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Clásicos – A.W.Tozer ASIDOS A DIOS 1

Clásicos Cristianos – Asidos a Dios 1

 

Pasaje clave: “Gustad y ved” (Salmo 34:8).

Fue el canónigo Holmes, de la India, quien allá por 1920, llamó la atención al carácter inferencial que tiene la fe de muchos hombres. Para la mayoría de la gente Dios es una inferencia, no una realidad. Es una deducción de evidencias que consideran adecuadas, pero El permanece desconocido para el individuo. «Debe haber un Dios, dicen, por lo tanto, creemos en él». Otros ni llegan siquiera a tanto. Conocen a Dios por lo que oyen hablar de él. Nunca se han preocupado de dilucidar el asunto por ellos mismos, y han puesto la creencia en Dios en el fondo de sus mentes, junto con otra variedad de conocimientos que tienen.

Para muchos otros, Dios no es más que un ideal, impersonificado como lo bueno, lo bello, lo verdadero. O lo consideran como el principio vital o el impulso creador del fenómeno de la existencia. Las nociones acerca de Dios son muchas y variadas, y aquellos que las sustentan tienen todos, una cosa en común: no conocen a Dios en una manera personal. Ni siquiera se les ha ocurrido que esto pueda ser posible. Aunque no niegan su existencia, no creen que sea posible conocerle como a cualquier otra persona o cosa.

Los cristianos, por supuesto, van más allá de esto, a lo menos en teoría. Su credo les exige creer en la personalidad de Dios, y se les ha enseñado a orar: «Padre nuestro que estás en los cielos». Ahora bien, la personalidad y la paternidad de una persona, conllevan la idea de conocerle personalmente. Esto lo admiten millones de cristianos, sin embargo. Dios no es más personal para ellos que para millones de no cristianos. Viven tratando de amar un ideal y de ser fieles a un mero principio.

Contra toda esta nube de vaguedad e incertidumbre se destaca la clara luz de las Sagradas Escrituras que afirman que es posible conocer a Dios personalmente. Una amante Personalidad domina toda la Biblia, caminando entre los árboles del huerto y respirando la fragancia de cada escenario. Siempre está presente como persona viva, hablando, rogando, amando, trabajando, y manifestándose personalmente cuando quiera y dondequiera su pueblo tiene la receptividad necesaria para recibir esa manifestación.

La Biblia asume como hecho indiscutible que el hombre puede conocer a Dios, con la misma facilidad con que puede conocer cualquier persona u objeto que cae dentro de la esfera de su experiencia. Al referirse al conocimiento de Dios emplea los mismos términos que usa al tratar del conocimiento de objetos físicos. «Gustad y ved que es bueno Jehová». «Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos: en estancias de marfil te han recreado».

«Mis ovejas oyen mi voz». «Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios». Estos son solo cuatro de los innumerables pasajes de esa clase que se hallan en la Palabra de Dios. Pero más importante que cualquier texto que citemos como prueba es el hecho de que todas las Escrituras conducen a esta creencia.

¿Qué otra cosa pueden significar estos versículos sino que en nuestro corazón tenemos órganos con los cuales podemos conocer a Dios con la misma facilidad con que conocemos las cosas materiales con los cinco sentidos? Conocemos el mundo físico por medio de las facultades naturales con que se nos ha provisto, y podemos conocer a Dios por medio de facultades espirituales, siempre que obedezcamos al Espíritu y sepamos usarlas.

Por supuesto, primeramente debe realizarse en el corazón una obra regeneradora. Las facultades del hombre no regenerado yacen dormidas en él. No las usa, y puede decirse que están muertas. Este es el castigo que cayó sobre el pecado. Al efectuarse la regeneración, el Espíritu reanima esas facultades, y este es uno de los grandes beneficios que recibimos en la obra de salvación realizada por Jesús en el Calvario.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “La Búsqueda de Dios”

Por A. W. Tozer

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