Al comprender los reinos y el concepto de la colonización, el éxito de la colonización depende de la relación directa e ininterrumpida con el reino imperial y el sometimiento de la colonia a este. La pérdida del Reino de los cielos sobre la Tierra fue considerada rebelión contra el Reino imperial eterno y la creación de un estado vagabundo. La Tierra se convirtió en un territorio bajo un gobierno ilegal. Aunque Adán cometió una alta traición, el instigador y adversario, el maligno, ejecutó un golpe terrenal. Recuerde que Adán no per­dió el cielo cuando cayó; en cambio, perdió la Tierra y el dominio sobre ella. Perdió la representación legítima del cielo sobre la Tierra. Adán desertó. Esto es lo que Dios quiso decir en Génesis 2:17: «Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás”.

Esta muerte no se refería ante todo a la muerte física, aunque ese sería el resultado final, sino más bien a la desconexión espiritual de su fuente y reino. Esto se evidencia en el hecho de que Adán vivió novecientos treinta años después de aquel acto de desobediencia. Por lo tanto, la muerte según el Creador era la desconexión e independencia de Dios y del Reino de los cielos. Adán perdió el reino. Las consecuencias de su rebelión fueron numerosas:

  • Pérdida de posición y disposición.
  • Transferencia de responsabilidad.
  • Conciencia de sí mismo y vergüenza.
  • Temor e intimidación de la autoridad.
  • Pérdida de dominio sobre la naturaleza.
  • Esfuerzos frustrados y odio al trabajo.
  • Dolor e incomodidad.
  • La necesidad de rendir cuentas.

Sin embargo, la respuesta más significativa a esta deserción y acto trai­cionero fue su promesa al adversario, registrada en Génesis 3:15-16: «Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón».

El centro de esta promesa es la venida de un «descendiente» a través de una mujer que quebraría el poder del adversario sobre la humanidad y recuperaría la autoridad y el dominio que Adán una vez tuvo, y a través de un pro­ceso de conflicto, restauraría el Reino nuevamente a la humanidad. Esta fue la primera promesa de un rey-mesías y del retorno del Reino. Por lo tanto, la mayor necesidad del hombre se identifica mediante lo que él perdió; no per­dió una religión ni el cielo, sino un reino. En la restauración de Dios y el plan redentor, el cielo no sería el enfoque primario o el objetivo del hombre, sino en cambio la redención, restauración y restablecimiento de su Reino sobre la Tierra. Este sería el propósito principal y la misión del Mesías prometido.

Desde el momento en que se soltó esta calamidad cósmica de la rebelión del hombre contra el gobierno de su reino celestial, la religión ha sido un intento en vano por recuperar la presencia de Dios o compensar la pérdida. Por lo tanto, la religión representa cada actividad de la humanidad en su búsqueda egoísta de Dios y del Reino, ya sea a través de la cienciología, behaísmo, islamismo, budismo, confucianismo, sintoísmo, animismo, unitarianismo, ateísmo o cualquier otra filosofía terminada en «ismo». La prin­cipal motivación es redescubrir y recibir lo que perdió: el Reino de Dios. No importa qué nombre le pongamos, todas las religiones son un ejercicio fútil, ya que expresan el frustrante y vano intento por recobrar lo que se perdió.

La humanidad enfrenta un dilema irresoluble: no importa con cuanto tesón lo intentemos, nunca podremos hallar a un Dios infinito que usa los recursos humanos finitos llamados religión. Afortunadamente para noso­tros, Dios solucionó el problema por su cuenta, ya que era el único que po­día hacerlo. En su omnisciencia, su naturaleza de conocer todas las cosas, Dios sabía antes de que el mundo comenzara que nunca lo hallaríamos a Él sin su ayuda. Por lo cual, se lanzó en un viaje. Salió a buscarnos. Dios es el buscador, y nosotros somos los objetos de su búsqueda. En vez de permi­tirnos pasar nuestras vidas en continua frustración, tratando de alcanzarlo y tocarlo, Él descendió para tomarnos a nosotros. Su deseo y propósito fue llevarnos de regreso a una relación con Él y devolvernos el Reino perdido.

Extracto del libro Redescubriendo el Reino

Por Myles Munroe

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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