1. Introducción.

¿Tiene poder la lengua? ¿Tienen poder las palabras? No cabe duda de que sí. Es indudable que es a través de las palabras que sanamos o enfer­mamos. Dice ya el antiguo libro de Proverbios que hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada mientras que las palabras de los sa­bios es medicina (Prov.12:18).

Las maldiciones se refieren a lo que la boca es capaz de hacer en la vida de la persona. La maldición es un deseo, un intenso deseo de destruir a la otra persona, de descalificarla, de desearle una desgracia o una enfermedad o simplemente desearles el mal. Si la bendición es desearle lo mejor de Dios a una persona, la maldición es desearle lo peor del dia­blo. Es un deseo de perjudicar.

Las maldiciones básicamente pue­den ser de dos tipos: las maldiciones ocultistas y las psicológicas.

2. Las Maldiciones Psicológicas.

Estas tienen que ver con el deseo de una persona de descalificar, empequeñecer, rechazar a nivel afectivo a otra persona. El «no te deseo», «eres un estúpido», «siempre haces las cosas mal», etc., son maldiciones que salen de la boca de las personas y que destruyen la vida de quienes son portadores. Hemos escuchado a personas que en su intento de justificarse dicen que Dios también ha maldecido. Sí, es verdad pero las maldiciones de Dios en contra del pecado no tienen nada que ver con lo antes dicho. Dios censura el pecado y trae juicio, Él lo puede hacer porque es Dios santo y rey justo. A Dios le cabe esto pero no al ser humano, que vive en la gracia. Es interesante que maldecir también significa: poner en ridículo, insultar, «hacer pequeño» (1 R.2:8).

Muchas personas no han tomado conciencia de que «las palabras» tienen poder, no porque tienen poder en sí mismas sino porque una «mala palabra», un insulto, un chisme, una crítica, etc., son los vehículos para que el enemigo se haga presente y ate. En la Biblia se nos alienta a tomar conciencia de esto y del cuidado de que nuestras palabras bendigan y no maldigan.

Dice Prov.12:18: «Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; más la lengua de los sabios es medicina».

Por otro lado Prov.18:21 dice: «La muerte y la vida están en el poder de la lengua y el que la ama comerá de sus frutos».

A una persona que estaba a punto de casarse, sus padres, minutos antes, le dijeron: «¡quiero advertirte que si te casas con esa, toda tu vida va a ser desdi­chada!». Esta maldición arrojada minutos antes del matrimonio civil bastó para que el matrimonio durase apenas algunos meses. Las palabras en sí mismas no tienen poder pero el efecto que producen en quienes las escuchan (además del valor afectivo que tiene quien las dice) hacen que entren en lo más profundo del ser y destruyan la vida.

Frases descalificadoras, palabras de derrota, insultos, malas palabras, etc., son formas de maldecir y no de bendecir.

Los síntomas que puede poseer una persona maldecida pueden ser según Dt.28: problemas emocionales, enfermedades crónicas hereditarias, problemas en la fertilidad, problemas matrimoniales, dificultades económicas, accidentes y muertes prematuras o suicidios. Apartarse de Dios trae también su maldición de sequedad (Jer.17:5-6), robar su diezmo (Mal.3:10).

Satanás tiene un plan para destruir a las naciones y las maldiciones son uno de esos elementos. Ej. la persona a la que el pastor le manda la maldición: «eres un hijo del demonio», «eres lo peor», «eres la maldad encarnada», etc., (muchas personas con vicios y adicciones parten de esta maldición).

Extracto del libro Ocultismo y Sanidad Interior

Por Bernardo Stamateas

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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