C. Como fuente de placer: Génesis 2:24; Cantar de los Cantares 1:1-3; 7:2-12 y Proverbios 5:18-20.

Como dijo Abel Martínez Martín: «Nuestra sexofóbica civilización… condenó la sexualidad a las llamas del infierno, a la clandestinidad y el pecado, la ignorancia y la oscuridad. La sexualidad se llenó de prejuicios, prohibiciones, mistificaciones, taras y perversiones». Dios ha diseñado la sexualidad no sólo para la reproducción sino también para el placer. Si Dios hubiera creado la sexualidad para que tenga como único propósito la reproducción, por lo menos la mujer, debería sentir deseo sexual sólo durante los períodos fértiles, cosa que no sucede. «La posibilidad de una sexualidad constante, el hacer el amor cada vez que lo desea sólo es posible en la mujer. En todas las otras espe­cies vivientes, una sexualidad constante resulta imposible tanto en los machos como en las hembras. ¿Por qué? Porque las hembras en edad de reproducirse sexualmente tienen períodos de celo, fuera de los cuales generalmente rechazan a los machos. En cambio, las muje­res pueden copular cada vez que tienen ganas, durante todo el ciclo menstrual, durante casi todo el embarazo y pueden -y frecuentemente lo hacen – retomar el coito tan pronto como se recuperan del parto, meses antes de que el bebé sea destetado. La sexualidad tampoco ter­mina con la menopausia o la vejez».

El sexo es algo maravilloso para disfrutar y gozar dentro del contexto matrimonial.

CASO REAL

Tiempo atrás, un hermano de unos 55 años de edad y más de 20 años de casado vino a vernos a la oficina y nos dijo: «La predicación del domingo hizo que yo reflexionara y he tomado la decisión de consagrarme enteramente a Dios. De ahora en adelante, ya no quiero vivir en la carne sino sólo en el Espíritu; por lo que hablé con mi esposa y le dije que dejaría de hacer el amor con ella».

Aunque parezca inverosímil, esta creencia permanece enraizada en muchas personas, por lo general pertenecientes a generaciones anteriores. Creen que Dios y el sexo no tienen nada en común. Que el sexo es algo repulsivo, nocivo, sucio, bajo, que pertenece a nuestra naturaleza carnal, que no debe mencionarse y que sólo sirve para la conservación de la especie. Si eso fuera verdad, Cantar de los Cantares sería un libro apócrifo (no inspirado por el Espíritu Santo) y numerosos textos bíblicos que hablan acerca de la belleza y el goce de la relación sexual en el matrimonio, como Proverbios 5:18-20; 1º Corintios 7:5 y otros, deberían ser borrados. Sin embargo, esos textos están y no pueden ser ignorados.

¿Cómo heredamos la concepción de que el sexo es algo malo?

La trajeron los colonizadores. El sexo era pecado, perversión y un mal necesa­rio para poder procrear. Abogaron por el «no y nunca» al placer o al erotismo; y por el «no y nunca» a la risa y la alegría. Se idealizaron la muerte, el dolor y el sufrimiento.

Los colonizadores, con una mente medieval, asociaron la hechicería con el sexo. Según el libro Malleus Maleficarum, (Guía teórica y práctica para el descubrimiento, examen, tortura, juicio y ejecución de brujas) las brujas eran mujeres insaciables de sexo… que copulaban aun con los demonios. El sexo desenfrenado era cosa de brujería, de demonios copuladores: íncubos y súcubos. (íncubo: es el demonio que adopta la forma de varón y mantiene relaciones sexuales con una mujer. Súcubo: es el demonio con apariencia de mujer que seduce a los hombres durante el sueño nocturno).

Se predicaban la autoflagelación y la abstinencia sexual como valores supremos. Divino Morales, un famoso pintor español, fue citado como ejemplo de conducta, porque una mañana, en su huerta, decidió aplastarse los genitales con una piedra para escapar del deseo sexual pecaminoso.

Abel Martínez Martín señala que los sacerdotes reportaban a España la conducta sexual de los aborígenes en estas palabras: «Tienen costumbres sexuales desabrochadísimas. Cuando se les despierta la libido son bestiales. Son lujuriosos, muy carnales e incestuosos. Todo un seminario de lascivia. Cometen bestialidades y nefandos pecados. Entre los vicios de los andinos está la sexualidad. Son lúbricos. Las mujeres exceden en lujuria a los hombres, aunque éstos no se quedan atrás». Estos mismos españoles que condenaban al sexo son los que, a poco de con­quistar nuestra tierra, la sembraron de «mestizos y mulatos».

UNA SOLUCIÓN PARA LOS CONFLICTOS ENTRE SUEGRAS Y YERNOS

Los Pantagoros, una tribu aborigen, solucionaba los problemas entre sue­gra y yerno de la siguiente manera: la suegra no podía mirar el rostro del yerno ni éste el de ella. A tal extremo llegó la exageración, que construyeron senderos diferentes en el monte para que transitara cada uno por el suyo, con tal de no verse el yerno, cara a cara, con la suegra. ¡Ingeniosa solución para algunos casos!, ¿verdad?

Extracto del libro “Sexo. Lo que siempre quisiste saber”

Por José Luis y Silvia Cinalli

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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