Doctrina Bíblica – Demonios
Dios Tiene Enemigos Sobrenaturales
Pasaje clave: Deuteronomio 32:17
«Demonio», o «diablo», como dicen algunas versiones antiguas, traduce las palabras griegas “daimon” y “daimonion”, usadas ambas de manera ordinaria en los evangelios para referirse a los seres espirituales, corruptos y hostiles a Dios y al hombre, a quienes Jesús exorcizó numerosas veces para hacer que abandonaran a sus víctimas al principio de su ministerio. Los demonios eran ángeles caídos, criaturas incapaces de morir que servían a Satanás (Jesús identifica a Beelzebub, su supuesto príncipe, con Satanás: Mateo 12:24-29).
Puesto que se habían unido a la rebelión de Satanás, fueron arrojados del cielo para esperar su juicio definitivo (2 Pedro 2:42 Pedro 2:4; Judas 6). Su mente está permanentemente fija en el propósito de oponerse a Dios, a la bondad, la verdad, el reino de Cristo y el bienestar de los seres humanos, y tienen un poder y una libertad de movimientos reales, pero limitados, aunque siguiendo la pintoresca frase de Calvino, diríamos que arrastran sus cadenas dondequiera que van y nunca podrán tener la esperanza de vencer a Dios.
El nivel y la intensidad de las manifestaciones demoníacas en la gente durante el ministerio de Cristo fueron únicos, sin que hayan tenido paralelo en los tiempos del Antiguo Testamento ni después; no hay duda de que esto formaba parte de la desesperada batalla de Satanás por mantener su reino contra el ataque lanzado por Cristo en su contra (Mateo 12:29).
Los demonios se revelaban como poseedores de conocimiento y fortaleza (Marcos 1:24; 9:17-27). Causaban, o al menos explotaban, enfermedades físicas y mentales (5:1-15; 9:17-18; Lucas 11:14). Reconocían y temían a Cristo, a cuya autoridad estaban sujetos (Marcos 1:25; 3:11-12; 9:25), aunque según El mismo confesara, sólo los podía expulsar por medio de su esfuerzo en la oración (Marcos 9:29).
Cristo autorizó y preparó a los Doce y a los setenta para que hicieran exorcismos en su nombre (esto es, por su poder; Lucas 9:1; 10:17), y el ministerio del exorcismo sigue siendo aun una necesidad pastoral de vez en cuando. La iglesia luterana del siglo XVI abolió los exorcismos, considerando que la victoria de Cristo sobre Satanás había suprimido la invasión demoníaca para siempre, pero este gesto fue prematuro.
El ejército demoniaco de Satanás usa también de estrategias más sutiles, como el engaño y el desaliento, de muchas formas distintas. La batalla contra estos constituye la esencia de la guerra espiritual (Efesios 6:10-13). Aunque los demonios les pueden causar problemas de muchas clases a las personas regeneradas en las cuales mora el Espíritu Santo, no pueden frustrar de manera definitiva el propósito de Dios de salvar a sus elegidos, como tampoco podrán evitar al final su propio tormento eterno. Así como el diablo es «el diablo de Dios» (en frase de Lutero), también los demonios son demonios de Dios, enemigos derrotados (Colosenses 2:15) cuyo limitado poder sólo es prolongado para el avance de la gloria de Dios, a medida que los suyos contienden con ellos.
Extracto del libro “Teología Concisa”
Por J.I. Packer