Predicaciones Cristianas – La Iglesia del Siglo XXI 2

 

Continuemos.

Me encanta la figura de los discípulos camino a Emaús. El Señor resucitado caminaba a su lado, pero sus ojos estaban embargados. Sus pensamientos no podían salir de Jerusalén y los últimos y convulsivos acontecimientos de esa semana anterior. No habían podido reconocer al divino Maestro. Es, precisamente, cuando «Él parte el pan» que se abren sus ojos y reconocen al Señor. Luego ellos mismos dan testimonio y dicen: «¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?» (Lucas 24.32).

La Iglesia del siglo 21 tendrá líderes que sabrán partir el pan de la Palabra. Cuánto me gusta la amonestación de Pablo a su discípulo Timoteo, el joven pastor: «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad» (2 Timoteo 2.15). No le dijo: «Serás aprobado por tu gran dinamismo, por tus buenos planes, por la imagen que presen­tas, por tu magnífica capacidad administrativa». Sin duda, algunas de estas cosas son buenas y necesarias en su tiempo oportuno. Pero le dijo que sería aprobado por Dios y no se avergonzaría si como el sastre experto podía cortar bien la tela de la Palabra. Es que el pastor, además de velar por el rebaño, tiene que ser «apto para enseñar».

 

Descentralización del Ministerio.

La tercera cosa que se producirá en la Iglesia del siglo 21 es una descentralización del ministerio. ¡Qué des­gracia el marcado clericalismo en el cristianismo moderno!

El concepto actual dice que la iglesia ayuda al pastor para que este haga la obra del ministerio. Le paga un salario, ora por él, se reúnen en comités, le apoyan de diferentes maneras, pero el pastor es el que tiene que hacer el trabajo. En la Biblia el concepto es totalmente diferente. Pablo le dice a los efesios que «Él mismo constituyó a unos, apóstoles: a otros, profetas; a otros evangelistas; a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (Efesios 4.11-12).

Qué interesante es que incluya al evangelista entre los que preparan a los santos para hacer la obra del ministerio. Es decir, el evangelista no solo es un proclamador de la Palabra, sino también un capacitador, formador de los santos.

El pastor es como el director técnico de un equipo de fútbol. El equipo es el que juega el partido y gana el campeonato. Claro que a veces el director técnico se mete en el campo de fútbol y también hace su gol. Pero los que tienen que jugar el partido y ganar el campeonato son los miembros del equipo. El trabajo de estos ministros, mencionados en Efesios 4.11, es capacitar, equipar, madurar, perfeccionar a cada uno de los miembros del cuerpo para que hagan el trabajo del minis­terio cristiano. Entre otros: adorar y alabar, proclamar el evangelio, discipular a los recién convertidos, tener comunión con los hermanos y servir tanto a los de la familia de la fe como a los necesitados del mundo.

La Iglesia del siglo 21 no tendrá el centro en el púlpito. El centro estará en las bancas, en la gente común. Se le ha hecho mucho daño a la iglesia porque el culto mismo se ha convertido en una especie de obra teatral donde los actores se suben al escenario y desde allí presentan su obra. Los que quedan en las bancas son espectadores. Luego, esos mismos actores hacen todo el resto del trabajo de la iglesia. Si quitamos este concepto erróneo y descentralizamos el púlpito dejando que todos los miembros participen muy activos en el culto a Dios, lo normal es esperar que esta gente que de verdad y personalmente se ha encontrado con el rostro de Dios salga para servir y hacer la obra del ministerio.

La iglesia actual se puede comparar con un barco de paseos turísticos. Las personas que se convierten a Cristo son como los viajeros que compran su boleto y se ubican cómodamente sobre la cubierta para mirar la ribera. Mientras tanto el pastor levanta las velas, iza el ancla, distribuye el café y las galletas, mantiene el timón. Si alguna persona se cae al agua, hasta se lanza junto a ella para salvarla. Es el hombre orquesta: administra, visita, predica, enseña, construye, limpia, escri­be, hace mandados, vela, saluda, despide. Es chofer, esposo, papá, amigo, consejero, etc.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “El Poder de su Presencia”

Por Alberto Mottesi

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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