La Doctrina de la Creación – La Creación: La Edad de la Tierra 14
Continuemos.
8. La Necesidad de Mayor Comprensión.
Aunque nuestras conclusiones son tentativas… debemos decir muy claramente que la edad de la tierra es un asunto que la Biblia no enseña directamente, sino que es algo en lo cual pensamos solamente derivando de la Biblia inferencias de mayor o menor probabilidad. Dada esta situación, parecería mejor:
A. Reconocer que Dios tal vez no nos permita hallar una solución clara a esta cuestión antes de que Cristo vuelva.
B. Y animar a los científicos y teólogos evangélicos que se hallan en ambos campos de la tierra joven o tierra vieja a que empiecen a trabajar juntos con mucho menos arrogancia, mucha más humildad y un sentido mucho mayor de cooperación en un propósito común.
Hay dificultades con los puntos de vista de la tierra joven o la tierra vieja, dificultades que los proponentes de cada noción a menudo parecen no poder ver en sus propias posiciones. Ciertamente se hará progreso si los científicos de la tierra vieja o tierra joven que son cristianos están más dispuestos a hablar unos con otros sin hostilidad, sin ataques ad hominem, o acusaciones altamente emocionales, por un lado, y sin un espíritu de condescendencia o arrogancia académica por el otro, porque estas actitudes no convienen al cuerpo de Cristo, ni son características del camino de sabiduría, que es «ante todo pura, y además pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera» (Stg.3:17-18).
En cuanto a evangelización y apologética hecha en publicaciones diseñadas para que se lean fuera del mundo evangélico, los proponentes de la tierra joven o tierra vieja podrían cooperar mucho más para amasar los argumentos extremadamente fuertes a favor de la creación mediante diseño inteligente, y dejar a un lado sus diferencias sobre la edad de la tierra. Demasiado a menudo los que proponen la tierra joven no han distinguido entre los argumentos científicos a favor de la creación por diseño y los argumentos científicos a favor de una tierra joven, y por consiguiente no han dejado que los que proponen una tierra vieja se les unan en la batalla por la mente de la comunidad científica que no es creyente.
Es más, los proponentes de la tierra joven a veces no han reconocido que los argumentos científicos a favor de una tierra joven (que a ellos les parecen muy persuasivos) no son ni aproximadamente tan fuertes como los argumentos científicos abrumadores a favor de la creación mediante diseño inteligente. Como resultado los proponentes de una tierra joven demasiado a menudo han dado la impresión de que los únicos verdaderos «creacionistas» son los que creen no sólo en que Dios creó sino también en una tierra joven. El resultado ha sido una división desdichada y falta de comunidad entre científicos que son creyentes, para deleite de Satanás y tristeza del Espíritu Santo de Dios.
Finalmente, podemos ver esta controversia con algo de esperanza de que habrá progreso adicional en la comprensión científica de la edad de la tierra. Es probable que la investigación científica en los próximos 10 o 20 años inclinará el peso de la evidencia decisivamente hacia una noción de tierra joven o una noción de tierra vieja, y que el peso de la opinión erudita cristiana (de eruditos bíblicos y científicos) empezará a inclinarse decisivamente en una dirección u otra. Esto no debe producir alarma a los que proponen una u otra posición, porque la veracidad de la Biblia no está amenazada (nuestras interpretaciones de Génesis 1 tienen tanta incertidumbre que cualquier posición es posible). Ambos lados necesitan crecer en el conocimiento de la verdad, incluso si eso quiere decir abandonar posiciones largamente sostenidas.
9. Aplicación.
La doctrina de la creación tiene muchas aplicaciones para los cristianos de hoy. Nos hacen darnos cuenta de que el universo material es bueno en sí mismo, porque Dios lo creó bueno y quiere que lo usemos de maneras que le agraden. Por consiguiente, debemos procurar ser como los primeros cristianos, que «compartían la comida con alegría y generosidad» (Hch.2:46), siempre con acción de gracias a Dios y confianza en sus provisiones. Un aprecio saludable de la creación nos prevendrá de un falso ascetismo que niega la bondad de la creación y las bendiciones que nos vienen por medio de ella. También animará a algunos cristianos a hacer investigación científica y tecnológica de la bondad de la abundante creación divina, o a apoyar tal investigación.
La doctrina de la creación también nos permitirá reconocer más claramente que el estudio científico y tecnológico en sí mismo glorifica a Dios, porque nos permite descubrir lo increíblemente sabio, poderoso y hábil que Dios fue en su obra creadora (Sal 111:2).
La doctrina de la creación también nos recuerda que Dios es soberano sobre el universo que él creó. Él lo hizo, y él es el Señor de todo ello. Le debemos a él todo lo que somos y tenemos, y podemos tener plena confianza que en última instancia derrotará a todos sus enemigos y se manifestará como Rey Soberano para ser adorado para siempre. Además, si nuestros corazones están como es debido, el increíble tamaño del universo y la asombrosa complejidad de todo lo creado nos impulsará continuamente a adorarle y alabarle por su grandeza.
Finalmente, como se indicó arriba, podemos de todo corazón disfrutar de actividades creativas con una actitud de agradecimiento porque nuestro Dios Creador nos permite imitarle en nuestra creatividad.
Extracto del libro “Teología Sistemática”
Por Wayne Grudem