Devocionales Cristianos – Guerra Espiritual Ante los Pecados Nacionales 1

 

«A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que viváis tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a Él»  (Deuteronomio 30:19-20).

Todas las cosas tienen una razón de ser. Como dice la Biblia en Proverbios: «Así la maldición nunca vendrá sin causa». Para comprender los motivos que han llevado a nuestro país a ser lo que hoy es, necesitamos entender un concepto muy arraigado en el corazón de Dios y en su Palabra.

La causa de la maldición es el pecado. El pecado se traduce en el original como «maldad, falta, iniquidad, culpa y culpabi­lidad». También puede referirse a una enfermedad moral y a la perversión. Su raíz significa «doblar o distorsionar». Por lo tanto, el pecado constituye una inclinación malvada o una distorsión en la vida del ser humano.

Pero a veces esta distorsión no pertenece a una sola persona, sino a toda una sociedad. Es aquí donde debemos detenernos en los llamados pecados colectivos o pecados nacionales. Son faltas co­metidas por la sociedad o por sus representantes. Puede tratarse de un pecado colectivo, una acción u omisión de la cual todos somos responsables. O bien, puede tratarse de los pecados de los gobernantes que tienen consecuencias para toda la comunidad. Argentina no está exenta de ninguno de estos problemas.

El mundo es un sistema corrupto que tiene el poder de es­clavizar a los seres humanos a través de la forma de pensar. Un pecado nacional es algo que ha sido permitido o practicado y que escapa de las leyes de Dios o de la ley natural. La Biblia posee una serie de leyes inmutables, dadas por Dios que son universa­les y eternas; son los principios bíblicos que pertenecen al reino espiritual y por medio de los cuales funciona el orden de Dios. Trascienden el espacio y el tiempo, tienen validez en todo lugar, en toda época y no hacen acepción de personas. Estos principios son eternos. Son leyes que Dios mismo dictó y, por consiguiente, su cumplimiento está asegurado junto con sus beneficios. De la misma manera, el violarlos o transgredirlos también tiene su con­secuencia asegurada.

El humanismo trajo consigo el relativismo e intentó terminar con los absolutos de Dios para implantar un sistema moral relativo, en donde cada persona, cada sociedad o sus representantes deciden lo que es bueno y lo que es malo. Esto, definitivamente, trae sus consecuencias.

Para este tipo de pecados corporativos se necesita también un arrepentimiento de la misma clase. En el Salmo 106:6, el salmista se identifica con el pueblo: «Hemos pecado», no solo por los pecados del presente sino también los del pasado: «nuestros padres». David comprende que no será perdonado a menos que se arrepienta junto con el pueblo. Pero hacer solamente esto no es suficiente, también es necesario que cada ciudadano se arrepienta en forma personal, ya que sus pecados están conectados a los del pueblo. Este equilibrio entre lo personal y la responsabilidad co­lectiva está presente en muchas ocasiones en la Biblia: Nehemías 1:5-11, Daniel 9:3-19, Jonás 3:5-10.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “40 Días de Ayuno y Oración 2012”

Por Graciela y Omar Olier

Mar del Plata, Buenos Aires

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Psicólogo, docente, consultor familiar, conferencista y autor (Verdades Que Sanan, Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes). Trabajé con la niñez y la formación de maestros de niños. Fui pastor de adolescentes y jóvenes por más de 10 años. En la actualidad me dedico a enseñar, escribir, dictar conferencias y dirigir www.devocionaldiario.org y www.desafiojoven.com, donde millones de personas son alentadas, edificadas y fortalecidas en su fe. Casado y padre de tres hijos.

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