La Doctrina de la Sangre – El Sacrificio de Cristo Como Expiación 5

 

Continuemos.

Uno de los sufrimientos de los no salvos será el re­mordimiento. Cristo no sufrió en este sentido, esto no forma parte de los sufrimientos del Señor. El no murió espiritualmente, en el sentido en que el pecador muere; aquel pecador que arroja de su vida a Dios, que no vuelve jamás a Dios, muere espiritualmente. No se po­dría decir que Cristo murió en este sentido. Cristo murió al pecado; el pecador muere en el pecado. Son preposiciones que parecen una misma cosa pero que no lo son; Cristo murió al pecado, pero no en pecado, ni como pecador. Cristo entró en la región de la sombra de muerte, pero no murió eternamente como sufre el inconverso por haberse quedado en la oscuri­dad, lejos de la vida espiritual que reside en Dios.

Todos estos puntos tienen valor cuando analizamos la muerte de Cristo, la crucifixión de Cristo, a la luz de las Escrituras. Podemos regocijarnos en que Cristo murió confor­me a las Escrituras, pero son ellas y solamente ellas las que nos pueden decir todo lo que pasó allí.

 

C. ¿Qué más nos enseñan las Escrituras acerca del sacrificio de Cristo? Nos enseñan que se trata de una vida dada. En Juan, en el capítulo 6, y en otras partes del Evangelio, el Señor dice que Él va a dar su vida por el mundo; notemos que allí no indica que Cristo pierde la vida, sino que la da, la pone, como Él dice en el Capítulo 10 otra vez.

Aquellos grandes pasajes acerca de la muerte de Cristo, como Juan 12:20-33, enseñan que El declaró su entrega a la muerte. Leemos allí que «decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir», Cristo proclama su entrega a la – muerte, una rendición de su vida. Y agrega otro pensamiento sublime; que por esa muerte atraería a los hombres. La misma enseñanza surge de aquella gran declaración de Isaías en el Capítulo 9: «Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado…». El Hijo no nace; es dado al mundo.

Notemos que el Hijo no nace, el Hijo es dado; qué belleza tiene la Escritura; qué precisión tiene la Biblia. Ningún teólogo se puede perder cuando va a la Biblia. De modo que la vida de Jesucristo es dada, es entregada a la muerte. ¿Qué más enseña la Escritura? Que su muerte es una copa amarga; no buscada, pero sí aceptada; prevista, pero no evadida. ¿Cómo sabemos que estaba prevista? Porque estaba decidida en el Concilio Eterno: «Heme aquí, envíame a mí».

Cristo veía su muerte no como un accidente inevita­ble, no como una espada de Damocles que fatalmente, inevitablemente, iba a caer contra la voluntad de Él. De ninguna manera. Cristo veía su muerte como el hecho por el cual tendrían cumplimiento cabal y significado real las profecías del Antiguo Testamento, sobre todo los sacrificios del An­tiguo Testamento. Cristo concebía su muerte no como un asunto de los romanos, sino como una ofrenda a Dios. La Palabra de Dios nos autoriza a decir así.

 

D. Cristo muere como el cordero de Dios, soportando el juicio de Dios sobre el pecado, agotando el juicio de Dios. Notemos que la cruz agota tres cosas, por lo menos.

  • En pri­mer lugar, en la cruz se agota el juicio de Dios; pudiéramos pensar que el juicio de Dios es como una cascada que cae, que cae hasta la última gota. La cruz agota el juicio de Dios; concepto fundamental, porque de no ser así no habría seguri­dad de salvación.
  • En segundo lugar, la cruz agota el poder de Satanás; está escrito que «con su muerte venció al que tenía el im­perio de la muerte». Esta es la segunda cosa que se agota, el poder de Satanás.
  • En tercer lugar, la cruz agota el reinado de la muer te. Él nos ha traído vida e inmortalidad. «Muerte, yo seré tu muerte», decía la profecía sobre el Mesías.

 

E. La Escritura también nos habla de un concepto que nosotros conocemos poco, tal vez porque vivimos poco. La primera carta de Pedro señala que Cristo murió rechazado por el mundo. Aquí hay una cuestión sutil: nuestro mundo es un mun­do religioso, pero detrás de las cosas religiosas nuestro, mundo es un mundo que rechaza la cruz. No tengamos ninguna duda cuando vayamos a predicar y nos encontremos con una persona muy religiosa; no esperemos siempre que vaya a aceptar la cruz, porque detrás de la religión está el rechazo de la cruz.

(CONTINÚA…)

Extracto del artículo “La Doctrina Bíblica Sobre la Sangre”

Por Horacio A. Alonso

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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