IIC_MC_VOL01_032Relatos – Los Personajes de la Primera Navidad 1

 

 

El Ángel Gabriel

Mi nombre es Gabriel. Mi nombre significa “el poderoso”, “el fuerte de Dios”. Entre los ángeles de Dios ocupo un lugar de privilegio: soy el mensajero del Creador y el revelador a los hombres de sus propósitos divinos.

Nunca voy a olvidar la conmoción que hubo en los cielos cuando la palabra de revelación nos fue dada. El eterno Dios se limitaría al tiempo y al espacio. El invisible se vestiría de carne y nacería como un mortal humano. El Creador de los espíritus experimentaría su propia gestación en el vientre de una mujer. El Eterno, sin comienzo ni fin de días, viviría el momento de su propio nacimiento. El Todopoderoso, que sostiene los mundos en el hueco de su mano, experimentaría la debilidad de su propio llanto. El Cuidador y Protector de todo lo formado se sometería al cuidado y a la protección de manos ajenas. Manos que lo acunarían, lo sustentarían y lo vestirían con ropas humanas. Manos que acariciarían su piel, labios que besarían su rostro.
Nuestro Sabio Creador sometido voluntariamente a la más absoluta ignorancia en el proceso de su formación. El Señor, nuestro Señor, naciendo como un humano más.

El universo se conmocionó. Jamás podré olvidarlo. Yo, el poderoso Gabriel, el fuerte de Dios, me sentía impotente ante tan profunda manifestación de amor.

Fui enviado a Nazaret a llevarle la gloriosa noticia a María, la mujer escogida entre los mortales por su corazón limpio, por su intenso amor a Dios. Ella sería la bendita entre todas las mujeres. En ella se formaría el Eterno. De ella y del poder de Dios se haría carne el Inmortal. Su primogénito sería el Mediador entre Dios y los hombres. A ella le revelé que Jesús sería el Santo, el Hijo del Dios Altísimo, el Rey de reyes. Aún recuerdo su rostro expresando toda la pureza y santidad de su corazón, sus lágrimas y su gozo. Aún recuerdo verla postrada adorando a Dios y aceptando Su voluntad sobre ella.

Al poco tiempo fui enviado a impedir que José la abandonara al enterarse de su embarazo. Me presenté a él en visiones de la noche y le revelé que el niño que nacería sería el Salvador y que María había sido escogida para albergarlo en su ser. Le dije que no sintiera miedo de recibirla como su esposa. Ella lo necesitaba más que nunca.

Si el universo estaba conmocionado, la Tierra también vibraría, porque fui parte del más glorioso coro que los mortales hayan visto y oído. En aquellas praderas de Belén, la oscura y fría noche fue rasgada por la luz de miles de ángeles que adorábamos al Mesías que nacía. Desde el trono de Dios hasta la simpleza de los sencillos pastores, todo fue lleno con nuestro canto. ¡Gloriosa noche! ¡Gócense mortales! ¡El Salvador nació! ¡El Rey ha venido!

 

Por Edgardo Tosoni

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

2 Comentarios

  1. Realmente bello este relato, tan sólo de imaginarlo me conmociona hasta el llanto… Gracias Padre Hermoso por tu hijo Jesucristo, que regalo más hermoso a nuestras vidas, cuánto amor por la humanidad!

    TE AMO MI DIOS!

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