Pensamientos – Amigos Secretos
Pasaje clave: Mateo 27:58.
Vienen como amigos. Eso sí, amigos secretos. Pero amigos al fin de cuentas.
«Ya puede bajarlo, soldado. Yo me encargo de él».
El soldado apoya una escalera sobre el madero del centro, sube despacio y quita la estaca que sostiene la viga transversal de la cruz. Dos soldados más, complacidos al ver casi terminada la faena del día, ayudan con la tarea pesada de bajar al suelo el travesaño y el cuerpo clavado.
«Tengan cuidado», dice José.
Los clavos de diez centímetros son sacados con palanca de la viga. El cuerpo que sirvió de morada terrestre al Salvador es levantado y puesto sobre una piedra grande.
«Es todo suyo», dice el centinela.
Los amigos no están acostumbrados a este tipo de trabajo, pero sus manos se aprestan a la urgente labor del momento.
José de Arimatea se arrodilla detrás de la cabeza de Jesús y limpia cuidadosamente el rostro herido. Con un paño suave y humedecido quita la sangre que corrió en Getsemaní, la que brotó con cada latigazo y la que sacó a borbotones la corona de espinas.
Nicodemo desenrolla una sábana que José trajo y la pone sobre la roca junto al cuerpo. Los dos líderes judíos levantan el cuerpo de Jesús y lo colocan en la sábana para envolverlo, pero primero lo ungen con especias aromáticas y ungüentos. Cuando Nicodemo toca los pómulos del Maestro al untarlos con áloe, la emoción que ha reprimido se escapa. Su propia lágrima cae en el rostro del Rey crucificado y le toca hacer una pausa para quitarse otra. El dirigente judío, ya mayor de cincuenta años, mira con anhelo profundo e inefable al joven galileo.
La alta sociedad de Jerusalén no iba a ver con buenos ojos que dos de sus líderes religiosos dieran sepultura a un revolucionario, pero José y Nicodemo no consideraron otra alternativa. Ciertamente, preferían salvar sus almas a su pellejo.
Extracto del libro “3:16 Los16 Los Números de la Esperanza”
Por Max Lucado