Muchas veces las expectativas que ponemos son muy altas para no encontrar la solución al conflicto y así ponemos cargas pesadas y difíciles de llevar en los demás. «Haz como yo te digo», «compórtate de esta manera», «trata a tus hijos así»: cargas que ellos no pueden llevar. Hemos puesto tanto peso y tantas demandas sobre nuestras parejas que nos hemos relegado y nos olvidamos de seguir creciendo.

Nuestra sociedad nos ha hecho creer, a hombres y a mujeres, que los brazos de ellos fueron creados para doblarlos y para que nosotras, las mujeres, nos pudiésemos colgar de ellos. Sin embargo, la mujer no es anexo de nadie: somos únicas y especiales y tenemos todas las fuerzas y las capacidades que necesitamos para salir adelante.

No nacimos para estar detrás de un hombre. Somos fuertes y todo está a nuestro favor para lograr lo que deseemos. Tu pareja no tiene que hacer lo que tú quieras. Permítele libertad, no libertinaje.

Nadie tiene derecho de esclavizar a nadie. Si lo haces, llegará el momento en que te vas a frustrar. Ellos no son príncipes, pero tampoco nosotras somos princesas. Todos fallamos, todos tenemos lados oscuros. Lo importante es que conozcamos nuestras fallas y podamos revertirías, que podamos hablar de nuestras ausencias y sanarlas. Lo importante es que ambos crezcamos. Él no tiene que hacerse cargo de tu soledad, tú eres la que debes hacerlo.

Desde pequeño, al hombre le enseñaron que no expresara sus sentimientos, por eso dentro de sí mismo está dividido. «No te quedes con una sola mujer, diviértete, conoce», por eso el hombre puede salir con muchas mujeres y no ligarse emocionalmente a nadie. En cambio a las mujeres, nos dijeron: «Nena, cásate con el primero que encuentres».

Al hombre se le enseñó a amar a la madre de sus hijos y a desear a otra mujer, con la que disfrutará. Está dividido y, si no se pone de acuerdo consigo mismo, ¿cómo lo hará contigo?

Y cuando la mujer no se siente deseada, se descuida: «Total, siempre le van a gustar las de veinte». Y así es como comienza a dejarse de lado. Sólo de ti dependerá quebrar todos estos falsos conceptos y transformarte en la mujer que anhelas y deseas ser. Hoy, como mujer, puedes hacerte dos preguntas:

  • ¿Adónde estás queriendo llegar?
  • ¿Quién quieres que te acompañe?

No te hagas la segunda pregunta sin haberte hecho antes la primera. Si te preguntas primero «¿con quién iré hacia donde quiero llegar?», probablemente tengas dificultades, porque habrás elegido a alguien pero no sabrás adónde ir. En cambio, si el foco está primero puesto en tu destino, sabrás cuál es el hombre que necesitas para que te acompañe. Si el foco está primero en el camino que vas a elegir, todo el que te acompañe será feliz y tendrá éxito, y si hay algo que no está bien, ambos podrán transformarlo.

«Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.» Si tu tesoro es tu pareja, tu corazón pensará en lo que «no hace», «no es», «en sus problemas», «en su carácter», «en lo que no logra», «en sus fracasos y en los tuyos por estar a su lado». Pero, sabiendo adónde vas, el que te acompañe será alguien más yendo hacia el «éxito».

Extracto del libro Estoy Casada Pero Me Siento Sola

Por Alejandra Stamateas

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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