Sermones Cristianos – Ya Tienes la Sanidad 3
Continuemos.
Convierta una promesa de sanidad en afirmación y siga declarándola hasta que esté completamente convencido de su realidad, hasta que la crea en su corazón sin vacilar, y verá que sus síntomas desaparecen. En la palabra hablada hay poder para aclarar y fortalecer la fe.
Hace mucho, usted descubrió que cada vez que testifica acerca de alguna experiencia espiritual, dicha experiencia se refuerza. Al pronunciar la palabra de fe de manera audible, declarando la verdad del hecho, fortalecerá su fe en dicho hecho; y hará la verdad tan clara y real a su conocimiento que se realizará un contacto positivo a través del cual, el poder de resurrección, que aunque invisible permanece en usted, se manifestará en su cuerpo.
Reforzando el Contacto
Sin duda ha oído hablar de personas, quienes a base de contar tan a menudo una mentira, han llegado a creérsela ellas mismas. Si mediante la palabra hablada un hombre puede convencerse a sí mismo de que una mentira es verdad, ¿por qué no podemos usted y yo, mediante la palabra hablada, persuadirnos de la verdad de un hecho que tiene su fundamento en la infalible Palabra y promesa de Dios?
Jesús dijo: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos» (Juan 15:5). Nosotros sabemos que la misma vida que está en la vid, está asimismo en los pámpanos; por lo tanto, todo verdadero hijo de Dios nacido de nuevo tiene derecho a decir, a pesar de los síntomas contrarios: «Ya que soy una rama de la Vid verdadera, tu vida es mi vida; estoy perfectamente sano».
En 1º Corintios 6:15, Pablo dice: «¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?»
Y en Efesios 5:30, expresa: «Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos». Como consecuencia de ello, a todo creyente verdadero la Escritura le da la facultad de decir: «Por cuanto soy un miembro de tu cuerpo, tu vida es mi vida, y soy sanado constante y gloriosamente».
Repita dichas afirmaciones en voz alta muchas veces al día. Pase cinco, diez o quince minutos diarios haciendo dichas declaraciones en voz alta, y verá que son verdad, y que la vida de resurrección de Cristo se manifiesta en su cuerpo mortal. Sus síntomas desaparecerán; se desvanecerán en proporción directa a la claridad y a la fuerza de su fe. En el momento en que su fe sea perfecta, será completamente liberado: «Conforme a vuestra fe os sea hecho».
Muchas personas han titubeado en decir que estaban sanadas antes de que sus síntomas desaparecieran, porque temían que de hacerlo, estarían diciendo una mentira. Reconociendo que la sanidad está en Cristo, y Cristo en usted, no tiene que tener temor de declarar atrevidamente que está sanado; ya que tiene en su interior la fuente de la vida y de la salud.
Sólo he estado tratando de mostrarle cómo desarrollar una fe perfecta. Siga estas instrucciones al pie de la letra y obtendrá buenos resultados. ¡Gloria a Dios!
La Palabra de Dios es Segura
Quizás todavía se esté preguntando cómo puede decir que está curado cuando los síntomas aún permanecen. Según las apariencias, el sol gira alrededor de la tierra; sin embargo, el científico dice que, por el contrario, es la tierra la que gira alrededor del sol. Y usted pasa totalmente por alto el testimonio de sus sentidos y acepta la palabra del científico.
¿Recuerda lo escéptico que se sintió cuando leyó por primera vez que en realidad el sol no daba la vuelta a la tierra cada veinticuatro horas? Y, sin embargo, ahora usted acepta esa palabra, y declara atrevidamente que es cierta; aunque todavía, según todas las apariencias, parezca lo contrario.
¿Se negará a poner tanta confianza en la Palabra de Dios como en la del científico? Cuando Dios dice: «Yo soy Jehová tu sanador», acéptelo de la misma manera que acepta la palabra del científico. Ignore los síntomas, que no son más que apariencias, y crea en la realidad, que es la vida de Cristo en usted.
Accione el interruptor afirmando, declarando, testificando y alabando, y comprobará por sí mismo que el poder sanador que ya está en su interior se manifestará en su cuerpo.
Extracto del libro “Destinados a Vencer”
Por Paul E. Billheimer