Predicaciones Cristianas – Tres Principios Grandiosos 7.

 

Continuemos.

Si la capaci­dad de la Iglesia es limitada, sólo puede ayudar a restrin­gir la manifestación del poder de Dios. Que se reconoz­ca que el asunto de los vencedores no está aun completamente resuelto, ni Satanás ha sido aún arrojado al abismo sin fondo. Por tanto, para bien de su propio testimonio, Dios debe tener un vaso a través del cual pueda hacer todas sus obras. Es necesario que la Iglesia haga tremendas oraciones para que Dios se manifieste. Y este es el ministerio de la Iglesia.

Nos preguntamos si Dios, al visitar nuestro culto de ora­ción, puede confirmar que este verdaderamente satisface al ministerio de oración de la Iglesia. Tenemos que com­prender que no se trata del número de voces, es cues­tión, más bien, de que haya peso. Si realmente compren­demos la responsabilidad de orar que tiene la Iglesia, no podemos sin confesar cuán inadecuada es nuestra ora­ción, cómo hemos restringido a Dios y le hemos impedi­do que haga todo lo que Él quiere hacer. ¡La Iglesia de Cristo ha fallado en su ministerio! ¡Qué lamentable es esta situación!

El hecho de que Dios pueda tener o no una Iglesia que sea fiel en su ministerio, depende de si un grupo de per­sonas se descalifican delante de Dios, o se convierten en verdaderos vasos de Él para la realización de su propó­sito. Queremos proclamar a gritos lo que Dios busca es la fidelidad de la Iglesia en su ministerio. El ministerio de la Iglesia es oración, no la oración de tipo común que consiste en pedir pequeñas cosas, sino aquella que prepa­re el camino de Dios. Es Dios el que desea hacer cierta cosa, pero la Iglesia prepara el camino con oración para que Dios disponga de una vía fácil. La Iglesia de Cristo debe hacer grandes oraciones, tremendas y poderosas oraciones.

La oración no es un asunto liviano delante de Dios. Si la oración se centra siempre en uno mismo, en los problemas personales y en las pequeñas ganancias o pérdidas, ¿dónde puede existir el camino libre para que circulen Los eternos planes de Dios? Necesitamos pro­fundizar en este asunto de la oración.

La expresión «dos de vosotros se pusieren de acuerdo» no es nada superficial. Si no sabemos lo que es el cuerpo de Cristo, ni estamos afirmados sobre tal base, seremos ine­ficaces, aunque nos reunamos 200 personas para orar. Pero si en efecto comprendemos el cuerpo de Cristo, y estamos en el puesto que nos corresponde en el cuerpo, y nos negamos nuestra carne, no pidiendo nada para no­sotros mismos, sino para que la voluntad de Dios se ha­ga en la Tierra, veremos cuán armoniosa es esa oración. En esta forma, aquello que pedimos en la Tierra nos se­rá hecho por el Padre que está en los cielos.

Notemos que el vs.18 incluye las muy preciosas palabras «todo lo que», y el vs.19 igualmente tiene las preciosas palabras «cualquier cosa». «Todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la Tierra, será desatado en el cielo». El Señor quiere decir que por cuanto la tierra ata, el cielo también ata; y por cuanto la Tierra desata, el cielo también desata. La medi­da de la Tierra decide la medida en el cielo. No tiene que existir el temor de que tal vez la medida de la Tierra sea demasiado grande, pues la medida del cielo siempre es intrínsecamente mayor que la de la Tierra y, por tanto, no existe posibilidad de que la medida de la Tierra sobrepa­se la del cielo.

Lo que el cielo desea atar es invariablemen­te mucho más de lo que la Tierra desea atar; y lo que el cielo desea desatar siempre excede a lo que la Tierra quie­re desatar. Tal atadura y tal desatadura son algo que está fuera del alcance de una sola persona en particular. Sólo pueden ocurrir «si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren»; y entonces «les será hecho por mi Padre que está en los cielos».

El poder de Dios es para siempre superior a nuestro po­der. El agua en los tanques del acueducto tiene sin duda más volumen que el agua en nuestros tubos. El agua en el pozo siempre es más abundante que el agua en el cu­bo nuestro. El poder del cielo nunca puede ser medido por la visión terrenal.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “El Ministerio de Oración de la Iglesia”

Por Watchman Nee

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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