Pasaje clave: 2º Timoteo 3:16-17.
Veamos cómo nos beneficia leer, meditar y declarar la Palabra.
Nos permite vencer al pecado (Lucas 4:8-10 y Salmo 119:9).
Jesús es nuestro modelo y ejemplo. ¿Cómo venció las propuestas de Satanás? Con la Palabra.
¿Por qué se mantuvo firme ante las presiones? Porque conocía la Palabra y su deseo era agradar a Dios.
¿Por qué pudo rechazar una a una las tentaciones que llegaron a su vida? Porque sabía usar la Palabra.
¿Con qué vamos a mantener limpio “nuestro camino”, nuestras vidas? Con la obediencia a la Palabra. Pero para saber lo que tienes que obedecer necesitas primero conocerlo. Necesitas aprender. Y una vez que aprendiste y conoces entonces eres responsable delante de Dios por lo que haces con tu vida.
Nos da paz en la aflicción (Juan 16:33).
La Palabra de Jesús nos da paz en medio de los problemas. Sus palabras nos alientan, nos dan fuerzas y nos motivan. Sus promesas nos dan esperanza y confianza. Al conocer la Palabra, creerla y declararla ganamos seguridad. Podemos rechazar el miedo y enfrentar la soledad ¡porque ya no estamos solos! Estamos confiados de que la Palabra de Dios se cumplirá.
Nos da poder en la oración (Juan 15:7).
Permanecer significa “quedarme firmemente parado, plantado, en un lugar”.
A veces nos plantamos en los “lugares” equivocados: en nuestros caprichos, broncas, rencores, heridas del pasado, egoísmos. O permanecemos en la misma rutina sin animarnos a emprender nuevos proyectos por miedo a volver a fracasar.
Jesús nos muestra el lugar correcto en el que tenemos que permanecer: en Él y en sus Palabras. Entonces pido y me será dado. Pido y será hecho. Pero sólo si permanezco.
La vida espiritual no es para inconstantes, sino para quienes permanecen, aunque un huracán se les venga encima. Piénsalo.
Por Edgardo Tosoni
