La Doctrina de la Trinidad – Dios en Tres Personas: La Trinidad 14

 

Continuemos.

Es especialmente el papel del Espíritu Santo darnos regeneración o vida nueva espiritual (Jn.3:5-8), santificarnos (Ro.8:13; 15:16; 1 P.1:2), y empoderarnos para el servicio (Hch.1:8; 1 Co.12:7-11). En general, la obra del Espíritu San­to parece ser llevar a su término la obra que ha sido planeada por Dios Padre y empezada por Dios Hijo.

Así que podemos decir que el papel del Padre en la creación y redención ha sido planear, dirigir y enviar al Hijo y al Espíritu Santo. Esto no es sorpresa, porque muestra que el Padre y el Hijo se relacionan uno a otro como un padre e hijo se relacionan entre sí en una familia humana; el padre dirige y tiene autoridad sobre el hijo, y el hijo obedece y responde a las direcciones del padre. El Espíritu Santo es obediente a las directivas tanto del Padre como del Hijo.

De este modo, en tanto que las personas de la Trinidad son iguales en todos sus atributos, con todo difieren en sus relaciones a la creación. El Hijo y el Espíritu Santo son iguales en deidad a Dios Padre, pero son subordinados en sus funciones. Es más, estas diferencias en función no son temporales sino que durarán para siempre; Pablo nos dice que incluso después del juicio final, cuando el «último ene­migo», es decir, la muerte, sea destruido y cuando todas las cosas sean puestas bajo los pies de Cristo (1 Co.15:28).

2. Las personas de la Trinidad existieron eternamente como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Pero, ¿por qué las personas de la Trinidad toman estos papeles di­ferentes al relacionarse a la creación? ¿Fue esto accidental o arbitrario?

¿Podría Dios Padre haber venido en vez de Dios Hijo para morir por nuestros pecados?

¿Podría el Espíritu Santo haber enviado a Dios Padre para que muera por nuestros pecados, y luego enviar a Dios Hijo para que nos aplique la redención?

No, no parece que estas cosas pudieran haber sucedido, porque el papel de or­denar, dirigir y enviar es apropiado a la posición del Padre, por el cual se modela toda la paternidad humana (Ef.3:14-15). Y el papel de obedecer, e ir según el Padre envía, y revelarnos a Dios, es apropiado para el papel del Hijo, a quien también se le llama el Verbo de Dios (Jn.1:1-5, 14, 18; 17:4; Fil.2:5-11). Estos papeles no se pudieran haber invertido, ni el Padre habría dejado de ser el Padre ni el Hijo habría dejado de ser Hijo.

Segundo, antes de que el Hijo viniera a la tierra, e incluso antes de que el mundo fuera creado, por toda la eternidad el Padre ha sido el Padre, el Hijo ha sido el Hijo, y el Espíritu Santo ha sido el Espíritu Santo. Estas relaciones son eternas, y no algo que ocurrió sólo en el tiempo. Podemos concluir esto, prime­ro, de la inmutabilidad de Dios; si Dios existe como Padre, Hijo y Espíritu Santo, siempre ha existido como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Po­demos también concluir que las relaciones son eternas partiendo de otros ver­sículos de la Biblia que hablan de las relaciones que los miembros de la Trinidad tenían entre sí antes de la creación del mundo.

Por ejemplo, cuando la Biblia ha­bla de la obra de Dios en la elección antes de la creación del mundo, habla del Padre escogiéndonos «en» el Hijo (Ef.1:3-4). El acto iniciador de escoger se atribuye a Dios Padre, que nos considera unidos a Cristo o «en Cristo» antes de que siquiera existiéramos. De modo similar, de Dios Padre se dice que «a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transforma­dos según la imagen de su Hijo» (Ro.8:29).

También leemos del «preconocimiento de Dios Padre» a distinción de las funciones particulares de los otros dos miembros de la Trinidad (1 P.1:2, 20). Incluso el hecho de que el  Padre «dio a su Hijo unigénito» (Jn.3:16) y «envió a su Hijo al mundo» (Jn.3:17) indi­can que hubo una relación entre Padre e Hijo antes de que Cristo viniera al mun­do. El Hijo no llegó a ser el Hijo cuando el Padre lo envió al mundo. Más bien, el gran amor de Dios se muestra en el hecho de que uno que siempre fue el Padre dio al que siempre fue su Hijo unigénito (Jn.3:16, Gál.4:4).

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Teología Sistemática”

Por Wayne Grudem

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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