Maestros de Niños – La Ayuda Pastoral 3

 

Continuemos.

Estoy convencida de que mucha de la angustia del niño de hoy, que se ve reflejada en su hiperactivismo, su agresión o su pasividad, está radicada en su sensación de soledad frente a la vida. El solo sentirse acompañado, aunque sea por un maestro que ve una vez por semana, le traerá alivio, seguridad y esperanza. El niño rápidamente aprende, como todos nosotros lo hicimos, que el mundo es difícil y que las convivencias son complicadas.

Carole Klein, en su libro “El Mito del Niño Feliz”, dice: «No deberemos ponernos a la defensiva mientras ellos luchan por definir su personalidad. Al comprender las limitaciones de nues­tra capacidad de cambiar el curso de su crecimiento, podremos acompañarlos siempre con nuestro afecto, listos para ofrecer cualquier ayuda que podamos dar a medida que ellos van enfrentando los inevitables desafíos de la niñez».

Bruno Bettelheim, una autoridad en la correcta crianza de niños, declara: «Una de mis prioridades en la enseñanza es corregir la falacia actual que sostiene que es deseable que los niños sean criados aislados de las frustra­ciones y dificultades de la vida. En cambio, debemos enseñarles desde la infancia que el éxito en la vida reside en la capacidad de saber enfrentar las dificultades, de luchar y salir adelante». Creo que en los planes de Dios para el correcto desarrollo de los niños, la ayuda pastoral adecuada apunta a eso.

Dentro de la iglesia siempre habrá algunos niños con problemas más profundos que requieren ayuda profesional. El maestro y los directores de los programas de niños deben estar atentos a casos así y la iglesia debe contar con el apoyo de profesionales para estas situaciones que requieren una consejería a largo plazo o de una terapia familiar si hace falta.

No debemos sentir vergüenza ni interpretar como contradictorio a nuestra fe, el que haya personas, ya sean niños o adultos, que pueden requerir ayuda profesional. Vivimos en un mundo caído donde abunda el pecado, lleno de crisis existenciales, donde la preocupación y la ansiedad son elementos constantes en la vida. No debe sorprendernos que haya trastor­nos mentales y emocionales en la gente. Pero en la mayoría de los casos, los niños que llegan a nuestras iglesias no requieren atención profesional. Ellos necesitan simplemente una mano extendida que representa el amor del Señor en nosotros. La ayuda pastoral, asu­mida correctamente, le ofrece esa mano.

Ayuda Para Hablar de Dolor

Facilitarle al niño la posibilidad de hablar sobre los problemas que esté enfrentando. Si él no encuentra la forma de expresar lo que le pasa, seguirá sin aliviar el dolor que sufre y sus conductas, su rendimiento escolar y su capacidad de disfrutar de la vida serán afectados.

El dolor internalizado, que nunca se re­suelve, carcome profundamente la autoestima de la persona y distorsiona su vida emocio­nal. Alguien me preguntó una vez si era suficiente sólo con escuchar al niño, sin hacer otra cosa. Mi respuesta fue que probablemente no fuera suficiente, pero mejor poco que nada.

Ser escuchado representa una cuota enorme de la ayuda que el niño necesita recibir. Él mismo puede comenzar a entender que los cambios que hacen falta para transformar su situación pueden iniciarse una vez que haya encontrado las palabras para describir y nom­brar lo que le sucede. Esta es una de las angustias más grandes del niño: no saber cómo expresar lo que siente.

Cuando su maestro es capaz de orientar sus pensamientos hacia Dios y ayudarlo a entender que de diversas maneras Dios lo acompaña en medio de sus circuns­tancias, su vida espiritual será fortalecida. Para muchos niños sentirse escuchados por su maestro forma sus primeras experiencias en saberse escuchado por Dios.

Estoy convencida de que el niño actual, que enfrenta un nuevo siglo, necesita desespera­damente de este tipo de ayuda. Ni la tecnología más avanzada, ni la película más divertida, ni el juego electrónico o programa de computación más ingenioso podrán ocupar el lugar de una relación comprometida de afecto e interés personal entre un maestro y su alumno, espe­cialmente porque el maestro también es su pastor.

Extracto del libro “Más Que Maestros”

Por Betty S. de Constance

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2 Comentarios

  1. Muchas felicitaciones al editor de este artículo. El libro parece estar muy bueno. Disfrute mucho de la lectura. Es muy cierta la definición que proporciona la escritora en cuanto a lo que es verdaderamente una ayuda pastoral y sus funciones.

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