Predicaciones Cristianas – Gestos Genuinos de Fe 2

 

Continuemos.

La fe no trata de creer que Dios hará lo que uno quiere. La fe es creer que Dios hará lo correcto.

Mateo 5.3. La economía de Dios está de patas para arriba (¡o está en posición correcta y la nuestra está de patas para arriba!) Dios dice que cuanto más desahuciada sea la circunstancia que le toque, más cercana está su salvación. Cuanto más sean sus aflicciones, más genuinas serán sus oraciones. Cuanto más oscura sea su habitación, mayor necesidad tendrá de luz.

Una mujer sana jamás habría apreciado el poder proveniente de tocar el borde de su ropa. Pero esta mujer estaba enferma. Y cuando su dilema se encontró con su decisión, ocurrió un milagro. Su participación en la sanidad fue muy pequeña. Sólo extendió su brazo entre la multitud. «Si logro tocarlo siquiera».

Lo que importa no es la forma del esfuerzo sino el esfuerzo en sí. Es más, ella hizo algo. Se negó a aceptar su enfermedad siquiera un día más y decidió ponerse en movimiento.

La sanidad comienza cuando hacemos algo. La sanidad empieza cuando extendemos la mano. La sanidad se inicia cuando damos un paso.

La ayuda de Dios está cercana y siempre disponible pero sólo es dada a aquellos que la buscan. Nada surge de la apatía. La gran obra efectuada en este relato es la poderosa sanidad. Pero la gran verdad es que la sanidad comenzó con su toque. Y mediante ese gesto pequeño y valiente, ella experimentó el tierno poder de Jesús.

Comparada con la parte que le toca a Dios, nuestra parte es minúscula pero necesaria. No es necesario que hagamos mucho, pero sí debemos hacer algo.

Escriba una carta.

Pida perdón.

Llame a un consejero.

Confiese.

Llame a mamá.

Visite al doctor.

Bautícese.

Dé de comer a un hambriento.

Ore.

Enseñe.

Vaya.

Haga algo que demuestre su fe. Pues la fe sin esfuerzo no es fe. Dios responderá. Nunca ha rechazado un gesto genuino de fe. Nunca.

Dios honra la fe radical y arriesgada.

Al construir arcas se salvan vidas. Cuando los soldados marchan, algunas ciudades como Jericó se derrumban. Al levantar varas, los mares aún se dividen. Cuando un almuerzo es compartido, miles reciben alimento. Y cuando una vestidura es tocada, ya sea por la mano de una mujer anémica en Galilea o por las oraciones de un mendigo en Bangladesh, Jesús se detiene. Se detiene y responde.

Marcos se lo puede decir. Cuando esta mujer tocó a Cristo, sucedieron dos cosas que no ocurren en ningún otro lugar de la Biblia. Él registró ambas.

Primeramente, Jesús sana sin proponérselo. El poder salió de Él automática e instantáneamente. Es como si el Padre hubiese hecho un corto circuito en el sistema y la divinidad de Cristo estaba un paso adelante de la humanidad de Cristo.

Su necesidad solicitó su ayuda. No hubo luces de neón ni fuertes gritos. No hubo fanfarria. No hubo toque de trompetas. No hubo alboroto. No hubo oleaje. Sólo ayuda.

En segundo lugar, Él la llama hija. «Hija, tu fe te ha sanado» (v.34). Es la única ocasión que Jesús le dice hija a alguna mujer en sitio alguno. ¡Imagine la sensación que debe haberle producido a ella! ¿Quién pudiera recordar la última vez que ella había recibido una palabra de afecto? ¿Quién sabría cuándo había sido la última vez que unos ojos cariñosos se habían tropezado con los de ella?

Para el que es amado, una palabra de afecto es una migaja, pero para el que está hambriento de amor, una palabra de afecto puede ser un banquete.

Y Jesús le dio un banquete a esta mujer.

Según la tradición ella nunca olvidó lo que Jesús hizo. Cuenta la leyenda que ella permaneció con Jesús y lo siguió al caminar hasta el Calvario cargando su cruz. Algunos creen que ella era Verónica, la mujer que caminó con Él la senda de la cruz. Y cuando la transpiración y la sangre le hacían arder los ojos, ella le limpiaba la frente.

Ella, en un momento de gran necesidad, recibió su toque y Él en un momento de dolor, recibió el de ella. No sabemos si la leyenda es verdad pero pensamos que pudiera serlo. Y no sé si lo mismo le ha sucedido a usted, pero sé que le puede suceder.

Extracto del libro “Todavía Remueve Piedras”

Por Max Lucado

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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