“Yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas”.

La Biblia

Al finalizar una charla de sexualidad, se acercó una mujer. Olía a vómito; con sus ojos desencajados, expresaba furia y dijo que no soportaba que se mencionara la palabra sexo en su presencia. Había acudido a la charla para matrimonios porque no sabía que se iba a tocar este tema; de otra forma, jamás hubiera asistido. Explicó que en el transcurso de la conferencia se había retirado al baño varias veces a vomitar porque hasta la palabra sexo le daba asco, al punto de provocarle náuseas y vómitos.

Nos extrañó su reacción, básicamente por dos motivos: primero, porque la recepción del resto de los oyentes había sido excelente. Todos los presentes, más de cincuenta parejas, habían prorrumpido en un cálido y sostenido aplauso que surgió de manera espontánea; y segundo, porque en realidad no habíamos abordado el tema en sí, sino sólo las diferentes cosmovisiones y creencias, con algunos chistes que matizaron el encuentro.

Al indagar en su historia personal, esta mujer enojosa cambió de actitud y comenzó a llorar. Relató un doloroso pasado de abuso sexual durante la infancia a mano de su padre biológico. Huyó de su casa a los dieciséis años y conoció a su esposo, quien abusó de ella desde que se conocieron hasta la actualidad. Mencionó que la obligaba con amenazas, y hasta golpes, a mantener relaciones. Ella, al principio se defendía, pero con el tiempo aprendió a someterse para evitar las palizas. “Cuando estoy con mi marido me desconecto de todo, está mi cuerpo pero yo no. A veces se enoja y me dice cosas muy feas. Después que pasa todo, siento tanto asco que vomito, pero él es el único que sostiene la casa y tengo hijos pequeños, ¿qué puedo hacer?”.

Abuso sexual

Experimentar el abuso sexual puede condicionar la vida de muchas maneras, sobre todo si se presenta durante la niñez. Es una experiencia traumática que interfiere con el desarrollo normal del niño/a o adolescente.

El abuso sexual involucra todo tipo de prácticas, no sólo la violación o acceso carnal. Las consecuencias de la víctima tampoco dependerán del tipo de experiencias, sino de las vivencias personales asociadas al hecho, así como de otros factores individuales. En otras palabras, solemos creer que si una persona fue violada, entonces, su trauma será mayor que aquella que fue “manoseada”, y no siempre es así. Nunca minimicemos este tipo de experiencias.

El abuso sexual infantil, según la definición de Grosman y Mesterman, es toda situación en que un adulto utiliza su interrelación con un menor para obtener satisfacción sexual.1

Otra definición para ASI es: «los contactos e interacciones entre un niño y un adulto, cuando el adulto (agresor) usa al niño para estimularse sexualmente él mismo, al niño o a otra persona. El abuso sexual también puede ser cometido por una persona menor de 18 años, cuando ésta es significativamente mayor que el niño (la víctima) o cuando (el agresor) está en una posición de poder o control sobre otro menor», National Center of Child Abuse and Neglect (NCCAN).

Finalmente cabe agregar que puede existir abuso sexual infantil con y sin contacto físico. En este último caso las variantes pueden ser: mostrar los genitales al niño o pedir que muestre los suyos; exponerlo a material pornográfico; mantener conversaciones o llamadas telefónicas de contenido sexual; obligarlo a presenciar actos sexuales entre adultos o utilizarlo para la producción de material pornográfico.

Víctimas de abuso

Una persona abusada pasa generalmente por dos etapas:

De desorganización, o aguda, que puede durar días o semanas.

De reorganización, o crónica, que puede durar meses o años.

Durante la fase de desorganización hay síntomas emocionales: llanto, miedo, culpa, enojo, ansiedad, sentimientos de venganza, etc.; y físicos: dolores en el cuerpo o localizado en el abdomen, náuseas, manifestaciones vaginales, molestias orales o anales, alteraciones del sueño, pérdida de apetito, etc. Con el transcurso de los días o semanas esta fase da lugar a una paulatina recuperación e intento por superar esa experiencia.

Muchos adultos desinformados creen que si los niños no tienen grandes manifestaciones es porque no son conscientes del abuso, y piensan que el verdadero daño ocurrirá si todo sale a la luz. El trauma del abuso sexual no se olvida por el resto de la vida, independientemente de las manifestaciones visibles.

En algunos casos, es cierto que el niño “se olvida”. Este hecho constituye un mecanismo de defensa ante la imposibilidad de entender esa experiencia y como una forma de proteger su vida emocional. Pero cuando reflota el recuerdo por algún motivo (otro trauma no sexual, una experiencia de abuso en sus propios hijos, etc.) surge el conflicto reprimido, con toda su carga de angustia y dolor.

Un joven, con evidentes signos de consternación, traía en sus manos la encuesta que habíamos repartido minutos antes. Sin preámbulos expresó: “cuando vi la pregunta acerca del abuso sexual, me acordé. Yo tenía cinco años y estaba en casa cuando… ¿Cómo pude olvidarme?”, y comenzó a relatar una historia trágica con pormenores y lujo de detalles. En su mente revivió aquella escena traumática. “Recuerdo que tenía un pantaloncito corto color verde y una zapatillitas con cordones naranja, entonces….”. Ante la imposibilidad de elaborar lo sucedido y, como una forma de proteger la integridad emocional, su mente optó por “el olvido”. En el tiempo de relevamiento de datos para la encuesta que llevamos a cabo en distintos puntos geográficos del país, varios jóvenes reaccionaron de manera similar.

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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