Sermones Cristianos – Ya Tienes la Sanidad 1
Si ha nacido de nuevo verdaderamente y Cristo está morando en su interior, usted ya está sano, porque la sanidad está en Cristo. No podemos recibir al Salvador sin aceptar también al Sanador, ya que ambos son una misma persona. No es posible recibir al Salvador en una ocasión y al Sanador en otra.
Cuando usted recibió a Cristo, no lo hizo a plazos, sino en su totalidad. La Palabra dice: «Yo soy Jehová tu sanador» (Éxodo 15:26), y el tiempo usado aquí es el presente continuo. Isaías 53:5 enseña que si tenemos a Cristo ya estamos sanados: «Y por su llaga fuimos nosotros curados». Por lo tanto, aunque puede que esté sufriendo dolor en este mismo momento, o teniendo otros síntomas o apariencias de enfermedad, si ha aceptado a Cristo, ya está sanado; es decir, tiene dentro de usted la fuente de la vida y de la salud.
«En él estaba la vida» (Juan 1:4), significa que Cristo es la misma fuente y el autor de toda clase de vida. Si la vida y la sanidad se hallan en él, y si él está en usted, entonces aquéllas se encuentran ya en su interior.
Comprensión.
Aunque tanto la vida como la salud están ahí, ello no le hará ningún bien si usted no lo sabe y tiene poca o ninguna conciencia de la presencia de aquéllas en su interior. Si alguien depositara en el banco 1000 dólares en su cuenta, ese dinero no le aprovecharía hasta que se convenciera de que estaba allí para que lo utilizara, y de que era suyo en realidad. Podría estar ahí, y ser legalmente suyo y, sin embargo, no serle de ningún beneficio si usted no estuviera consciente o convencido de que le pertenecía.
Muchos hombres han sido ricos sin saberlo. Muchos han vivido en la pobreza, ganándose la vida a duras penas con un rancho improductivo en las llanuras, mientras debajo del mismo yacían valiosos depósitos de petróleo que sólo fueron descubiertos más tarde. De los tales se podría decir con justicia: «Aunque vive en pobreza, es rico y no lo sabe». Y de todo santo verdadero se podría decir efectivamente: «Aunque puede que esté sufriendo, sin embargo, está curado; está bien y no lo sabe». Y usted se sentirá bien cuando se convenza por completo de que está bien, ya que cuando recibimos a Cristo tenemos salud y todas las demás cosas necesarias.
El alivio de todo síntoma de enfermedad sólo aguarda para hacerse efectivo el que usted reconozca plena y enteramente un hecho ya existente. La desaparición de toda evidencia física de enfermedad irá al mismo paso que el desarrollo de una conciencia clara de ese poder sanador que ya está dentro de usted. Sólo se trata de otra manera de decir: «Conforme a vuestra fe os sea hecho» (Mateo 9:29). Por lo tanto, ya ve que todo el problema de la eliminación de los síntomas se centra en desarrollar plenamente la conciencia de ese poder sanador que ya es suyo.
Mantenga el Camino Despejado.
Todo lo que opaca la conciencia de la presencia de Cristo en su interior, con toda seguridad retendrá su liberación. Una cosa mínima con la que el Espíritu Santo tenga controversia en nuestra vida es suficiente para oscurecer la conciencia de su presencia y retrasar la bendición.
Debe recordar que el propósito principal y el primer resultado de la vida de Cristo dentro suyo es ético y moral; y que cualquier cosa que impide la obra purificadora de dicha vida en la naturaleza moral del hombre, obstaculiza asimismo la sanidad en su cuerpo físico.
He aquí la marca distintiva de la verdadera sanidad bíblica frente a aquélla conocida como curación metafísica. La curación metafísica, un tipo de sanidad que enseñan ciertas sectas falsas, hace poco o ningún hincapié en la necesidad de ajustes morales o espirituales, en la renuncia al pecado, al mundo, y a las diversiones, prácticas y asociaciones mundanas.
La sanidad a la que se refiere la Biblia es intensamente espiritual y ética, y recalca la necesidad de la muerte al yo, al pecado y a las cosas terrenales. Cualquier pecado conocido, cualquier luz rechazada, cualquier falta de ajuste espiritual opacará la conciencia de la presencia de Cristo en su interior e impedirá su liberación.
(CONTINÚA…)
Extracto del libro “Destinados a Vencer”
Por Paul E. Billheimer