La estrategia divina fue el regreso del Adán original para reconstruir al viejo Adán que había fracasado. El medio sería la venida del Rey Mesías para redimir, restaurar y reconectar al hombre nuevamente con el gobierno celestial. Esta promesa de una simiente real en Génesis 3:15 estableció la venida de Dios en carne como un redentor legítimo con todos los derechos de entrar a la dimensión terrenal para alcanzar este objetivo.

Esta declaración fue conocida como «la promesa» y activó la larga ex­pectativa histórica de un rey Mesías destinado a redimir a los hombres y restaurarlos nuevamente a su posición real. Este proceso incluía el llamado y la misión de una línea específica a través de la cual el gran rey vendría. La prerrogativa divina entonces escogió a un hombre obediente llamado Abraham (Génesis 12:1-4), al cual le fue dada la promesa de la venida de la simiente del Reino para redimir y restaurar, no solamente a una nación, sino a todas las naciones del mundo.

«Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, haré famoso tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra» (Génesis 12:2-3).

UNA MALA INTERPRETACIÓN DEL MENSAJE Y DEL MÉTODO

El mayor peligro en la vida es formar erróneamente un concepto. Un estu­dio minucioso de la promesa nos mostrará que ella fue hecha a las naciones mediante Abraham. Esta promesa era el material para la introducción de los profetas al mundo. Todos los profetas del Antiguo Testamento fueron levantados primeramente para proclamar de continuo esta promesa de la venida de un rey mesiánico que restauraría el Reino que nuestro padre, Adán, perdió.

Abraham tuvo un hijo de la promesa, el Isaac prometido, quien a su vez tuvo dos hijos llamados Jacob y Esaú. Jacob fue escogido por Dios para llevar el linaje de la simiente del Rey Mesías, y su nombre fue cambiado por Dios a Israel, que significa «príncipe con Dios». Quizás esto fue así para confirmar la línea real de sus descendientes.

Israel tuvo doce hijos que se conocieron como las doce tribus o clanes de Israel y, en forma colectiva, como los israelitas. Los hebreos o israe­litas recordaban de generación en generación la promesa de que el Rey Mesías vendría, y que a través de Él todas las naciones de la Tierra serían benditas. Sin embargo, ellos como pueblo malinterpretaron la promesa y se hicieron a sí mismos objeto de la promesa en vez de canal de ella. Dios había prometido a Abraham que el Mesías vendría a través de su linaje para redimir al mundo, pero los israelitas tomaron la opción de usar su línea como el factor distintivo para separarse del mismo pueblo al que debían servir.

En vez de cumplir la intención de Dios de establecer un Reino celestial sobre la Tierra, ellos desarrollaron una religión centrada en sí mismos, que condenaba al mundo al cual eran enviados a liberar mediante la pre­sentación del Redentor. Israel se convirtió así en el maestro de la mala información. Este error dejó cicatrices a lo largo de la historia y conti­núa alimentando al remanente del judaísmo hoy. Allí fue donde nació la gran religión del judaísmo, causando el surgimiento reaccionario de muchas otras religiones en la actualidad. Durante los últimos tres mil años, el mensaje del Reino fue enterrándose gradualmente en la tumba de la religión.

Extracto del libro Redescubriendo el Reino

Por Myles Munroe

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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