Predicaciones Cristianas – Tres Principios Grandiosos 6.
Continuemos.
Si la Iglesia toma en la Tierra la responsabilidad de orar como se acaba de indicar, con el tiempo se notará que la vida espiritual del que ofendió comenzará a secarse, como si desde ese momento en adelante no tuviera parte con Dios. Dios se encarga de hacer esto, pero Él espera que la Iglesia local ore.
Hay muchos asuntos que están archivados en el cielo, muchas transacciones se han quedado sin hacer, simplemente porque Dios no puede hallar su salida en la Tierra. ¡Quién sabe cuántos asuntos no terminados están en los cielos, que Dios no puede ejecutar, porque la Iglesia no ha ejercido su libre voluntad para pararse a su lado y realizar su propósito! Entendemos que la obra más noble de la Iglesia de Cristo, la mayor tarea que jamás pueda emprender, es servir de salida a la voluntad de Dios. Para que la Iglesia sirva de salida a la voluntad de Dios, tiene que orar. Este tipo de oración no es fragmentaria; es un ministerio de oración, la oración como un trabajo. Cuando Dios da la visión y abre los ojos de las personas para que vean su voluntad, entonces la gente comienza a orar.
Aquí nos muestra el Señor que la oración individual es inadecuada; se necesitan por lo menos dos personas para orar. Si no comprendemos esto, no podremos saber de qué está hablando el Señor. Las oraciones que encontramos en el Evangelio según Juan son todas personales. Por ello hallamos palabras como las siguientes: «… para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé» (15:16).
Aquí no se establece ninguna condición en cuanto al número de personas. En Mateo 18, sin embargo, se expresa una condición relacionada con el número de personas: por lo menos dos: «Si dos de vosotros (…) en la tierra…», dice el Señor. Tiene que haber por lo menos dos, porque lo que se trata en este pasaje es un asunto de comunión. No es algo que hace una solo persona, ni es una persona la que sirve de salida a la voluntad de Dios; son dos.
El principio de dos personas es el principio de la Iglesia, que también es el principio del cuerpo de Cristo. Aunque tal tipo de oración la hacen dos personas, es indispensable que «se pongan de acuerdo». Ponerse de acuerdo es estar en armonía. Los dos individuos deben estar en armonía, tienen que estar en el plano del cuerpo, y tienen que saber en qué consiste la vida del cuerpo. Estos dos individuos tienen sólo una meta, que es la de decir a Dios: «Queremos que se haga tu voluntad, como en el cielo, así también en la Tierra». Cuando la Iglesia se afirme sobre esa base y ore en conformidad con ella, veremos que cualquier cosa que pidamos será hecha por el Padre celestial.
Cuando estemos verdaderamente en el plano de la Iglesia de Cristo y tomemos esta responsabilidad de la oración como un ministerio delante de Dios, la voluntad de Dios se hará en la Iglesia local en que estemos. De otro modo, en vano existe la Iglesia local. Este tipo de oración, bien sea hecha por unos pocos o por muchos, debe ser una oración poderosa. Porque el grado en que Dios obra hoy, está gobernado por el grado de oración de la Iglesia.
La manifestación del poder de Dios no puede exceder a la oración de la Iglesia. La grandeza del poder de Dios está circunscrita hoy por la grandeza de la oración de la Iglesia de Cristo. Esto no significa, por supuesto, que Dios en el cielo sólo tiene ese poder y nada más, porque obviamente, en el cielo su poder es ilimitado. Sólo en la Tierra, en la época presente, la manifestación de su poder depende de cuánto ora la Iglesia. El poder manifiesto de Dios sólo puede medirse por la oración de la Iglesia.
En vista de esto, la Iglesia de Cristo debe hacer grandes oraciones y grandes peticiones. ¿Cómo puede la Iglesia hacer una oración pequeña cuando se presenta ante un Dios de tanta abundancia? No puede hacer peticiones pequeñas ante un Dios tan grande. Acudir ante el gran Dios es esperar que ocurran grandes cosas.
(CONTINÚA…)
Extracto del libro “El Ministerio de Oración de la Iglesia”
Por Watchman Nee
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