Familias Cristianas – Caminemos en Arrepentimiento

 

¿Has notado a niños que viven con culpa y condenación porque no han sido disciplinados en cuanto a confesar, arrepentirse y ser perdonados por sus pecados? No tienen los mismos semblantes despejados y confiados que tienen aque­llos que sí son libres de la condenación. La Biblia dice: «Los que miraron a Él fueron alumbrados y sus rostros no fueron avergonzados» (Salmo 34:5). Los niños que reconocen sus errores y los sienten tanto como para querer cambiar su forma de ser, tienen un rostro diferente por completo a aquellos que esconden su pecado y no tienen intención alguna de ser diferentes.

La confesión y el arrepentimiento son dos principios de vida que debemos enfatizar en nuestros hijos, porque el pecado no confesado crea una pared entre ellos y Dios. El arrepentimiento, que literalmente quiere decir «dar la espalda y decidir no hacerlo otra vez», se manifiesta cuando el niño admite: «Yo hice esto. Lo siento, y no lo volveré a hacer». Si el pecado no es confesado ni se muestra este arrepentimiento, el niño no puede ser libre de la atadura que lo anterior provoca, y se reflejará en su rostro, personalidad y acciones (Ezequiel 20:43).

 Tales sentimientos de fracaso y de culpabilidad causan des­trucción en las vidas de nuestros hijos, si no son enseñados a confesar y arrepentirse.

Recuerdo haber detectado el pecado en los rostros de mis hijos, incluso antes de descubrirlo en sus acciones. Solían decirme que era muy irritante el nunca poder salirse con la suya por mucho tiempo.

Les decía: Eso es porque le pedí a Dios que me revele cualquier cosa que necesite saber, y el Espíritu Santo siempre me dice si ustedes han hecho algo malo.

Siempre que veía sus rostros nublados por una apariencia deshonesta, rogaba a Dios que me mostrara cualquier pecado oculto. Después que ellos lo confesaban, se arrepentían y recibían el castigo adecuado, sus rostros reflejaban una gran diferencia; como si un peso o una sombra hubiera sido quitada.

El pecado tiene un efecto tóxico. La falta no confesada nos agobia; distorsiona y oscurece nuestra imagen. Pecado confesado y corazón arrepentido traen luz, vida, confianza y libertad.

Como ningún niño es perfecto, necesitamos pedirle a Dios que revele, exponga o traiga a luz cualquier pecado oculto que se haya enraizado en el corazón de nuestros hijos, de modo que podamos lidiar con eso de inmediato, y no posteriormente cuando las consecuencias sean mucho más serias.

Todos hemos oído las historias del «hombre simpático y agradable» que golpea a su esposa, abusa de sus hijos, o que sale a matar a todo el que se le atraviese. Seguramente, él llevaba pecado oculto en su cora­zón. Podemos aseverar también que cualquier pecado oculto en nuestros hijos, con el tiempo se manifestará de alguna forma no deseada. El momento de actuar es ahora (Ezequiel 18:31).

Pídele a Dios que descubra cualquier pecado oculto den­tro de ti o de tus hijos, para que no haya un precio físico o emocional a pagar.

El pecado conduce a la muerte. El arrepentimiento con­duce a la vida. Nosotros no confesamos para que Dios se entere de algo. Él ya lo sabe. La confesión es una oportunidad para hacer borrón y cuenta nueva. El arrepentimiento es una oportunidad para comenzar de nuevo. Nuestros hijos, al igual que nosotros, necesitamos ambas.

Oración por tu Hijo.

“Señor, oro para que tú le des a……………………………………………………………………. (nombre del niño) un corazón dispuesto a confesar sus errores. Que él se arrepienta sinceramente para que pueda ser perdo­nado y lavado. Ayúdale a entender que tus leyes son para su beneficio y que la confesión y el arrepen­timiento que tú exiges necesitan ser parte de un estilo de vida. Concédele el deseo de vivir en la verdad delante de ti, y que diga como David: «Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí» (Salmo 51:2, 10-12).

Señor, trae a la luz cualquier pecado oculto para que sea confesado, se arrepienta de él y sea perdona­do. Tu Palabra dice: «Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado» (Salmo 32:1). Oro para que mi hijo nunca mantenga el pecado en su interior, sino que haya un anhelo por confesarlo totalmente.

Que él no viva en la culpabilidad y condenación, sino con una conciencia limpia en el entendimiento completo de su perdón en Cristo. Yo oro para que siempre coloque su vista en ti y que lleve un rostro radiante.

Extracto del libro “El Poder de los Padres Que Oran”

Por Stormie Omartian

Artículo anteriorFamilias – VIVAMOS LIBRES DE LA FALTA DE PERDÓN 1
Artículo siguienteFamilias – OREMOS PARA DERRIBAR LAS FORTALEZAS IMPÍAS
Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingresa para comentar!
Por favor ingresa tu nombre