La Doctrina de Dios – Los Atributos Comunicables de Dios 22

 

Continuemos.

E. Atributos «Sumarios»

17. Perfección. La perfección de Dios quiere decir que Dios posee completamente todas las cualidades excelentes y no carece de ninguna parte de ninguna calidad que sea deseable para él.

Es difícil decidir si esto se debería mencionar como un atributo separado o sim­plemente incluirlo en la descripción de otros atributos. Algunos pasajes dicen que Dios es «perfecto» o «completo». Jesús nos dice: «Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto» (Mt 5:48). David dice de Dios: «El camino de Dios es per­fecto» (Sal 18:30; Dt 32:4).

Hay algún precedente bíblico, por consiguiente, para indicar explícitamente que a Dios no le falta nada en su excelencia; él posee por completo todos sus atributos y no le falta nada de ninguno de esos atributos. Es más, no hay ninguna calidad de excelencia que sería deseable que Dios tuviera y que no tenga; él es «completo» o «perfecto» en toda manera.

Este atributo es el primero de los que se clasifican como atributos «sumarios» porque no encajan bien con ninguna de las otras categorías que hemos menciona­do. Aunque todos los atributos de Dios modifican a todos los demás en algún senti­do, los que encajan en esta categoría parecen aplicarse más directamente a todos los atributos o describir algún aspecto de todos los atributos de modo que vale la pena declararlo explícitamente.

 

18. Bienaventuranza. Ser «bendito» («bienaventurado») es ser feliz en un sentido muy pleno y rico. A menudo la Biblia habla de la bendición de los que andan en los caminos de Dios. En 1 Timoteo Pablo llama a Dios «único y bendito Soberano» (1 Ti 6:15) y habla del «glorioso evangelio que el Dios bendito me ha confiado» (1 Ti 1:11). En ambos casos la palabra no es eulogetós (que a menudo se traduce «bendito»), sino macanos (que quiere decir «feliz»).

La biena­venturanza o dicha de Dios significa que Dios se deleita plenamente en sí mismo y en todo lo que refleja su carácter. En esta definición la idea de la felicidad o bienaventuranza de Dios se conecta directamente a su propia persona como el foco de todo lo que es digno de gozo o deleite. Esta definición indica que Dios es perfectamente feliz, y que tiene plenitud del gozo en sí mismo.

La definición refleja el hecho de que Dios se complace en todo lo de la creación que refleja su excelencia. Cuando terminó su obra de creación miró a todo lo que había hecho y dijo que era «muy bueno» (Gn 1:31). Esto indica el deleite de Dios y su aprobación de su creación. Después, en Isaías leemos una promesa del gozo fu­turo de Dios sobre su pueblo: «Como un novio que se regocija por su novia, así tu Dios se regocijará por ti» (Is 62:5; cf. Pr 8:30-31; Sof 3:17).

Al principio puede parecer extraño, e incluso de alguna manera desencantador que cuando Dios se regocija en su creación, o incluso cuando se regocija en noso­tros, en realidad es un reflejo de sus cualidades excelentes en las cuales está regoci­jándose. Pero cuando recordamos que la suma de todo lo que es deseable o excelente se halla en medida infinita en Dios mismo, nos damos cuenta de que no podía ser de otra manera. Todo lo que sea excelente en el universo, todo lo que es de­seable, debe en última instancia proceder de él, porque él es el Creador de todo y es la fuente de todo bien (Stg 1:17).

Debemos, por consiguiente, decirnos a nosotros, como Pablo les dijo a los co­rintios: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado?» (1 Co 4:7). «Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén» (Ro 11:36).

Nosotros imitamos la dicha o bienaventuranza de Dios cuando hallamos delei­te y felicidad en todo lo que es agradable a Dios, tanto en esos aspectos de la vida que agradan a Dios como en las obras de otros. De hecho, cuando somos agradeci­dos y nos deleitamos en destrezas específicas, preferencias y otras características con las que Dios nos ha creado como individuos, también imitamos su atributo de bienaventuranza.

Es más, imitamos la bienaventuranza o dicha de Dios al regoci­jarnos en la creación conforme refleja varios aspectos de su carácter excelente. Y hallamos nuestra mayor bienaventuranza, nuestra mayor felicidad, al deleitamos en la fuente de toda buena cualidad: Dios mismo.

 

19. Belleza. La belleza de Dios es ese atributo por el que él es la suma de todas las cualida­des deseables. Este atributo de Dios ha estado implícito en varios de los atributos precedentes, y se relaciona especialmente con la perfección de Dios. Sin embargo, la perfección de Dios se definió de tal manera que muestra que a él no le falta nada que sería deseable en él.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Teología Sistemática”

Por Wayne Grudem

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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