (tonterías sin sentido); y es incapaz de conocerlos (reconocerlos y comprenderlos progresivamente, y llegar a familiarizarse con ellos) porque se deben discernir y apreciar espiritualmente» (1º Corintios 2:14).

En un pasaje posterior, Pablo le continúa diciendo a los Colosenses: «Compórtense con sabiduría (vivan prudente y discretamente) en sus relaciones con los de afuera (los no cristianos)… Que sus palabras sean siempre congracia (agradables y con simpatía) sazonadas (como) con sal, que sepan responder a cualquiera (que los interrogue)» (Colosenses 4:5-6).

En otras palabras Pablo les dice a los creyentes de su época, y a nosotros: «Cuiden la forma cómo hablan a quienes no están en su nivel espiritual. Sean sabios y usen e! sentido común. En esto déjense guiar por el Espíritu Santo».

Extracto del libro “¡Esta Boca Mía!”

Por Joyce Meyer

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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