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Teología – DIOS EN TRES PERSONAS: LA TRINIDAD 16

La Doctrina de la Trinidad – Dios en Tres Personas: La Trinidad 16

 

Continuemos.

Primero, es importante afirmar que cada persona es completa y plenamente Dios; es decir, que cada persona tiene la plenitud completa del ser de Dios en sí mismo. El Hijo no es parcialmente Dios, ni tampoco un tercio de Dios, sino que el Hijo es total y plenamente Dios, y lo mismo el Padre y el Espíritu Santo. Por tanto, no sería apropiado pensar en la Trinidad como que cada perso­na representa sólo un tercio del ser de Dios.

Más bien, debemos decir que la persona del Padre posee todo el ser de Dios en sí mismo. Asimismo, el Hijo posee todo el ser de Dios en sí mismo, y el Espíritu Santo posee todo el ser de Dios en sí mismo. Cuando hablamos de Padre, Hijo y Espíritu Santo juntos no estamos hablando de ningún ser mayor que cuando hablamos solo del Padre, solo del Hijo o solo del Espíritu Santo. El Padre es todo del ser de Dios. El hijo también es todo del ser de Dios; y el Espíritu Santo es todo del ser de Dios.

Esto es lo que el credo atanasiano afirmó en las siguientes oraciones: «Que adoramos a un Dios en Trinidad, y Trinidad en unidad; no confundiendo las personas, ni dividiendo la sustancia. Porque hay una persona del Padre; otra del Hijo; y otra del Espíritu Santo. Pero la deidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es toda una; igual la gloria, coeterna la majestad. Tal como el Padre es, tal es el Hijo y tal el Espíritu Santo…».

Pero si cada persona es plenamente Dios y tiene todo el ser de Dios, tampoco debemos pensar que las distinciones personales son atributos adicionales añadidos al ser de Dios. Las distinciones personales en la Trinidad no son algo añadido al ser real de Dios. Más bien, cada persona de la Trinidad tiene todos los atributos de Dios, y nin­guna persona tiene atributos que las otras no posean.

Por otro lado, debemos decir son realmente personas y que no son simplemen­te diferentes maneras de ver el ser de Dios. (Esto sería modalismo o sabelianismo). Las personas de la Trinidad no son simplemente tres maneras diferentes de mirar al ser de Dios. Más bien, nuestro concepto de la Trinidad debe ser tal que la realidad de las tres personas se mantenga, y se vea a cada persona relacionada con las otras como un «yo» (una primera persona) y un «tú» (una segunda persona) y un «él» (una tercera persona).

La única manera que esto parece posible es decir que la distinción entre las per­sonas no es una diferencia en «ser» sino una diferencia en «relaciones». Esto es algo muy distante de nuestra experiencia humana, en donde toda «persona» humana diferente es diferente también en ser. De alguna manera el ser de Dios es tanto mu­cho más grande que el nuestro que dentro de su ser indiviso puede haber un desdo­blar de relaciones interpersonales, para que pueda haber tres personas distintas.

¿Cuáles son, entonces, las diferencias entre Padre, Hijo y Espíritu Santo? No hay ninguna diferencia en atributos. La única diferencia entre ellos es la manera en que se relacionan uno con otro y con la creación. La cualidad singular del Padre es la manera en que se relaciona como Padre con el Hijo y con el Espíritu Santo. La cua­lidad singular del Hijo es la manera en que este se relaciona como Hijo; y la cualidad singular del Espíritu Santo es la manera en que este se relaciona como Espíritu.

Hay tres personas distintas, y el ser de cada persona es igual a todo el ser de Dios. Así que hay tres personas distintas, pero cada persona es plena y totalmente Dios.

Nuestras personalidades humanas proveen otra analogía tenue que puede ayu­dar a pensar en cuanto a la Trinidad. Un hombre puede pensar en diferentes obje­tos fuera de sí mismo; cuando hace esto, él es el sujeto que piensa. También puede pensar en sí mismo, y entonces él es el objeto de quien se está pensando; así que es a la vez sujeto y objeto. Es más, puede reflexionar en sus ideas en cuanto a sí mis­mo como una tercera cosa, ni sujeto ni objeto, sino pensamientos que él tiene como sujeto en cuanto a sí mismo como objeto.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Teología Sistemática”

Por Wayne Grudem

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