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Teología – LA INERRANCIA DE LAS ESCRITURAS 7

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La Doctrina de la Biblia – La Inerrancia de las Escrituras 7

 

Continuemos.

Si cree­mos que la Biblia en verdad es inerrante, debemos anhelar y por cierto no temer inspeccionar estos pasajes con detalles minuciosos. Es más, nuestra expectación será que esa inspección detenida mostrará que no hay ningún error después de todo. De nuevo, es sorprendente cómo resulta que una lectura cuidadosa simple­mente del texto en cuestión sacará a la luz una o más posibles soluciones a la dificultad.

En unos pocos pasajes no será inmediatamente evidente la solución a la dificul­tad basándose en la lectura del texto en nuestro idioma. En ese punto es útil con­sultar algunos comentarios sobre el pasaje. Tanto Agustín (354-430 D.C.) y Juan Calvino (1509-64), junto con muchos otros comentaristas recientes, han dedicado tiempo a estudiar bien la mayoría de los supuestos «textos problema» y sugerir soluciones plausibles. Y algunos escritores han compilado la mayoría de los textos di­fíciles y han sugerido respuestas.

Hay unos pocos pasajes en donde tener conocimiento del hebreo o el griego puede ser necesario para hallar una solución, y los que no tienen acceso de primera mano a estos idiomas pueden tener que buscar respuestas bien sea en algún co­mentario más técnico o preguntándole a alguien que tiene este entrenamiento.

Por supuesto, nuestra comprensión de la Biblia nunca es perfecta, y esto quiere de­cir que puede haber casos en donde seremos incapaces de hallar una solución a un pasaje difícil al tiempo presente. Esto puede deberse a que al presente desconoce­mos la evidencia lingüística, histórica o contextual que necesitamos para entender correctamente el pasaje. Esto no debería ser problema para nosotros en un núme­ro pequeño de pasajes en tanto y en cuanto el patrón global de nuestra investiga­ción de estos pasajes ha mostrado que, en verdad, no hay ningún error en donde se ha aducido que hay alguno.

Pero aunque debemos admitir que hay la posibilidad de que no podamos resol­ver un problema en particular, también se debe indicar que hay muchos eruditos bíblicos evangélicos hoy que dicen que al presente no tienen conocimiento de nin­gún texto con problema para el cual no haya una solución satisfactoria. Es posible, por supuesto, que se pueda llamar la atención a algunos de estos pasajes en el futu­ro, pero durante los pasados quince años o algo así de controversia sobre la ine­rrancia bíblica, ningún pasaje «no resuelto» ha sido llevado a su atención.

Finalmente, una perspectiva histórica de este asumo es útil. En realidad no hay ningún problema «nuevo» en la Biblia. La Biblia en su totalidad tiene más de 1900 años, y los supuestos «textos problema» han estado allí todo el tiempo. Sin embar­go, en toda la historia de la iglesia ha habido una firme creencia en la inerrancia de las Escrituras en el sentido en que se define en este capítulo. Es más, por cientos de años eruditos bíblicos altamente competentes han leído y estudiado esos textos problema y con todo no han hallado dificultad en sostener la inerrancia.

Esto debe damos confianza de que hay disponibles soluciones a estos problemas y que la creencia en la inerrancia es enteramente congruente con toda una vida de atención detallada a] texto de la Biblia.

 

C. Problemas al Negar la Inerrancia.

Los problemas que surgen al negar la inerrancia bíblica no son insignificantes, y entender la magnitud de estos problemas nos da estímulo adicional no sólo para declarar la inerrancia, sino también para declarar su importancia para la iglesia. A continuación se mencionan algunos de los problemas más serios.

 

1. Sí negamos la inerrancia nos vemos frente a un serio problema moral: ¿po­demos imitar a Dios e intencionalmente también mentir en asuntos menores?

Esto es similar a lo que dijimos en respuesta a la Objeción 4, arriba; pero aquí se aplica no sólo a los que sostienen la Objeción 4, sino también más ampliamente a tocios los que niegan la inerrancia. Efesios 5:1 nos dice que seamos imitadores de Dios; pero una negación de la inerrancia que de todos modos afirma que las pala­bras de las Escrituras son palabras inspiradas por Dios necesariamente implica que Dios intencionalmente habló falsedades en algunas de las afirmaciones menos cen­trales de la Biblia. Y si está bien que Dios haga esto, ¿cómo puede estar mal que no­sotros lo hagamos?

Semejante línea de razonamiento, si la creyéramos, ejercería fuerte presión sobre nosotros para empezar a hablar falsedades en situaciones en que pareciera ayudamos a expresamos mejor, y cosas por el estilo. Esta posición sería una bajada resbalosa con resultados cada vez más negativos en nuestra vida.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Teología Sistemática”

Por Wayne Grudem

Lee La Inerrancia de las Escrituras 8

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