La Doctrina de la Sangre – El Sacrificio de Cristo Como Propiciación 6

 

Continuemos.

Hay una manera de predicar que a veces nos engaña; tenemos a veces una manera de presentar el Evangelio que ignora el carácter esencialmente pecaminoso del pecado. La cruz nos muestra que Dios no transa con el pecado, y no transa con el pecado porque Él se ha propuesto salvar al hombre del pecado. Negociar con el pecado no sería salvar al hombre, sería fomentar el pecado. El pecado tenía que ser juzgado según su verdadera esencia de pecado.

La cruz juzga entonces al pecado, pero lo juzga pa­ra salvar al hombre, lo juzga para la salvación. La cruz, entonces, es el lugar en que el Dios Santo entra en contac­to con el pecado de la raza caída; pero no meramente para castigarlo, sino para redimirlo, para conquistar al pecador.

 

B. El sacrificio de Cristo, además, abre el camino ha­cia Dios por otra razón. El sacrificio de Cristo abre el camino hacia Dios porque provee lo que necesita una concien­cia atormentada, una conciencia acusadora; provee lo que necesita una conciencia despertada por Dios. Es el Espíritu de Dios el que convence de pecado, y el Espíritu de Dios convence de pecado cuando nos convence de nuestra necesidad.

El pecador tiene que llegar a la cruz en medio de una gran crisis espiritual, no livianamente, y el perdón le es ofrecido porque el perdón es una necesidad de su conciencia. El perdón es una necesidad de mi conciencia; y no cualquier cosa pacifica una conciencia acusadora. El perdón li­bra la mente de toda duda, en cuanto a nuestro estado de­lante de Dios. De modo que, lejos de que la predicación de la san­gre perturbe, traumatice a los niños, es el propósito de Dios que el pecador vea la necesidad de la sangre, porque ella provee a una necesidad de la conciencia del hombre.

Éste mensaje de la cruz es el único que puede cam­biar una vida. Para que la gran obra dé la cruz no quede, en cierto sentido, incompleta, debe ser aplicada por medio de una obra de Dios en el corazón del pecador. Cuando un hombre lo comprende así, la muerte de Cristo alcanza su objetivo. Pe­ro, como señala Lloyd-Jones, «para todo esto no basta decir que Dios es amor, la sangre debe ser aplicada».

Sólo podemos asómbranos ante la majestad de la revelación: «Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría de Dios. Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos» (Romanos 11:32-33).

 

C. La cruz abre el camino hacia Dios, además, porque Cristo ha entrado con su propia sangre en el mismo cielo. ¿Por quiénes? Por los pecadores como nosotros. ¿Qué signi­fica? Significa que yo he entrado con Cristo, significa que tú has entrado con El. La sangre de Cristo habla mejor que la de Abel. La sangre de Abel clamaba por venganza, la san­gre de Cristo, en cambio, responde a toda acusación. «¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica».

 

D. La sangre de Cristo abre el camino hacia Dios, ade­más, porque asegura el acceso del cristiano a Dios. Este gran concepto del acceso a Dios se vincula con la obra de Cristo; incluye la idea de acceder a un descanso, incluye la idea de acceder a un puerto, a un fondeadero.

Hace poco leí lo que un autor (Wuest, K.S. Word «Studies in the Greek New Testament») que conoce el griego dice acerca de la obra de Cristo traduciendo el pasaje de Romanos 5:2: «Cristo nos abrió un camino en el fondeadero de la gracia de Dios». Tener acceso a Dios es encontrar un fon­deadero permanente para el alma. De modo que la idea que nos da la Escritura es que aún en nuestra propia vida como cre­yentes resultamos a veces violentamente zarandeados por el pecado, por el mal, por el enemigo, y el creyente está lla­mado a vivir en medio de una gran tormenta. Está llamado a vivir a veces en angustia, en tentación, en aflicción. Cristo nos ofrece el camino, el único, hacia el puerto, hacia el fondeadero, hacia el resguardo de la gracia de Dios; allí nuestras almas están seguras.

Extracto del artículo “La Doctrina Bíblica Sobre la Sangre”

Por Horacio A. Alonso

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

2 Comentarios

  1. Lástima
    Que no se hizo un comentario sobre el pecado original. Que ocurrió
    Verdaderamente ahí
    Que tuvo tanto impacto en la la relación con Dios

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