el-mensaje-que-nos-ha-sido-dadoEvangelismo – El Mensaje Que se Nos ha Encomendado 4

 

Continuemos.

La vida de Cristo es parte de un todo. Ese todo tiene como punto culminante la experiencia de su última semana en la tierra, cuando padece a manos de los sacerdotes, sus discípulos lo traicionan, y los romanos lo clavan en una cruz. Sin embargo, aquí no tenemos solo al mártir, sino al Redentor, al Salvador, al Libertador, al que con su sangre satisface todas las demandas de la justicia divina. Y como si esto fuera poco, hace lo que ningún hombre puede hacer por sí mismo: «Yo pongo mi vida y la vuelvo a tomar» dijo. ¡Cristo resucitó!

Me atrevo a afirmar que los grandes hechos terrenales de Cristo —sus enseñanzas, sus sermones, sus milagros mara­villosos— fueron hechos a nivel del hombre perfecto que era. Por eso nos dice: «De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, Él las hará también; y aún mayores hará porque yo voy al Padre» (Juan 14.12). Pero, al contrario de esto, la obra de la cruz y de la tumba vacía son totalmente divinas. A ningún hombre se le ocurriría morir en una cruz por gente que no ha visto nunca, y solo Dios puede levantarse de los muertos. Hoy usted y yo podemos disfrutar de los beneficios totales de esa obra perfecta y única, pero solamente en virtud de nuestra fe en Jesucristo.

Lo que Cristo hizo se resume así: vivió como un hombre común con su divinidad sujeta a la autoridad del Padre. Murió crucificado por nuestros pecados. Resucitó de entre los muer­tos. Fue declarado el Señor y está intercediendo por su Iglesia, y lo hará hasta que regrese de nuevo a consumar su Reino. Todo lo hizo para que los que en Él creen tengan vida eterna; y no solo eso, sino también el derecho de ser llamados hijos de Dios, de ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo y de ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos» (Juan 3.16; Juan 1.12; Efesios 1.5; Romanos 8.39).

 

B. Lo Que Jesús Es.

En la biografía eterna de Jesucristo, el apóstol Pablo habla del proceso de humillación del Divino Maestro de Galilea: «Haya pues en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» ( Filipenses 2.5-8). En cada creyente, dice, debe haber la misma actitud que hubo también en Cristo. Luego describe paso a paso cómo el Hijo de Dios renunció a su posición, y puso aun su misma divinidad bajo la autoridad total del Padre. Mientras fue hombre en medio de los hombres, todos sus atributos divinos estuvieron sujetos a la voluntad abso­luta del Padre. Por eso dijo: «El Padre es mayor que yo».

En otras palabras, renunció a su independencia para hacerse prisionero de la naturaleza humana. No presume, sino que literalmente asume la actitud de siervo, ¡El Dios eterno todo­poderoso se hizo esclavo! Posteriormente renunció a su in­munidad exponiéndose al pecado mismo, pero nunca pecó. Y finalmente llevó su vida, como el crescendo de una sinfonía, hasta el clímax glorioso de la cruz del Calvario.

Allí el músico sagrado (porque creo que este pasaje era un himno), en un tono solemne, ritual, con toda la instrumenta­ción de la orquesta vibrando sonoras notas, da una de las más hermosas declaraciones de toda la Biblia: «Por lo cual Dios lo exaltó hasta lo sumo, y le dio el nombre que es sobre todo nombre. Para que en el nombre de Jesús, el que es sobre todo nombre, se doble toda rodilla, de los que están en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra (¡hasta los demonios también!), y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre» (2.9-11). Esto, mi amado lector, es lo que Jesús es: ¡el Señor! Esto implica y envuelve toda la autoridad del universo. Con razón el Señor dijo: «Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto id…»

Extracto del libro “El Poder de su Presencia”

Por Alberto Mottesi

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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