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Artículos – LOS MIEDOS TÓXICOS 2

3. Del miedo al trauma.

Todos hemos experimenta­do, en algún momento de nues­tra vida, miedo hasta el punto de sentirnos morir. Todos cre­cemos con miedo y tenemos que entender que hay miedos que son normales. Muchos de esos miedos tal vez los haya­mos aprendido en nuestra infancia y aún hoy ya siendo adultos, nos seguimos aferrando a esos mismos miedos, como ser el miedo a quedarnos sin dinero, a la muerte, a la enferme­dad, a la locura…

Pero hay otros miedos que son tóxicos, frente a los cuales solemos reaccionar a través de algunas de estas conductas:

Recordar con lujos de detalles.

Son los miedos de quienes dicen: «Yo me acuerdo cuando mi abuelo me pegaba porque yo le rom­pía a mi abuela todas las plantas del patio y – , y él me decía, y yo le contestaba».

Borrar o bloquear el momento traumático.

Esto significa hacer un intento por eliminar com­pletamente los sentimientos. Personas que aíslan el sentimiento del recuerdo: «Y bueno, bajaron tres hombres, me apuntaron con el arma, me vio­laron, después hice la denuncia en la comisaría». Observamos con asombro cómo lo cuentan sin sentimientos. A ti te puede impactar pero el que te lo está contando lo hace fríamente, porque esta persona lastimada está usando un mecanismo psicológico que se llama disociación, por el cual la persona saca la emoción pero al mismo tiempo la reprime.

El terapeuta Walter Riso afirma que la mente es egocéntrica y busca sobrevivir a cualquier costo, incluso si el precio es mantenerse en la más ab­surda irracionalidad.

Elaborar imágenes repetitivas.

La persona vuelve a ver y a sentir esa experiencia traumática que tuvo. Algunos lo llaman flashback. Hay personas a las que, de pronto, caminando les vienen escenas de la violación, del secuestro, del robo, del abandono y de la humillación. A la persona le sobreviene de golpe la imagen o la escena en la que vuelve a experimentar ese dolor traumático nuevamente. La persona vive con miedos extremos, miedo a que vuelva a repe­tirse, y entonces cualquier cosa puede asociarse con la experiencia traumática. Un dolor, una per­sona, un lugar, una hora, una fecha inmediata­mente disparan por asociación esa experiencia traumática del pasado.

Vivenciar sentimientos de hipervigilancia.

Por ejemplo, cuando te roban, después del hecho, ¿no te pasa que caminas mirando a todos? Em­piezas a tener una hipervigilancia y esto se ob­serva en aquellas personas a las que, cuando uno les habla, miran para los costados conti­nuamente, porque el hecho vivido las hace per­manecer en un estado de paranoia y de perse­cución permanente.

Predecir un futuro oscuro.

Hay personas que ven todo con vulnerabilidad: «Si me pasó esto, ¿qué es lo que me va a seguir pasan­do?» Y cuando este pensamiento está instalado, la persona sentirá que sus defensas cayeron y sufrirá un estado de indefensión, de baja estima y de sole­dad muy grande, y serán los recuerdos los que ahora gobiernen su mente. El futuro es pesimista porque se puede «volver a repetir».

Todas estas situaciones nos generan grandes dosis de emociones tóxicas: miedos, culpas, inseguridades que muchas veces preferimos esconder, en lugar de en­frentarlas y revertirías.

Extracto del libro “Emociones Tóxicas”

Por Bernardo Stamateas

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