Predicaciones Cristianas – Olor a Pólvora… 3

 

Continuemos.

3. Olor a Pólvora y Oídos Abiertos a la Voz de Dios.

“Jehová el Señor me abrió el oído, y yo no fui rebelde, ni me volví atrás” (Isaías 50.5).

Un hombre de negocios, presbiteriano, en su tiempo de oración escuchó hablar a Dios: «Ve a la ciudad de Londrinas y dile que ore por ella misma», le dijo el Señor. La referida ciudad pertenece a la República de Brasil. Si hubiera sido un predicador como yo, tal vez hubiera citado a una reunión de pastores para estudiar si la palabra realmente venía del Señor. Luego estudiarían del hebreo, del griego y el arameo. Después de ocho años de profunda investigación y erudición bíblica, hubieran remitido su infor­me a una convención. Como el Informe llegó tarde, la conven­ción lo pasaría para tratarlo en su siguiente reunión dos años después. ¡Pasarían diez años y aún no se habría orado!

Como hombre de negocios, que era al fin y al cabo, se levantó y dijo: «Ya sé lo que he de hacer». Se fue y contrató 30 enormes cartelones, de los que se ubican en las carreteras y grandes avenidas, de diez metros de ancho por cinco de alto, y mandó que se escribiera a cada uno una sola frase: «Oremos por Londrinas». Los mandó a colocar estraté­gicamente en todas las áreas visibles de la ciudad, sus caminos, entradas y salidas.

Luego fue a hablar con el dueño y director del periódico principal de la ciudad.

—¿Vio los cartelones? —le preguntó.

—¡Sí y me tienen asombrado!

—¿Y qué va a hacer usted?

—¿Qué podría hacer? —dijo el director del periódico.

—Usted podría usar páginas del diario invitando a la gente a orar por la ciudad de Londrinas —le respondió el negociante cristiano. Como resultado de la fe de un hombre de negocios que oye la voz de Dios, la junta de directores del periódico, establecida para hacer dinero con su empresa, cedió gratui­tamente espacio en sus páginas por valor de cuarenta mil dólares, llamando a los diferentes grupos de la sociedad a orar por la ciudad.

Luego, el laico presbiteriano fue a hablar con el ejecutivo más alto de la compañía de teléfonos.

—¿Vio los cartelones? ¿Leyó las páginas del periódico?

—¡Sí, y me tienen asombrado! —dijo el ejecutivo.

—¿Y qué va a hacer? —le dijo el laico presbiteriano.

—¿Qué podría hacer? —respondió el ejecutivo de la com­pañía de teléfonos.

—Usted podría donar líneas de teléfonos para que llame­mos a cada persona de la guía telefónica y oremos por ella y su familia —replicó el cristiano.

Como resultado de la fe de un laico que oye la voz de Dios, la junta directiva de la compañía de teléfonos, establecida para hacer dinero, cedió gratuitamente cinco mil líneas de teléfonos. Nuestro hermano reclutó a centenares de volunta­rios y comenzaron a llamar persona tras persona de la lista del directorio telefónico. Dicen que nadie rechazó la oración. Uno de los voluntarios, un tanto juguetón y cansado de seguir el orden de la lista, marcó cualquier número al azar. Cuando alguien contestó su llamada, enseguida le dijo que llamó para orar por él.

—¡Qué extraño! Es la primera vez que una persona va a orar por mí.

—¿Con quién estoy hablando? — preguntó el voluntario.

—Soy el jefe de policía de esta ciudad —fue la respuesta.

Nuestro hermano se dio cuenta que todo esto escapaba de su control. Así que convocó a los pastores de la ciudad para explicarles lo que estaba sucediendo. Mientras lo hacía, un pastor se levantó de la última banca y, aunque el tema no tenía nada que ver con el asunto que se estaba tratando, muy conmovido dijo:

—He hablado mal de aquel otro pastor, necesito que me perdone.

De pronto, desde la primera fila de bancas se levantó el presidente de un importante concilio y dijo:

—Por capricho eché de mi concilio a ese otro pastor y necesito que me perdone.

Me cuentan que terminaron abrazándose y orando unos por los otros. Compartieron la Cena del Señor y practicaron el lavamiento de pies. Como consecuencia de la fe de un laico que oye la voz de Dios, en esa ciudad se han organizado 20000 células en igual número de hogares para predicar en los vecindarios la Buena Nueva del evangelio y para orar por las necesidades del pueblo.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “El Poder de su Presencia”

Por Alberto Mottesi

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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