La Doctrina de la Biblia – La Necesidad de las Escrituras 3

 

Continuemos.

De modo similar, Moisés le dice al pueblo de Israel la importancia de las pala­bras de Dios para la vida (Dt.32:47); y Pedro anima a los creyentes a quienes les escribe diciéndoles: «Deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños re­cién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación» (1º P.2:2). La «leche pura de la palabra» en este contexto se debe referir a la Palabra de Dios de la cual Pedro ha estado hablando (1º P.1:23-25). La Biblia, entonces, es necesaria para mantener la vida espiritual y para el crecimiento en la vida cristiana.

 

C. La Biblia es Necesaria Para el Conocimiento Certero de la Voluntad de Dios.

Más adelante se explicará que toda persona que jamás ha nacido tiene algún co­nocimiento de la voluntad de Dios mediante su conciencia. Pero este conocimien­to a menudo es indistinto y no puede dar certeza. A decir verdad, si no hubiera palabra de Dios escrita, no podríamos tener certeza en cuanto a la voluntad de Dios por otros medios tales como la conciencia, el consejo de otros, el testimonio inter­no del Espíritu Santo, circunstancias cambiantes, y el uso de razonamiento santifi­cado y sentido común.

Todo esto puede damos una aproximación a la voluntad de Dios en maneras más o menos confiables, pero de estos medios por sí solos no se puede lograr ninguna certeza en cuanto a la voluntad de Dios, por lo menos en un mundo caído en donde el pecado distorsiona nuestra percepción del bien y el mal, inserta razonamiento defectuoso en nuestro proceso de pensamiento, y nos hace suprimir de tiempo en tiempo el testimonio de nuestra conciencia (Jer.17:9; Ro.2:14-15; 1º Co.8:10; Hb.5:14; 10:22; 1º Tim.4:2; Tit.1:15).

En la Biblia, sin embargo, tenemos afirmaciones claras y definitivas en cuanto a la voluntad de Dios. Dios no nos ha revelado todas las cosas, pero sí nos ha revela­do lo suficiente para que sepamos su voluntad: «Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley» (Dt.29:29).

Como fue en el tiempo de Moisés, así lo mismo con nosotros ahora: Dios nos ha revelado sus pala­bras para que podamos obedecer sus leyes y por consiguiente hacer su voluntad.

Los que son «intachables» ante Dios son «los que andan conforme a la ley del Señor» (Sal.119:1).

El hombre «dichoso» es el que no sigue la voluntad de los malos (Sal 1:1), sino que se deleita «en la ley del Señor», y medita en la ley de Dios «día y noche» (Sal.1:2).

Amar a Dios (y por lo tanto actuar de una manera que le agrade a él) es «guardar sus mandamientos» (1º Jn.5:3). Para tener conocimiento cierto de la voluntad de Dios, entonces, debemos procurarlo mediante el estudio de la Biblia.

De hecho, en cierto sentido se puede afirmar que la Biblia es necesaria para co­nocimiento cierto de cualquier cosa. El filósofo pudiera argumentar como sigue: El hecho de que no lo sepamos todo requiere que no tengamos certeza en cuanto a todo lo que afirmamos saber. Esto es porque cualquier dato que nos es ahora des­conocido pudiera aflorar y demostrar que lo que habíamos pensado que era ver­dad en realidad es falso. Por ejemplo, pensamos que sabemos nuestra fecha de nacimiento, nuestro nombre, nuestra edad, etcétera. Pero debemos reconocer que es posible que algún día pudiéramos hallar que nuestros padres nos dieron información falsa y nuestro conocimiento «cierto» es incorrecto.

Respecto a los acontecimientos que personalmente hemos experimentado, todos nos damos cuenta cómo es posible que «recordemos» palabras o acontecimientos incorrecta­mente y que más tarde nos veamos corregidos por información más precisa. Pode­mos por lo general tener más certeza en cuanto a acontecimientos de nuestra experiencia presente, en tanto y en cuanto siga siendo presente (pero incluso eso, alguien pudiera aducir, pudiera ser un sueño, ¡y descubriremos eso sólo cuando nos despertemos!).

En cualquier caso, es difícil responder a la pregunta del filóso­fo: Si no tenemos todos los datos sobre el universo, pasados, presentes y futuros, ¿cómo vamos a tener la certeza de que tenemos la información correcta acerca de algún dato?

En última instancia hay sólo dos soluciones posibles a este problema:

(1) Debe­mos adquirir todos los datos del universo a fin de estar seguros de que ningún dato que se pudiera descubrir subsiguientemente demuestre que nuestras ideas presen­tes son falsas.

(2) O alguien que en efecto tiene todos los datos del universo, y que nunca miente, pudiera ofrecemos algunos datos verdaderos para que podamos tener la seguridad que jamás serán contradichos.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Teología Sistemática”

Por Wayne Grudem

Lee La Necesidad de las Escrituras 4

Lee La Necesidad de las Escrituras 5

Lee La Necesidad de las Escrituras 6

Artículo anteriorTeología – LA NECESIDAD DE LAS ESCRITURAS 4
Artículo siguienteTeología – LA NECESIDAD DE LAS ESCRITURAS 2
Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingresa para comentar!
Por favor ingresa tu nombre