Doctrina Bíblica – Cristo Murió Para Librarnos de la Esclavitud del Miedo a la Muerte
Pasaje clave: Hebreos 2:14-15.
Jesús llamó a Satanás homicida.
«Él ha sido homicida desde el principio. Y no ha permanecido en la verdad… es mentiroso y padre de mentira» (Juan 8:44). Pero su principal interés no es matar. Es condenar. En realidad, prefiere que sus seguidores tengan vidas largas y felices para hacer mofa de los santos que sufren y esconder los horrores del infierno.
Su poder para condenar a seres humanos no reside en él, sino en los pecados que inspira y las mentiras que dice. La única cosa que condena a cualquiera es el pecado que no ha sido perdonado. Hechicerías, brujería, vudú, espiritismo, maldiciones, magia negra, apariciones, voces: nada de esto echa a una persona en el infierno. Estas son campanas y pitos del diablo.
El arma letal que él tiene es el poder para engañarnos. Su principal mentira es que la exaltación propia es más de desear que la exaltación de Cristo, y el pecado, preferible a la justicia. Si esa arma pudiera quitársele de su mano, no tendría más el poder de la muerte eterna.
Eso es lo que Cristo vino a hacer: arrancar esa arma de la mano de Satanás. Para hacerlo, tornó sobre sí nuestros pecados y sufrió por ellos. Cuando esto ocurrió, el diablo no pudo seguir usándola para destruirnos. ¿Mofarse de nosotros? Sí. ¿Burlarse de nosotros? Sí.
¿Pero condenarnos? No. Cristo cargó con la maldición en lugar nuestro. Por mucho que lo intente, Satanás no puede destruirnos.
La ira de Dios es quitada. Su misericordia es nuestro escudo. Y Satanás no puede tener éxito contra nosotros.
Para lograr este rescate, Cristo tenía que tomar una naturaleza humana, porque sin ella no podría experimentar la muerte. Solo la muerte del Hijo de Dios podría destruir al que tenía el poder de la muerte. De ahí que la Biblia dice: «Por cuanto… los hijos participaron en carne y sangre (tenía una naturaleza humana), él también participó de lo mismo (tomó una naturaleza humana), para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo» (Hebreos 2:14).
Cuando Cristo murió por los pecados, le quitó al diablo su única arma letal: el pecado irredento.
La libertad del temor fue el objetivo de Cristo al hacer esto. Mediante la muerte libertó «a todos los que por el temor a la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre» (Hebreos 2:15).
El temor a la muerte esclaviza. Nos hace tímidos y torpes. Jesús murió por darnos libertad. Cuando el temor a la muerte es destruido por un acto de amor sacrificial la servidumbre a la autopreservación fastidiosa y engreída es destruida. Somos liberados para amar como Cristo, aun al costo de nuestras vidas.
El diablo puede matar nuestro cuerpo, pero no puede ya más matar nuestra alma. Esta está segura en Cristo. Y aun nuestro cuerpo mortal resucitará algún día: «El que levantó de entre los muertos a Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros» (Romanos 8:11).
Somos el más libre de todos los pueblos, y la Biblia no se equivoca en cuanto al objetivo de esa libertad: «Hermanos a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros» (Gálatas 5:13).
Extracto del libro “La Pasión de Jesucristo”
Por John Piper